Pedro Almodóvar ha escrito un libro que no puede clasificar

(Ana Cuba/The New York Times)
(Ana Cuba/The New York Times)

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Pedro Almodóvar es considerado el mejor cineasta español vivo, pero él se considera ante todo un escritor, un “fabulista”, según sus propias palabras. Sus extravagantes tramas daban giros difíciles de predecir e incluso de precisar. La historia de dos hombres que forman un vínculo cuidando a dos mujeres en coma en Hable con ella. La historia de un cirujano plástico que opera a un hombre cautivo, transformándolo en mujer contra su voluntad en La piel que habito.

De sus más de 20 largometrajes, Almodóvar escribió o coescribió casi todos. Probablemente ha pasado más días en un escritorio escribiendo que en un plató.

Pues resulta que también había estado escribiendo muchas otras cosas —cuentos, entradas de diario, algunos ensayos inclasificables— casi todo el tiempo que estuvo haciendo películas. Los relatos estaban guardados en unas misteriosas carpetas azules que su ayudante Lola García había ido recopilando a lo largo de las numerosas mudanzas del director a distintos apartamentos de Madrid. En 2022, a instancias del editor literario español Jaume Bonfill, Almodóvar echó un vistazo a lo que había guardado a lo largo de los años.

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“Fue como ver una dimensión de Pedro que no conocía”, dijo Bonfill, añadiendo que los manuscritos que revisaron contenían escritos que el director había creado cuando era adolescente, así como artículos que Almodóvar aparentemente había escrito décadas más tarde. La colección, El último sueño, será publicada en inglés el 24 de septiembre por HarperVia.

Lo que es exactamente esta colección es un misterio, al igual que las carpetas. ¿Se trataba de unas memorias? (una de las piezas era una entrada de diario escrita hace un par de años atrás) ¿Se trata de ficción —o de esbozos de ideas que podrían ser ficción—, historias inconclusas que el director nunca llegó a convertir en una película? (hay un cuento en el que el conde Drácula se une a un monasterio en España). Al igual que con sus películas, Almodóvar no siente la necesidad de clasificar su producción en un género definido.

“Me han pedido que escriba mi autobiografía más de una vez, y siempre me he negado”, escribe Almodóvar en la introducción. “Este libro representa algo así como una paradoja. Podría describirse mejor como una autobiografía fragmentaria, incompleta y un poco críptica”.

Pero quizá el mayor enigma de El último sueño sea la razón por la que Almodóvar decidió publicar algo. Muchos artistas famosos prefieren quemar sus obras juveniles antes que dejar que vean la luz. Almodóvar adoptó el enfoque opuesto, publicando la colección prácticamente sin editar. ¿Por qué, después de años de mantener estos relatos en privado, el fabulista decidió darlos a conocer al mundo?

A SUS 74 AÑOS, ALMODÓVAR TIENE LA RARA PRESENCIA de un hombre con una vida de pocos remordimientos. Nació bajo el régimen del general Francisco Franco, pero alcanzó la mayoría de edad una vez muerto el dictador y cuando en España ya se podían hacer películas sobre sexo y drogas. En 1986, él y su hermano Agustín fundaron su propia productora, El Deseo, lo que le dio al director el tipo de control artístico sobre sus películas del que pocos han disfrutado. “Hay gente que estudia mis películas en cátedras, en universidades”, dijo en una entrevista en su oficina este verano, con un tono que sonaba a la vez orgulloso y sorprendido.

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Pero cuando empezó a hablar del libro, el humor de Almodóvar cambió. Quería hablar del pasado. Comenzó a hablar de su muerte. “Tengo un problema con la mortalidad”, dijo. “Para mí no es ‘he vivido un día más’, sino ‘tengo un día menos que vivir’”.

En entrevistas anteriores, Almodóvar ha dividido su cine en fases, que en cierto modo se corresponden con las etapas de su vida. Las primeras películas mostraban los signos de su juventud —y de la propia democracia joven y sin ataduras de España— con el humor y la vena kitsch que marcaron su primer gran éxito, Mujeres al borde de un ataque de nervios. Después vino una fase en la que reinaron melodramas más maduros, a menudo ambientados en pueblos rurales españoles como los de la juventud del director, como
La flor de mi secreto
, en la que una escritora abandona su ciudad por su pueblo natal. La tercera etapa de Almodóvar estuvo dominada por las historias de dolor físico y mental que llegan con el final de la mediana edad.
La piel que habito
y
Dolor y gloria
encajan en esta categoría.

A pesar de que Almodóvar afirma que es autobiográfico, a pocos lectores les parecerá que El último sueño sean unas memorias. Pero relato tras relato, la colección mira hacia atrás, luchando con estas otras tres fases de la vida de Almodóvar. Y cada pieza ofrece otra pista sobre la obra de Almodóvar.

Tomemos, por ejemplo, el primer relato de la colección, “La visita”. Almodóvar comienza con una mujer de 25 años que llega a un colegio católico vestida con un atuendo sexi, como “Marlene Dietrich en El diablo es una mujer”. La mujer exige ver al rector, abriéndose paso entre los sacerdotes de la puerta hasta llegar a su despacho. Allí formula su acusación: su hermano, recientemente fallecido, documentó los abusos sexuales del rector en el colegio en una serie de relatos cortos. Los ha traído consigo.

Cualquier seguidor de Almodóvar reconocerá inmediatamente el argumento de su thriller
La mala educación
: la historia estuvo en la carpeta azul durante años antes de que Almodóvar la convirtiera en película en 2004. Pero también hay otro giro metaficcional: en la película, “La visita” es también el nombre del relato corto que el protagonista tiene en sus manos y en el que se describen los abusos. ¿Es la historia que leemos ahora el manuscrito que vimos en pantalla hace 20 años?

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“La visita” es también, dijo Almodóvar, un recordatorio del profundo enfado que sentía de joven por su propia educación por parte de sacerdotes, algo que Almodóvar dijo que solo vio más de cerca cuando volvió a encontrar el texto muchos años después. “Yo me reconozco ahí como alguien absolutamente rabioso contra la educación que le han dado los salesianos”, dijo. “Pero mi estilo ya bien cambia completamente con el país, con las drogas que [el país] tomaba y con el tipo de vida que llevaba”.

Almodóvar afirmó que ve este cambio en un personaje que aparece a mitad de la colección, Patty Diphusa, una narcisista estrella del porno que detalla su rivalidad con otra actriz erótica. (Diphusa ha aparecido en los escritos de Almodóvar para revistas desde la década de 1980 como una especie de alter ego). Al tiempo que detalla sus conquistas sexuales y su consumo de drogas, Diphusa también señala que persigue algo parecido al objetivo de Almodóvar de escribir una especie de biografía. “Quiero escribir un relato y lo primero que me he preguntado es qué voy a contar, qué tema merece que yo me ocupe de él”, dice. “Y, debo reconocer, he tenido una idea genial. Escribiré sobre mí misma”.

¿Quién es Almodóvar ahora? “En este nuevo siglo me convierto en alguien más sombrío, más austero y más melancólico, con menos certezas, más inseguro y con más miedo”, escribe.

Durante la entrevista, incluso pareció decir que, a pesar de su continua producción de películas, había una parte de él que se estaba ralentizando. “Hay determinadas habilidades que van desapareciendo poco a poco con el tiempo”, dijo. “Yo recuerdo, por ejemplo, a lo largo del mes a mí se me ocurrían, no sé, 10 historias que podría escribir para llevar al cine y ahora mismo eso ha desaparecido”.

Luego pareció querer retractarse. “Afortunadamente la literatura y el cine son dos oficios longevos”, dijo. “No es como ser tenista que a los 35 años se ha pasado ya tu carrera o no puedes llegar a los 93 como Clint Eastwood”.

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LA HABITACIÓN DE AL LADO
, estrenada este mes en el Festival de Cine de Venecia, aborda el “problema con la mortalidad” de Almodóvar quizá de forma más explícita que cualquiera de sus obras anteriores. También es su primera película en inglés. En el guion, una antigua corresponsal de guerra planea su suicidio tras rechazar el tratamiento de una enfermedad terminal. La acompaña una amiga escritora que teme todo lo relacionado con la muerte, pero que acepta acompañarla en sus últimos días.

“Esta última película que he hecho habla sobre la muerte, pero también para tratar de convivir con la mortalidad”, dijo Almodóvar. (La película, protagonizada por Tilda Swinton y Julianne Moore, recibió una ovación de 20 minutos en Venecia y ganó el León de Oro a la mejor película).

La muerte vuelve a ser el tema del relato que da título a su libro, “El último sueño”, un homenaje a su madre, Francisca Caballero, fallecida en 1999. Según Almodóvar, fue Caballero quien le introdujo por primera vez en el estilo “fabulista” de contar historias en su pueblo, donde ella leía cartas para los vecinos que no sabían leer. A menudo, adornaba los escritos con ficciones que, según Almodóvar, solían ser mejores que la verdad.

En la historia de Almodóvar, Caballero está en un hospital al final de su vida mientras su familia se sienta a su alrededor, y de repente cae en un profundo sueño. Cuando despierta, pregunta si ha habido una tormenta, y poco después muere. “El viernes fue un día soleado y parte de su luz entraba por la ventana”, escribe Almodóvar. “¿A qué tormenta se refería mi madre en su último sueño?”.

A partir de la muerte de su madre, Almodóvar volvió sobre su propia mortalidad. “Es una cuestión biológica, pero con la muerte siento que no he tenido esa evolución”, me dijo. “Mentalmente aceptarla, aceptarla simplemente y que es parte de tu naturaleza. Todavía no he llegado a ese punto”. Sin embargo, cuando volvió a su historia sobre el conde Drácula —en la que el vampiro inmortal aprende a engañar a la muerte bebiendo sangre de un crucifijo—, estaba claro que una parte del director había aceptado que se acercaba al final de su carrera. Siempre había querido llevar la historia al cine, dijo, pero sabía que probablemente no se contaría de ninguna otra forma.

La última obra de Almodóvar en la colección —la más reciente sacada de las carpetas azules— es un ensayo titulado “Una mala novela”, en el que aborda su vocación de escritor.

“Al principio, de jovencito, mi aspiración era convertirme en escritor, escribir una gran novela. Con el tiempo la realidad me iba demostrando que lo que escribía acababa convirtiéndose en peliculitas”, escribe. “Entendí que aquellos textos no eran relatos literarios, sino bocetos de guiones cinematográficos”. La vida, dijo Almodóvar, consiste a menudo en cambiar de rumbo hacia aquello que se te da bien, y él había tenido suerte en este sentido. El cine es donde Almodóvar será recordado, no la literatura; El último sueño funciona sobre todo como clave para entender sus películas.

Sin embargo, Almodóvar se preguntó, cuando volvió a leer el ensayo, años después de la muerte de su madre, si escribir la “gran novela” era algo que también podría haber hecho. Leyendo las páginas, dijo que había visto las semillas de algo en sí mismo que no había perseguido. “No es que el cuento ese me convierta en un gran escritor, no lo soy”, dijo. “Pero sí que en esas cuatro o cinco páginas, o sea, si yo fuera capaz de escribir de ese modo, naturalmente, sin que se te muera la madre porque solo tienes una, una novela estaría inmediatamente en ello, estaría haciéndolo”.


Nicholas Casey
es redactor de The New York Times Magazine. Pasó una década como corresponsal extranjero en Europa, América Latina y Oriente Medio y escribió sobre política nacional durante la campaña presidencial estadounidense de 2020.
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