Terror y crimen alrededor del AIFA: “dos patrullas para cuidar a miles, es una broma”

Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) | FOTO: SRE/CUARTOSCURO.COM
Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) | FOTO: SRE/CUARTOSCURO.COM

–La gente ya está harta. Harta de los robos, de las extorsiones, de la delincuencia, del crimen. Por eso los vecinos nos estamos organizando.

Jonathan García Negrete, 38 años, gorra militar verde olivo, ojos negros, tez cobriza y barba negra brotándole del cuello y el mentón, pronuncia las palabras con tono severo. Detrás de él, al otro lado de una valla de hierro que marca el inicio de un improvisado retén, lo escolta un pequeño ejército de rostros serios y ceños fruncidos.

Se trata de una improvisada guardia ciudadana de vecinos. Una guardia integrada por la oficinista que sale del trabajo y se suma al patrullaje para disuadir los robos a las casas habitación; por el pequeño comerciante que está harto de pagar ‘la cuota’ a la delincuencia; y por el dueño de la tiendita de abarrotes cuyas maltrechas finanzas ya no soportan otro asalto, entre otros.

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Todos viven en la colonia 10 de Junio, en Tultepec, Estado de México (Edomex); uno de los ocho municipios –todos gobernados por Morena, el partido del presidente López Obrador, salvo Tonanitla, gobernado por su aliado, el PES– que se encuentran en el ‘corredor’ del nuevo Aeropuerto Felipe Ángeles (AIFA). Municipios que, a pesar de colindar con un flamante aeropuerto que antes era la base militar de Santa Lucía y que ahora sigue operado por el Ejército como terminal aérea alterna al aeropuerto capitalino, han visto cómo desde 2019, cuando arrancó esta obra ‘estrella’ del gobierno obradorista, los índices delictivos se han disparado en algunos casos por arriba del 100%.

Tultepec, municipos afectado por alza de la extorsión

En Tultepec, por ejemplo, la llamada ‘capital de la pirotecnia’ de 90 mil habitantes donde transcurre el recorrido de esta crónica, las denuncias por extorsión aumentaron 146% en 2023: de 24 se pasó a 59 (a falta aún de contabilizar diciembre). Los robos aumentaron un 20%: de 1 mil 204 en 2019 se pasó a 1 mil 439 en 2022, y en 2023 sumaban 1 mil 267, superando ya los datos de 2019, 20 y 21. En cuanto a los homicidios, subieron en esta pequeña localidad un 58% (de 24 en 2019 se pasó a 38 en 2022).

Junto a Jonathan García está Mario Santos, de 42 años, que apoya amenazante un bate de béisbol sobre el hombro mientras con la mano derecha estruja el mango.

El hombre, silencioso, de espalda ancha, brazos largos y manos enormes, lleva un gorro rojo de lana sobre la cabeza y oculta el rostro con un paliacate negro que lleva estampada una calaca. Solo le queda a la vista un franja de ojos negros profundos y unas cejas negras espesas.

Foto: Luis Madrid
Foto: Luis Madrid

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Atrás de la valla metálica que marca el inicio de la barricada de vecinos, tres mujeres de mediana edad, con gorros y echamarradas hasta el cuello, detienen machete en alto a todos los coches que entran y salen de la colonia.

“¿Me muestra su credencial o licencia de conducir, por favor? Estamos cuidando el barrio”, repiten robóticamente a cada conductor que, tras observar al tipo del paliacate con la calaca y el bat, les enseñan obedientes la documentación.

Carmen, María y Alicia, que piden no revelar su verdadera identidad, llevan entre machetes, piedras y botellas de cristal con el cuello roto. Es lo que tienen a la mano para defenderse, explican mostrando las armas a la cámara que las fotografía, aunque advierten que en el barrio hay otros vecinos que sí tienen pistolas. De hecho, los vecinos cuentan como una hazaña, y también como un aviso a navegantes, que apenas unos días atrás otro vecino “se puso a los plomazos” con un ratero que pretendía asaltar a una señora del barrio y tuvo que salir huyendo para salvar la vida.

–Aquí no estamos jugando –dice amenazante un vecino, que también asegura que tiene una “fusca” (pistola) guardada en casa “para lo que se ofrezca”.

Foto: Manu Ureste
Foto: Manu Ureste

“Somos vigías”

Eduardo, de 34 años, viste unos tejanos, unas botas, y una sudadera negra con capucha con la que también se cubre la cabeza del gélido viento de la noche. Él es el encargado de las comunicaciones: lleva un pequeño walkie talkie negro entre las manos grandes y toscas con el que se comunica con Gerardo y Carlos, dos chavos de veintipocos años con pintas de raperos –llevan gorras con la visera para atrás, pantalones anchos, sudaderas, y guantes en las manos– que patrullan la colonia arriba de una moto.

–Somos los vigías –se presentan orgullosos y con una sonrisa tímida, para a continuación explicar que uno maneja la moto y el otro pasa los reportes de personas o vehículos extraños que entren sin autorización al barrio a partir de las 18.30 horas, cuando inicia el ocaso de la tarde.

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Ángel Carmona también patrulla en moto, aunque la suya es una poderosa Yamaha de color negro y blanco marfil de alta cilindrada. Ángel, de maneras rudas y de voz tan robusta como las ruedas de su moto tipo Harley Davidson, viste una chamarra negra de cuero con el bordado de un pitbull que enseña los dientes y el emblema de los ‘Black Dog’s México’; una banda motera cuyos 120 pilotos, advierte Ángel, “están al tiro” para colaborar con los rondines nocturnos por Tultepec y para “entrarle a los chingadazos” si fuera necesario.

Solo hay dos patrullas para cuidar a miles

A las 21 horas de la noche, junto a las enormes excavadoras que trabajan en las obras del Tren Suburbano que llevará a pasajeros desde la estación de Buenavista, en la Ciudad de México, hasta el nuevo AIFA en Zumpango pasando por varios municipios mexiquenses, los vecinos se dividen organizados en una especie de ‘autodefensa’ –aunque ellos prefieren el término de guardia ciudadana, mucho más ‘civil’ y menos ‘paramilitar’–: unos comienzan a patrullar por las laberínticas calles de la colonia, acompañados por un par de policías municipales que van desarmados por falta de recursos para comprar armas, otros comienzan a hacer rondines en moto, y otros se apostan en el retén de acceso a la colonia para pedir identificación a los vehículos, muy cerca de un parque donde un grupo de jóvenes juegan futbol callejero a pesar del frío.

–Tenemos que salir a las calles a cuidarnos, aunque es un riesgo muy grande, porque incluso ya nos han amenazado diciendo que un día nos van a torcer –lamenta uno de los vecinos, que demanda a la nueva gobernadora mexiquense, Delfina Gómez, que envíe más elementos de la Policía Estatal, pues actualmente asegura que solo hay dos patrullas para los municipios de Tultepec, Tultitlán, Cuautitlán y Coacalco.

–Cuando hablamos con los policías para pedirles ayuda, ellos mismos nos dicen que solo hay dos patrullas disponibles. Y pues dos patrullas para defender a miles de personas… –ríe el hombre con desgana– es una pinche broma.

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Foto: Manu Ureste
Foto: Manu Ureste

Otro vecino, que también pide no revelar su nombre, explica que solo unos días atrás llegó una camioneta al retén, bajaron los vidrios polarizados y les enseñaron una pistola. Luego se retiraron en silencio ante la mirada impotente de todos, incluyendo la de la pareja de policías municipales desarmados.

En el municipio y la colonia, además de la delincuencia común, “la de raterillos locales”, la sombra del crimen organizado también es alargada, coinciden en apuntar varios vecinos, aunque lo hacen casi en susurros, pues hay temor. Mucho temor. Las imágenes de un pocos meses atrás de restos humanos colgando de un puente en Toluca, la gran capital del estado ubicada a unos 100 kilómetros de distancia de Tultepec, la quema de autos y balaceras dirigidas a comerciantes de pollo en el valle de Toluca por parte de La Familia Michoacana, y de tantos otros sucesos que ocurren a diario en una entidad que al año registra más de 2 mil asesinatos (en el propio Tultepec, los vecinos comentan que meses atrás un policía estatal fue “ejecutado” frente a un negocio), hace que la gente se lo piense mucho antes de pronunciar la palabra ‘narco’.

De hecho, a todo aquel al que se le pregunta por el tema, si bien asegura que las “ejecuciones” han subido en el último año (los datos del Secretariado Ejecutivo federal indican, en efecto, un alza del 58% en cuatro años (de 24 casos en 2019 se pasó a 38 en 2022), se apresura a decir que la guardia vecinal no tiene nada en contra de “esas personas”.

–Lo nuestro es contra los rateros, los robos, los asaltos y las extorsiones. No nos metemos con el narco y ellos no se meten con nosotros –insisten cautelosos.

aifa violencia delitos
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Vecinos afirman que guardias ciudadanas han dado resultados

Por ahora, los rondines están dando resultados contra esa delincuencia común, recalca de nuevo Jonathan García, que explica que la guardia empezó con ocho vecinos y ahora van por unos ochenta, más los moteros voluntarios que se suman. Claro, matiza, no pueden hablar tampoco de ‘delincuencia cero’, o de que ya no haya delitos, pero la organización de los vecinos y los “escarmientos” que dan a los rateros que detienen han reducido la incidencia delictiva: de diez robos a la semana, plantea Jonathan, pasaron a dos o tres cada mes en la colonia. Ahora, asegura el vecino, la gente duerme más tranquila, o se va al trabajo sin tanta preocupación porque a la vuelta la casa esté desvalijada.

–Es que la gente ya está muy harta –vuelve a recalcar Jonathan, que comenta que lo sucedido el pasado 8 de diciembre en Texcaltitlán, al sur del Estado de México, donde civiles que eran objeto de extorsiones enfrentaron a integrantes del cártel de La Familia Michoacana dejando un saldo de 14 personas muertas tras una batalla campal, van a comenzar a ser más frecuentes si las autoridades de los tres niveles de gobierno no ponen un remedio pronto.

–Aquí estamos a un brinquito de que pase lo mismo –advierte Jonathan mientras se ajusta la gorra militar, escoltado a unos pasos de distancia por la mirada silenciosa del tipo que estruja el mango del bat.

–Para el gobierno de López Obrador, todo está bien, y para todos los gobernadores, también –agrega y alza ahora el brazo apuntando al retén de vecinos armados con machetes–. Pero los hechos no mienten. Ya pasó lo de Texcatitlán, que la gente se hartó y tomó la iniciativa de defender a su pueblo, y ya no con retenes, como nosotros, sino yéndose a los plomazos.

–Acá no queremos llegar a eso, la verdad –murmura en un tono más conciliador, para volver a insistir en el pedido a la gobernadora Delfina Gómez de que necesitan más presencia de la policía estatal, pues la municipal está desarmada.

–Pero estamos también a un brinco de enfrentarnos a balazos con la delincuencia. Porque estamos hasta la madre –insiste una vez más–. Y si ninguna autoridad viene a defendernos, nosotros lo tenemos que hacer por nuestra cuenta.

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