Pasaron 80 años, pero los fantasmas del Día D se viven más cerca que nunca en Europa por la guerra y el extremismo
PLAYA DE OMAHA, Francia.- Eran personas comunes. Esos jóvenes llegados de lejos que desembarcaron en las costas de Normandía el 6 de junio de 1944 bajo un diluvio de balas nazis desde los acantilados no se pensaban a sí mismos como héroes.
“No”, dice el general Darryl A. Williams, comandante general del Ejército de Estados Unidos en Europa y África. “En esa gran batalla, los soldados aliados eran jóvenes comunes que estuvieron a la altura del desafío con coraje y con una tremenda voluntad de luchar y ganar, por la libertad”.
Durante la ceremonia que se realizó esta semana en Deauville, en las costas de Normandía, frente al general Williams estaban 48 sobrevivientes norteamericanos de aquel día, el más joven de ellos de 98 años, y el resto mayores de 100. Muchos en sillas de ruedas, los veteranos hicieron la venia con notable energía. Pasaron ocho décadas, y muchas de ellas en silencio, porque los recuerdos de la guerra eran inenarrables.
En 2034, cuando se conmemoren los 90 años del Día D, tal vez no queden veteranos de aquel día. La memoria viva de su sacrificio en esas playas se habrá perdido.
“En Europa se están formando nubarrones de guerra”, dijo Williams en referencia a la determinación de Occidente de defender a Ucrania de la agresión rusa. Este 80 aniversario del desembarco es una celebración, pero sombría. Europa está preocupada e inquieta, y el extremismo corroe los cimientos de las democracias liberales.
Desde hace más de 27 meses Europa tiene una guerra activa en el continente, que se ha cobrado las vidas de cientos de miles de jóvenes rusos y ucranianos. Rusia no fue invitada a las conmemoraciones de estos días, a pesar del rol crucial del Ejército Rojo en la derrota de Hitler. Hace apenas diez años, el presidente Vladimir Putin estuvo ahí. Hoy habla de guerra nuclear. Estos son tiempos de grietas y de incertidumbre.
Cada uno de eso longevos veteranos que esta semana regresaron a Normandía sabe perfectamente en qué puede derivar esa situación, y lo fácil que es caminar como sonámbulos hacia una guerra.
Espíritu superior
Al momento de desembarcar, “la cosa es entre uno y el de arriba”, dice George K. Mullins, de 99 años, exsargento del 327° Regimiento de Infantería de Planeadores de la 101° Brigada Aerotransportada al recordar el día en que se arrastró por playa de Utah con una carabina plegable enganchada al cinturón y dos raciones de combate de tres comidas cada una. “Uno sabe que en alguna parte hay un espíritu superior”.
El Día D no fue el final sino el comienzo. La campaña de Normandía, que avanzó zigzagueando bajo el rayo del sol a través de los matorrales infestados de insectos que aún hoy dividen los campos, se cobró un precio terrible.
Mullins, que actualmente vive en Garberville, California, recién asomó la cabeza de su trinchera un par de días después de iniciado el combate, y a dos trincheras de distancia vio al soldado raso William H. Lemaster asomándose por el borde de la suya: resultó ser el último gesto de aquel joven oriundo de Virginia Occidental.
La bala de un francotirador alemán atravesó la cabeza de Lemaster y lo mató, un recuerdo tan vívido que esta semana Mullins se tomó un momento para arrodillarse ante la tumba de su amigo en el cementerio militar norteamericano en la localidad francesa de Colleville-sur-Mer.
En ese cementerio hay 9388 tumbas, la mayoría de ellas en forma de cruces blancas, y un puñado de ellas con estrellas de David, que conmemoran a los miembros judíos del servicio activo norteamericano. Hoy que el antisemitismo vuelve a crecer en Europa, en cierto sentido esas estrellas de David parecen destacarse más entre el resto de las lápidas.
Aquí en Normandía, las miles de personas que murieron cuando los aliados aseguraron su presencia en Europa están presentes por todas partes, como sus fotografías en blanco y negro que hay pegadas en postes de madera sobre la Ruta de la 1ª División (norteamericana) que une la localidad de Colleville-sur-Mer con la Playa de Omaha. En la expresión juvenil de esos rostros predomina la inocencia y la esperanza. El filósofo francés Roland Barthes solía decir que en cada foto antigua se esconde una catástrofe…
Patrick Thomines, alcalde de Colleville-sur-Mer, se detiene frente a una escuela adornada con las banderas francesa, norteamericana y de la Unión Europea (UE), símbolo de los cimientos transatlánticos de Occidente en la posguerra. “Uno entiende que la paz nunca se logra para siempre, que asegurarla es una lucha eterna”, dice Thomines. “Deberíamos unirnos para evitar la guerra, pero están surgiendo partidos extremistas que representan todo lo contrario de lo que hoy celebramos acá”.
La celebración tiene un magnetismo extraordinario. El atroz paisaje lleno de cráteres en Pointe du Hoc, que recuerda el terreno aún poceado de la trágica Batalla de Verdún en la Primera Guerra Mundial, obliga a preguntarse una y otra vez cómo hicieron los Rangers norteamericanos para escalar ese acantilado. Los visitantes acuden en masa para verlo y se siguen maravillando.
Procedentes de innumerables países, arman grupos uniformados para recrear la experiencia. Se desplazan en jeeps entre los matorrales, generando interminables embotellamientos. Se divierten, bailan y se reúnen en las vastas playas de arena para contemplar solemnemente la forma en que Europa se libró de Hitler.
Yuri Milavc, un esloveno que vino con 18 amigos en varios jeeps desde Liubliana, dice haber asistido ya varias veces a los actos conmemorativos del Día D en Normandía, pero agrega que hoy tiene sentimientos encontrados. “Recuerdo cómo era Europa hasta hace no mucho”, dice Milavc. “Ahora Putin se sacó la careta y está librando un guerra imperialista en Europa”.
Juntos con Ucrania
Esta semana, el presidente Joe Biden se reunirá en Normandía con su par ucraniano, Volodimir Zelensky, una muestra de apoyo aliado a Ucrania en momentos de fuerte presión de Rusia en el campo de batalla. El presidente francés, Emmanuel Macron, que invitó a Biden a la cena de Estado del sábado, también decidió establecer un fuerte vínculo entre el 80º aniversario del Día D y la lucha por la libertad en Ucrania.
“Con su juventud audaz y valiente, nuestro país está preparado y tiene el mismo espíritu de sacrificio que nuestros antepasados”, dijo Zelensky el miércoles en la región francesa de Bretaña.
Si hablamos de espíritu, difícil igualar Wilbur Jack Myers, de 100 años, que fue cabo de la Compañía B del 692º Batallón de Destructores de Tanques, adscrito a las 104ª y 42ª divisiones de Infantería norteamericanas. Myers estaba tan entusiasmado con volver a Normandía para este aniversario que dice sentirse “como si tuviera apenas 80″. Para demostrarlo, ha estado disfrutando de sesiones de karaoke en su casa de Hagerstown, Maryland.
Myers, uno de los 13 hijos de una familia de Maryland, fue entrenado como artillero y llegó a Cherburgo, Francia, el 23 de septiembre de 1944. Para él, fue el comienzo de una odisea que terminó con la liberación del campo de exterminio de los nazis en Dachau, cerca de Múnich, a finales de abril de 1945.
“Esos prisioneros eran piel y huesos, y era terrible saber que ya habían muerto muchos más”, dice Myers. “No me los olvido un solo día, pero guardé silencio durante 50 años porque cuando intentaba hablar de la guerra me ponía a llorar y me deba vergüenza. Finalmente, encontré la fuerza para hablar”.
A veces a Myers le tocaba revisar los cadáveres de soldados alemanes y encontraba crucifijos, y llegaba a la conclusión de que, a pesar de su fe, no podían negarse a lo que decía Hitler. Myers tiene una fuerte fe cristiana y dice que eso lo hace caminar recto y amar a los demás, y que gracias a eso llegó hasta el día de hoy. Cree que el odio es parte de la naturaleza humana, y que la ambición de dinero y poder provocan guerras, pero también cree que la fe todo lo puede.
Y de pronto, se pone reflexivo y meditabundo sobre la guerra. “Nunca maté a nadie si no era necesario, aunque cuando estábamos inmovilizados ganas no me faltaron. Por eso hoy no entiendo que Putin esté tan dispuesto a matar para apoderarse de otros países”.
Con Europa otra vez en guerra en su propio territorio, los fantasmas que carga el continente en su mochila asoman la cabeza, cuando parecían sepultados desde hace dos décadas. La UE fue creada para poner fin a la guerra y demostró ser un imán para la paz. La OTAN ha sido el garante militar de Europa. Hasta ahora, esas dos instituciones mantuvieron a raya la situación, pero hoy la raya entre el mundo y la guerra parece más delgada que en mucho, mucho tiempo.
The New York Times
Traducción de Jaime Arrambide