¿Tengo que participar en la ovación de pie si todos lo hacen?
Los espectadores y otros amantes de las artes escénicas se están dando cuenta de que esta práctica parece haberse convertido en la norma, no en la excepción.
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P: ¿Son de esperarse las ovaciones de pie ahora? Parece que cada espectáculo o concierto que he visto últimamente ha terminado así.
Primero lo primero: no lo estás imaginando. En los últimos años, las ovaciones se han vuelto omnipresentes. Son tan frecuentes que a menudo me da la impresión de que los miembros del público que están expresando algo en realidad son quienes deciden permanecer sentados, en lugar de quienes se ponen en pie.
¿Qué tan común es esto?
Las ovaciones de pie son casi universales en Broadway, pero un poco más variables fuera de Broadway: más comunes en los musicales que en las obras de teatro, más comunes en los espectáculos alegres que en los que terminan en una oscuridad emocional, más comunes en los que tienen un público más joven, que tiende a ser más demostrativo (y a veces más ágil).
El patrón parece ser similar en el mundo de la música clásica. Zachary Woolfe, nuestro crítico de música clásica, me cuenta que las ovaciones de pie son ahora de rigor en las representaciones de ópera y sinfónicas en Estados Unidos, pero no tanto en Europa.
En otros ámbitos de las artes escénicas, las ovaciones no son tan frecuentes. Gia Kourlas, nuestra crítica de danza, afirma que es más bien raro ver a todo un público levantarse tras un espectáculo de danza, aunque sí ocurre en espectáculos especialmente emocionantes. Jason Zinoman, nuestro crítico de comedia, dice que no ve ovaciones en los clubes de comedia, pero que los cómicos de renombre reciben ovaciones cuando actúan en teatros.
¿Por qué ocurre esto?
El acto de aplaudir en señal de aprobación es muy antiguo. No está claro cuándo empezaron las ovaciones de pie, pero parece que se popularizaron a mediados del siglo XX como forma de reconocer actuaciones notables, y se han convertido en una forma más rutinaria de reconocer a los artistas al final de un espectáculo.
En 1950, cuando Howard Taubman informó para The New York Times sobre un concierto de la Orquesta Sinfónica de la NBC dirigido por Arturo Toscanini en Pasadena, California, la ovación de pie fue digna de titulares.
Pero con los años, el fenómeno dejó de ser excepcional; en 2003, The Times publicó “La tiranía de la ovación de pie”, señalando cómo incluso los fracasos recibían ovaciones, y en 2012 el crítico Ben Brantley escribió un ensayo en el Times en el que pedía el regreso de la “ovación sentada”, diciendo que “realmente hemos llegado a un punto en el que una ovación de pie no significa nada”.
“A lo largo de los años se ha ido generalizando”, dijo Robert Viagas, autor de Right This Way: a History of the Audience, un libro sobre la evolución de los públicos en espectáculos, “hasta el punto de que, en esos raros casos en que una representación no recibe una ovación, se puede ver en la cara de los actores, como ‘¿Qué hemos hecho mal?’”.
También está la presión social. “Parece que solo se trata de ser educado”, dijo la actriz Stephanie J. Block, ganadora de un Tony. Ella debutó este año en el West End, protagonizando un reestreno de Bésame, Kate, y se dio cuenta de que en Londres “la cultura es bastante diferente: te lo tienes que ganar”.
Muchos mencionan la economía como factor contribuyente: los espectadores gastan mucho dinero en ver espectáculos de Broadway, y las ovaciones son una forma de señalar públicamente la gran noche que han pasado. “La gente siente que está justificando el precio de la entrada que pagó”, dijo Viagas.
Y luego está la preocupación práctica: una vez que la gente de delante empieza a ponerse de pie, no se puede ver la bajada del telón a menos que uno también se ponga de pie.
¿Tan malo es?
Los tradicionalistas a menudo se agobian por la generalización de las ovaciones de pie, que en su opinión ha restado significado al gesto.
“Si no me pongo en pie al final de un espectáculo de Broadway, la gente me mira como si tuviera una personalidad aberrante”, dijo Laurence Maslon, profesor de arte de la Tisch School of the Arts de la Universidad de Nueva York. “Le ha quitado toda la gracia a reconocer algo que fue impactante”.
Pero Viagas dice que las ovaciones pueden ser placenteras para los espectadores.
“A la gente le gusta aplaudir”, dijo. “Es su momento para devolver algo. No es una película —los actores están allí— y es una forma de dirigirse a los actores y a los creadores para decirles: ‘Hicieron un buen trabajo, se los reconozco y les doy las gracias’”.
Entonces, ¿qué debo hacer?
No tienes que levantarte. Siempre hay quien se resiste —algunas personas tienen problemas físicos que hacen que estar de pie sea más difícil, y otras se aferran a la idea, ya anticuada, de que las ovaciones deben reservarse para actuaciones excepcionales— y tú puedes ser una de ellas.
“No es una regla que haya que estar de pie al final de un espectáculo”, dijo Ben West, autor de “The Musical Theater Report”, un diario en internet.
Pero, además, aunque te sientas obligado a unirte a los que se ponen de pie, tienes opciones. Según Viagas, hay formas de aplaudir que van desde la mera cortesía (chocar los dedos entre sí) hasta el júbilo (ahuecar las manos para hacer más ruido, levantar las manos para que sean más visibles). Y luego está lo que él llama “la ovación andante”, que consiste en aplaudir intentando llegar antes que los demás a la puerta, y el “aplauso de odio”, que consiste en aplaudir muy despacio.
Tú eliges.
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