Paro de transporte: filas interminables, colectivos repletos, embotellamientos y pasajeros frustrados
En el Acceso Oeste, hoy el tránsito de vehículos particulares se ve incrementado notablemente. Desde las cinco de la mañana, la cantidad de autos rumbo a la Capital genera embotellamientos. Mientras tanto, en la estación de trenes de Moreno, el impacto del paro se manifiesta en filas interminables de personas que esperan alternativas de transporte, en medio de una confusión generalizada.
“Los sindicalistas no te dejan trabajar. Por una medida de fuerza de los gremialistas Moyano y Biró para cuidar sus privilegios, este miércoles no habrá servicio de transporte. Si te obligan a parar, llamá al 134″, es el mensaje del Gobierno nacional que aparece en las pantallas de la estación de Moreno, una señal que refleja la postura oficial frente al conflicto con los gremios.
La Argentina amaneció en medio de un nuevo paro nacional de transporte. Una medida de fuerza que involucra a gremios de camiones, trenes, subtes, aviones y barcos ha paralizado el país, afectando la vida cotidiana de miles de personas que dependen de estos medios para sus traslados. La medida, que se extenderá por 24 horas, ha generado un panorama de caos y frustración para los trabajadores, estudiantes y profesionales que, desde tempranas horas, intentan sortear la falta de transporte público en un esfuerzo por cumplir con sus responsabilidades.
Entre la multitud que espera, María Leiva, administrativa, observa la escena con frustración y resignación: “Es un caos total. El tren es mi principal medio para llegar al trabajo, pero con este paro no tengo opción más que tomarme dos colectivos y caminar casi diez cuadras. Hoy me levanté dos horas antes, porque el colectivo siempre se llena y es un descontrol. Encima, suben las tarifas y el servicio nunca mejora. La verdad, nos dejan sin opciones y solo piensan en ellos. Es indignante”, declaró a LA NACION.
El paro no solo afecta a quienes deben trasladarse para llegar a sus trabajos, sino también a aquellos en sectores esenciales, como el de la salud. Ana Torres, enfermera en un hospital público, relató a este medio cómo esta medida de fuerza impacta en su labor diaria.
“Trabajo en el hospital y no puedo faltar. La última vez me tocó caminar y tomar tres colectivos para cubrir el turno. Este tipo de medidas nos afecta a los trabajadores de salud, que no podemos parar. Entiendo que ellos tienen sus derechos, pero el sistema debería garantizar servicios mínimos para que todos podamos cumplir nuestras obligaciones. Uno ya no sabe qué hacer cuando paran el transporte”, afirmó, y así reflejó la falta de soluciones para trabajadores esenciales.
El panorama en la estación de Moreno se repite en otros puntos del conurbano, donde la falta de alternativas hace que los usuarios recurran a las líneas de colectivo, desbordadas por la cantidad de pasajeros. La fila que se forma a las afueras de la estación no parece avanzar, y la espera se extiende en medio de un clima de impaciencia y descontento.
Entre los pasajeros se encuentra Miguel Rojas, empleado de comercio, quien trabaja en Palermo y vive en el conurbano bonaerense. “Para mí el tren y el subte son fundamentales, y sin ellos tengo que hacer combinaciones de colectivo interminables. Hoy salí temprano, y el colectivo ya venía lleno. No sé cuántos de nosotros vamos a llegar a tiempo. Lo único que nos queda es resignarnos y esperar que se solucione de una vez”, comentó Rojas, con cara de agotamiento.
El paro nacional también afecta a los estudiantes que deben cumplir con sus clases y sus trabajos. Patricia Maidana, estudiante universitaria que trabaja a medio tiempo, expresa la dificultad de cumplir con sus responsabilidades bajo estas condiciones.
“Soy estudiante y trabajo a la vez. Hoy no puedo faltar a clase y menos al trabajo, pero con el paro, mi única opción es el colectivo, que además está saturado. Todos los días dependemos del transporte y estos paros nos complican. Nos queda hacer fila y rezar para conseguir asiento o esperar al siguiente. Me parece una falta de respeto hacia la gente que necesita movilizarse. Ya estamos agotados”, dijo a LA NACION.
Pasajeros a la deriva
A medida que el flujo de personas aumenta, también lo hace la tensión. Los comentarios de los pasajeros reflejan el impacto que el paro tiene en sus vidas y la percepción de que estas medidas los dejan “a la deriva”. Héctor Brandan, albañil, quien depende de los trenes y colectivos para llegar a su obra en la ciudad, describió su situación.
“Hoy tendría que estar en obra a las 8, pero sin tren ni colectivos que lleguen a horario, es imposible. El colectivo que me deja cerca tarda el triple, y encima viene lleno. Estos paros son siempre en nuestra contra y no tenemos otra alternativa. La plata no alcanza para taxis y remises. Cada vez que pasa algo así, somos nosotros los que quedamos desprotegidos”, dijo.
Julián Fernández, empleado administrativo, mostró su cansancio al describir cómo este tipo de paros afectan su jornada. “¿Viste lo que es esto? Un desastre. Yo tengo que llegar a la oficina y el tren no va, el subte tampoco… ¡y el colectivo viene que explota de gente! No sé, me parece una tomada de pelo. A nosotros, los que laburamos, nos matan con estos paros. Salgo a las 4 de la mañana y ya estoy renegando. Nos dejan a pata siempre”, comentó a LA NACION.
No todos los afectados son usuarios del transporte público. Leo Rivero, remisero, observó con preocupación el aumento de pasajeros en las paradas de colectivo, ya que esto ha dificultado su trabajo. “No tengo problemas con que hagan paro, pero hoy todos los bondis están llenos y yo no puedo ni parar a cargar pasajeros porque el tráfico es un quilombo. Toda la gente que depende del transporte público está tirada. Está bien que reclamen, pero los laburantes quedamos pagando el pato. Encima después nos putean a nosotros, y la bronca va para otro lado”, relató a LA NACION.
Para Rivero, el paro no solo aumenta la cantidad de pasajeros buscando alternativas, sino que también complica la circulación de aquellos que ofrecen servicios de transporte privado.
Alejandro Ponce, albañil, quien todos los días se levanta a las cinco de la mañana para llegar a la obra, expresó su descontento ante la situación: “Hoy me comí una hora en la parada del colectivo. Ni te cuento cómo venía, ya no entraba nadie. No es justo, loco, nosotros que vivimos lejos siempre somos los que la ligamos peor. Necesitamos que alguien haga algo, porque así no se puede”, dijo.
A medida que avanzaba la mañana, la situación en las estaciones de trenes se volvía más caótica. En Moreno, las largas filas de personas que intentaban abordar un colectivo no solo rodeaban la estación, sino que se extendían hasta cruzar las vías, generando un escenario peligroso en el que muchas personas, entre adultos y niños, quedaban sobre los rieles. La desesperación por encontrar algún transporte que los acercara a sus destinos llevó a que, en algunos momentos, la gente se aglomerara en el paso a nivel, sin espacio para retroceder ni alternativas para evitar el riesgo.
“Es una locura que estemos así, cruzando las vías para hacer fila; nadie tiene idea de qué colectivo tomar y esto no avanza”, comentó uno de los pasajeros, mientras los agentes de tránsito intentaban organizar, sin éxito, a la multitud.
Para Jorge Castillo, técnico en informática, estos paros ya son parte de una rutina agotadora. Vive en Lanús y trabaja en Munro, por lo que depende del transporte público para llegar a su trabajo. “La verdad, ya me cansé de estos paros. La única opción es el bondi, y venimos como si fuéramos ganado. Los gremios siempre dicen que es por sus derechos, pero, ¿y los nuestros? Los que queremos ir a laburar siempre la ligamos. No dan más ganas de nada”, confesó a este medio.
La jornada, marcada por la falta de transporte, la frustración y el cansancio, continúa siendo un reflejo de las tensiones sociales y económicas en Argentina. Mientras tanto, en la estación de Moreno y en cada rincón del conurbano, miles de personas siguen esperando, haciendo fila y luchando por llegar a sus destinos en un país donde el transporte, fundamental para la vida cotidiana, se ha convertido en un campo de disputa entre el gobierno y los gremios.
En Constitución
En la cabecera de Constitución, donde confluyen el tren Roca y el subte C que conecta con Retiro, las puertas permanecen cerradas. Las filas para los colectivos no son tan extensas, ya que estos vehículos circulan con mayor frecuencia para cubrir la demanda, pero aun así la espera se hace notar. Sofía Pérez, una empleada de limpieza, expresó a LA NACION su frustración: “Yo salí temprano de San Justo porque sabía que el tren estaba de paro, así que me vine en colectivo. Llegué a Constitución y recién acá me entero de que tampoco anda el subte. Ya tenía organizado para tomarlo, pero ahora no sé qué hacer. Encima, no me puedo dar el lujo de llegar tarde, porque si no trabajo, no cobro”.
Por otro lado, en los alrededores de Constitución, las escenas de confusión son comunes, con pasajeros que llegan en colectivo esperando poder usar el subte, solo para descubrir que también está afectado por el paro. La situación genera desinformación e incomodidad en los viajeros, quienes buscan alternativas para llegar a sus destinos a tiempo. “Es la misma historia de siempre: cada vez que hay paro, los que necesitamos trabajar somos los que más la sufrimos”, comentó a este medio Raúl Ávila. A su lado, Verónica, quien se desplazó desde Berazategui, destacó la presión de no perder presentismo: “Vine temprano para tomar el colectivo y no llegar tarde, porque si no a mí me sacan el presentismo”.
Para muchos trabajadores, adaptarse a los paros y buscar alternativas se volvió casi una rutina. Daniel Suárez, administrativo de una empresa en el microcentro, compartió con LA NACION su resignación: “Ya estoy acostumbrado a levantarme temprano y a los paros de trenes, así que me vine en colectivo desde Morón. Pero el problema no es solo que falte el tren, sino que cuando llegás acá, tenés que buscar otro colectivo porque no hay subtes. Ni me quiero imaginar cómo va a estar el resto del día”.
Nora Cáceres, quien viajó desde Lanús, mostró su agotamiento: “Vengo desde Lanús, ya sabía que el tren no iba y que iba a ser un día complicado, así que salí bien temprano. Es agotador. Para nosotros los laburantes siempre es lo mismo. Nos movemos como podemos”.
La incertidumbre en torno de los paros de transporte también golpea a los pequeños comerciantes, quienes ven cómo el conflicto afecta sus jornadas de trabajo. Laura Páez, vendedora de indumentaria en el microcentro, compartió su frustración: “Me enteré del paro y salí temprano de Temperley para poder agarrar colectivo. El tren no va, y ya todos sabemos lo que significa: más demoras y más problemas. Llegás a Constitución y no hay subtes. Uno trata de organizarse, pero siempre parece que te faltara algo. Los que dependemos del transporte público estamos cansados de ser los que pagamos las consecuencias”.
En contraste, algunos trabajadores como Javier Ferrero, operario en una planta de autopartes, mostraron comprensión hacia la protesta, destacando la necesidad de los gremios de hacer oír sus reclamos. “A mí también me perjudica el paro, pero entiendo que los trabajadores del transporte están en su derecho. Creo que, si ellos no protestan, nadie va a hacer nada por mejorar sus condiciones. En mi trabajo también nos cuesta que nos escuchen, y la única manera de hacer presión es con un paro. Me parece justo que exijan condiciones dignas, y por eso los apoyo, aunque hoy nos toque esperar”, declaró a LA NACION.