‘Por las paredes’, un estupendo libro de cuentos concebidos a partir de vivencias; tanto las de la isla como las del exilio

Muchos autores han comenzado sus carreras escribiendo cuentos; solo para terminar convertidos en novelistas. La lista es extensa y prestigiosa. Sin embargo, hay otros que decidieron, por las razones que fuesen, seguir escribiéndolos. Ni siquiera sus problemas técnicos (brevedad de las descripciones, ausencia de tramas secundarias y pocos personajes) los hicieron desistir. Ese es el caso del escritor y periodista Luis de la Paz quien, a pesar de haber incursionado brevemente en otros géneros, ha decidido permanecer en su zona de confort literario.

Una prueba de ello es que su libro más reciente, Por las paredes (Editorial El ateje, 2023), es también de cuentos; quizás el mejor de todos los que ha publicado. Es imposible no advertir la confianza y seguridad que Luis de la Paz ha alcanzado como narrador. Los once relatos que componen el volumen están escritos con precisión y en un tono verdaderamente convincente. Y es que sus tramas, sin ser autobiográficas del todo, están concebidas a partir de sus vivencias; tanto las de la isla como las del exilio. Es por eso por lo que resultan tan verosímiles.

En el primer cuento, Páramos alucinantes, se describen las experiencias de un joven recién llegado a través del éxodo del Mariel. Narrado en tercera persona, su argumento parece rebasar, por las detalladas descripciones y las numerosas referencias sociales, no solo el marco de su estructura sino también la esencia de la historia contada. Quizá no haya sido la intención del autor, pero este relato podría ser el germen de una futura novela sobre el Miami de los convulsos años ochenta, cuando el dinero de la droga lo contaminaba todo. Y el último, Hábitat de mi madre, cuenta la vida de una abnegada mujer, estoica y de pocas palabras, que “tenía que ocuparse ella sola de la casa, cinco hijos y un marido siempre enfermo”. La trama, contada en primera persona por el hijo, se desarrolla entre La Habana y Miami. Ambos escenarios están descritos, como debe ser en ficción, con muchos detalles de época. Al final, un antiguo secreto es revelado: “La miré desconcertado, pero no había espacio para indagar nada. Su expresión trazó el semblante más perfecto, doloroso y humano de mi madre”.

portada
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Ambos relatos, en manos de un escritor con menos oficio, no hubiesen alcanzado la excepcional calidad narrativa que poseen. Pero entre el primero y el último, están también los otros. Que son, por decirlo de alguna abarcadora manera, meticulosos y vivenciales retratos de dos ciudades y dos formas de vida. Como el titulado, A partir de un recuerdo, en el que un exiliado cubano rememora los paseos de su niñez con Nila, la loca, en su antiguo barrio habanero de Santos Suárez: “Las caminatas más largas eran cuando Nila me decía vamos para el Puente de Agua Dulce. O vamos hasta la panadería de Toyo”. En realidad, esos viajes formaban parte de un extraño proceso de aprendizaje que consistía en ir descubriendo, paso a paso, el escamoteado pasado republicano del país. Es decir, como en las novelas de iniciación; solo que retrocediendo en el tiempo: “Yo la conocía como la fábrica de galleticas; Nilda le decía La Estrella. Poco a poco me fue explicando que esas industrias tuvieron sus propietarios, y que fueron confiscadas por el gobierno”.

En otros cuentos, como en La Traición, la temática cubana también está presente: “José Luis apareció en Batabanó como estaba previsto. Lo vi caminar por la empolvada calle. ¡Dios mío que flaco está… qué canoso! Sentí tanta pena por él que me puse a llorar. Después de todo fueron doce años preso que no se recuperan jamás”. Lo que sigue es la dramática confesión de la mujer que lo envió a la cárcel. La misma que lloró al verlo llegar derrotado a su pueblo natal.

Por las paredes es un estupendo libro de cuentos cuyas historias, a pesar de ser recurrentes en la literatura cubana del exilio, nos resultan casi desconocidas. Como si nunca hubiésemos oído hablar del período especial ni de las nostálgicas reminiscencias del destierro. Y es que De la Paz, al utilizar diferentes técnicas narrativas, las hace parecer renacidas. Son así de buenas. ¿Quién dijo que el cuento es un género menor?