El papa afirma que un poderoso bando de Estados Unidos propone una visión reducida y retrógrada de la Iglesia

ROMA — El papa Francisco ha manifestado, en términos inusualmente mordaces, su consternación por “una actitud muy firme, organizada y reaccionaria” en su contra dentro de la Iglesia católica estadounidense, la cual está obsesionada con temas sociales como el aborto y la sexualidad y excluye el cuidado a los pobres y al medioambiente.

El papa lamentó lo “retrógrado” de algunos conservadores estadounidenses que, según él, insisten en mantener una visión reducida, obsoleta e inalterable. El pontífice mencionó que estos se rehúsan a reconocer todo el alcance de la misión de la Iglesia y la necesidad de que, con el tiempo, la doctrina cambie.

“Me gustaría recordarles a estas personas que lo retrógrado es inútil”, le dijo Francisco, de 86 años, a un grupo de jesuitas en una reunión por las celebraciones de la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa a principios de este mes. “Al hacer esto, se pierde la verdadera tradición y se recurre a las ideologías con el fin de tener apoyo. En otras palabras, las ideologías sustituyen a la religión”.

Sus palabras se hicieron públicas esta semana cuando la revista jesuita autorizada por el Vaticano La Civiltà Cattolica publicó una transcripción de esa conversación.

Sus comentarios fueron una exposición inusitadamente explícita de la añeja queja del papa acerca de que la inclinación ideológica de algunos líderes católicos estadounidenses los ha convertido en guerreros de la cultura en vez de pastores, y estos les ofrecen a los creyentes una visión distorsionada de la doctrina de la Iglesia y no una religión saludable e integral. Esto se ha convertido en un tema muy importante de su papado en el cual considera que está haciendo avanzar a la Iglesia mientras que sus equivocados críticos conservadores intentan frenarla.

En 2018, un documento muy importante llamado la exhortación apostólica sobre el tema de la santidad, Francisco escribió explícitamente que la atención a los migrantes y a los pobres es una labor tan sagrada como la de oponerse al aborto. “Nuestra defensa de los inocentes no nacidos, por ejemplo, debe ser clara, firme y apasionada”, escribió. “Sin embargo, igualmente sagradas son las vidas de los pobres, los que ya nacieron, los desamparados, los abandonados”.

El papa ha exhortado a los sacerdotes a acoger a las personas homosexuales, divorciadas y vueltas a casar y a trabajar para ellas, y ha hecho un llamado a todo el mundo a combatir el cambio climático, calificándolo como una cuestión moral. Francisco tiene programado ir a Mongolia el jueves en un viaje que pondrá de relieve el diálogo entre las religiones y la protección al medioambiente, temas que están muy alejados de la lista de prioridades de muchos conservadores estadounidenses.

Durante casi una década, los críticos conservadores del papa Francisco lo han acusado de conducir a la Iglesia por un mal camino y de debilitar la religión con un énfasis pastoral confuso que difuminó —o en ocasiones borró— las tradiciones y los preceptos fundamentales de la misma. Algunos obispos estadounidenses han emitido, con diversos grados de alerta, advertencias públicas sobre la dirección del Vaticano, y han tenido discrepancias con el papa acerca de cosas que van desde la liturgia y los estilos del culto, hasta la importancia fundamental de oponerse al aborto dentro de la religión católica, pasando por la política estadounidense.

En el prefacio de un libro publicado este mes, el cardenal Raymond Burke, un exarzobispo estadounidense y funcionario del Vaticano que se considera un líder de los conservadores católicos, escribió que Francisco corría el riesgo de llevar a la Iglesia a un cisma, a una ruptura definitiva. Burke escribió que el peligro era un próximo concilio de obispos que se realizará en octubre, convocado por el pontífice para promover la inclusión, la transparencia y la rendición de cuentas, el cual incluirá a personas laicas, entre ellas a algunas mujeres.

En el libro, que insinúa que esta reunión abrirá una “caja de Pandora” de problemas, Burke escribió que una colaboración así desde los cimientos origina “confusión y error, además de sus frutos, sin duda el cisma”.

El obispo Joseph Strickland, quien encabeza una pequeña diócesis en el este de Texas y se ha convertido en uno de los críticos más acérrimos del papa, lo ha acusado de debilitar la religión católica y ha exhortado a Francisco a que lo despida. El obispo está bajo investigación por parte del Vaticano por su conducción de la diócesis.

En una carta pública difundida la semana pasada, Strickland advirtió que muchas “verdades fundamentales” de la doctrina católica serían cuestionadas en el concilio, e insinuó de manera ominosa una ruptura irreversible. Advirtió que quienes “propongan cambios a lo que no puede ser cambiado son los verdaderos cismáticos”.

Muchos de los líderes conservadores actuales fueron promovidos en la Iglesia más doctrinaria de San Juan Pablo II y del papa Benedicto XVI. Ellos han acusado a Francisco, de origen argentino, de ser antiestadounidense y anticapitalista, y de alejar a la Iglesia de sus preceptos básicos.

Pero, en su década como papa, este ha argumentado de manera constante que la Iglesia era parte de la historia y no un baluarte derivado de ella, y que tenía que abrirse y estar en medio de la gente para recoger sus problemas y responder a ellos.

Al hablar con los sacerdotes portugueses este mes, Francisco señaló que, a través de los siglos, la Iglesia ha cambiado sus posturas en cuanto a temas como la esclavitud y la pena de muerte.

“La visión de la doctrina de la Iglesia como un monolito es errónea”, afirmó. “Cuando se retrocede, haces que algo se cierre, y se desconecte de las raíces de la Iglesia”, lo que erosiona la moralidad.

Sus comentarios fueron una respuesta a la pregunta de un jesuita que dijo que, cuando estuvo un año en Estados Unidos, se quedó sorprendido por las duras críticas del papa a algunos católicos, incluso a los obispos.

Para algunas personas, “la situación de los migrantes, por ejemplo, es un problema menor”, comentó. “Algunos católicos lo consideran un asunto secundario comparado con las ‘graves’ cuestiones bioéticas”.

Pero concentrarse en temas de moralidad sexual y despreciar los asuntos de justicia social va en contra de su visión de la verdadera Iglesia, aseveró.

“Se entiende que un político que busca votos diga eso”, añadió. “Pero no que lo diga un cristiano”.

c.2023 The New York Times Company