Mi padre repudió a Nixon después del Watergate. ¿Cómo pueden los partidarios seguir con Trump? | Opinión

“Escucha esto, es importante”.

Era el verano de 1973, y cada tarde mi padre me recogía del campamento en St. Anselm’s en Brooklyn. Cuando me subía al asiento delantero de nuestro auto, él escuchaba las audiencias de la investigación de Watergate en el Senado.

“Presta atención”, me decía mi padre.

Mientras volvíamos a casa, me ponía al corriente de quiénes habían testificado y qué habían dicho. Aquel verano cumplí 11 años y no entendía muy bien las audiencias, pero era evidente que significaban mucho para mi padre, así que eso me bastaba.

Como todos los miembros de mi familia, mi padre era republicano y votó con gusto dos veces por Richard Nixon. El nuestro era un hogar de clase obrera, parte de la llamada Mayoría Silenciosa de Nixon.

De hecho, el primer empleo que tuve fue trabajar en el Comité para la Reelección del Presidente en 1972. Cada domingo por la mañana colocaba folletos de la campaña de Nixon en los parabrisas de los autos en los estacionamientos de las numerosas iglesias católicas de mi barrio. Daba una vuelta para la misa de las 9, para la de las 10 y para la de las 11. Me pagaban $5 en efectivo por cada 100 volantes que distribuía, lo que era un buen dinero para un niño de 10 años. Solo por eso, habría votado por Nixon.

Pero en el verano de 1973, me di cuenta de que algo había cambiado. Mientras volvía a casa cada día con mi padre, él escuchaba atentamente las audiencias. A veces, después de encontrar un sitio para estacionarse, se quedaba sentado con el motor en marcha porque estaba absorto en los testimonios. Y, con cada testigo, empezó a darse cuenta de que el hombre al que amaba, el hombre al que tantas veces había defendido, había traicionado al país.

En el verano siguiente, mientras el Senado se movilizaba para impugnar a Nixon, mi padre estaba cada vez más deprimido y enfadado, no tanto con Nixon, sino consigo mismo. ¿Cómo pudo estar tan equivocado sobre este hombre?

Después de la dimisión de Nixon en 1974, recuerdo que me senté con mi padre en la mesa de la cocina y me dijo que, después de haber sido engañado por Nixon, ya no confiaba en su propio juicio cuando se trataba de políticos. Había dejado de votar. No iba a correr el riesgo de elegir a otro charlatán.

“Tienes que hacerlo mejor”, me dijo. El hecho de que no pudiera votar hasta seis años después no tenía importancia.

He estado pensando mucho en mi padre y en esos viajes en auto, mientras veía cada una de las nueve audiencias del comité del 6 de enero. Ojalá estuviera aquí hoy para poder hablar con él sobre ellas, pero murió cuando yo tenía 19 años.

Así que no puedo dejar de preguntarme: ¿Están viendo los partidarios de Donald Trump las audiencias con la misma apertura que mi padre escuchó las audiencias del Watergate?

Me da miedo la respuesta. Sin apego a los hechos, nos hemos desviado tanto de la doble línea amarilla de la razón en los últimos años que no estoy seguro de que sea posible que la gente reciba información y la evalúe honestamente. Y, sin embargo, eso es exactamente lo que se necesita en nuestro país en este momento.

“Debemos recordar que no podemos abandonar la verdad y seguir siendo una nación libre”, dijo la congresista Liz Cheney al final de la última audiencia.

Cheney ha usado las audiencias para tratar de convencer a sus compañeros republicanos de que miren los hechos, argumentando que aquellos que se aferraron a la “Gran Mentira” el 6 de enero de 2021 no son villanos por creer que las elecciones fueron robadas. Por el contrario, sostuvo que muchos fueron víctimas de un presidente que abusó de su confianza.

Incluso la gente buena puede ser engañada, dijo.

Ojalá alguien le hubiera dicho eso a mi padre hace 49 años. Tal vez no habría estado tan enfadado y decepcionado consigo mismo.

Nunca es fácil admitir que te han engañado. Y, lamentablemente, siempre habrá quienes prefieran vivir en una realidad alternativa para justificar sus propios prejuicios o creencias partidistas. Pero mi padre no era uno de ellos. Fue lo suficientemente sabio como para entender que no podía simplemente ignorar la verdad no deseada sobre el presidente que amaba.

Es una lección que se necesita hoy más que nunca.

Jim DeFede es reportero de CBS Miami y presentador de “Facing South Florida”, que se emite los domingos por la mañana. También fue columnista del Miami Herald.

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