El pánico de los monstruos de Antonia Eiriz llega al teatro en “Papier mâché”

Con obras grises como “La Anunciación”, “Ni muertos”, “El vaso de agua”, “El dueño de los caballitos” y, sobre todo, “Una tribuna para la paz democrática”, la pintora Antonia Eiriz (La Habana, 1929-Miami, 1995) se convirtió en la Cuba de los años 60 en una artista que metía miedo, cuando lo que esperaban de ella los comisarios políticos era que usara colores vivos para pintar aplausos.

Porque, no faltaba más, había llegado la revolución.

Pocas veces la frase “metía miedo” habrá tenido una triple significación tan curiosa. Antonia Eiriz metía miedo porque pintaba monstruos, porque lo hacía con un talento descomunal, y porque asustaba demasiado a los coleccionistas oficiales. En tiempos de revolución, cómo va una artista a fijarse en el lado oscuro de las cosas, aunque sea el íntimo. Para caprichos y pinturas negras, basta con Goya.

Así fue como sus monstruos empezaron a sentir pánico.

Lo que vino luego fue un retraimiento que la hizo dejar de pintar. Dispuesta a volver de alguna manera al mundo del arte, Eiriz abrió en su casa del barrio habanero de Juanelo un taller-escuela de papel maché, la técnica artesanal que usa pasta de papel para hacer figuras decorativas, y a veces no tan decorativas.

Aquí entra en la historia el dramaturgo y director teatral cubano residente en España Carlos Celdrán, cuya obra “Papier mâché”, basada en la vida de Eiriz, se estrena bajo su dirección el jueves 1ro de agosto en el Westchester Cultural Art Center.

En Miami vimos hace exactamente un año dos obras suyas anteriores a esta: “Foro”, en la edición 37 del Festival Internacional de Teatro Hispano de Miami, y “Hierro”, una desafiante y sabia desmitificación del apóstol de la independencia de Cuba, José Martí.

“El papel maché fue su refugio artístico y personal”, dice Celdrán desde Madrid en entrevista con Artburst Miami refiriéndose a Eiriz. “El retiro y el encierro, su vida de mujer introvertida con un mundo muy particular… Podía ser timidez, pero también pudo haber sido el resultado de una decisión personal de alejarse y de hacerse un mundo aparte”.

Reclusión y rechazo

Porque, explica el autor y director de la obra, Antonia Eiriz era una mujer tímida, pero también fue alguien que puso barreras a lo que se podía contar sobre ella.

“Mucha gente intentó acercársele con la idea de explicar qué fue lo que le había ocurrido exactamente en el caso de ‘Una tribuna para la paz democrática’, el cuadro que dio inicio a la censura de su obra -porque ni siquiera está claro si le dijeron expresamente ‘estás censurada’-, o sobre el papel de la oficialidad cultural, empezando por la crítica feroz de José Antonio Portuondo”, cuenta Celdrán.

Nunca aceptó contárselo a nadie, agrega, y la obra teatral parte justamente de ahí, de esa reclusión y de ese rechazo a explicar lo que le había sucedido.

“Simplemente se retiró, dejó de pintar”, continúa. “Lo que el público verá en escena es una entrevista de un director teatral -que pudiera ser un alter ego mío, pero no soy yo, porque no llegué a conocerla personalmente- hablándole después de que ella ganara la Beca Guggenheim, cuando ya vivía en Miami, donde volvió a pintar al cabo de 25 años sin hacerlo”.

Entonces le empiezan a organizar una exposición en el Museo de Fort Lauderdale que no pudo ver, relata, porque sufrió el infarto que le costó la vida. En ese periodo concedió la entrevista que fue uno de los tantos materiales consultados por Celdrán para escribir la obra.

“En esa entrevista dice una frase que para mí fue reveladora: ‘Cuando yo entendí que para ellos mi obra era problemática, hasta yo misma me lo creí”, cuenta el dramaturgo. “Creo que ella puede haber padecido ese tipo de confusión que genera la censura y, por supuesto, también está la altura ética de no querer colaborar y de no querer entrar más en esos espacios” bajo control de los comisarios políticos.

El personaje de este director teatral llega a ella en la casa de la sobrina en Coral Gables, donde vivía. Inicialmente Antonia Eiriz se resiste, pero luego va contando lo que, a partir de una exhaustiva investigación, el autor de la obra cree que pudo haber revelado.

“Lo que pasó con Portuondo, lo que pasó con la crítica de arte mexicana Raquel Tibol cuando Antonia llevó una exposición a México”, describe Celdrán; “los ataques del pintor Raúl Martínez, que la acusaba de subjetivismo y de introversión, de estar haciendo una obra neurótica, depresiva y existencialista en momentos épicos; esa crítica también fue muy funesta para ella”.

‘Hay muy pocas biografías’

Todas esas cosas están en “Papier mâché”, mientras el personaje del director teatral trata de vender el proyecto de una obra sobre Antonia Eiriz a productores de teatro en Madrid y otras ciudades.

“Vamos viendo cómo él explica por qué la obra es muy interesante”, cuenta Celdrán. “Él quiere contar la vida de Antonia, todo el mundo le pregunta por qué, y a la vez transcurre la entrevista con ella y la relación que se va creando entre los dos, con ella desde la resistencia a hablar ya mayor, ya agotada, pero pintando de nuevo en Miami para esa exposición que nunca llega a ver”.

Las preguntas que el personaje del director le hace a la pintora son las dudas que él mismo tiene, subraya Celdrán. Igual que hizo para escribir “Hierro” sobre José Martí, los diálogos de “Papier mâché” salen de los resultados de su investigación al revisar cartas, confesiones, testimonios y toda la información disponible sobre la artista.

“Hay muy pocas biografías, hay muy pocos libros a fondo sobre muchas personas que han ido desapareciendo sin que sepamos lo suficiente sobre ellas”, comenta Celdrán. De hecho, en la obra “el personaje del director se queja de la falta de testimonios que le permitan reconstruir la vida de Antonia Eiriz”.

En alguna medida, el taller de papel maché “fue una labor preciosa que le dio sentido a su vida”, asegura el autor y director de la obra, pero también era “un gesto de mutilación, de autocastigo” y una forma creativa de neutralidad política.

“Volvía a ser querida, ahora en una posición menos espinosa; en lugar de la pintora expresionista que hacía aquellos cuadros agresivos sobre la realidad y permanecía encerrada con sus demonios, se convirtió en la anfitriona de una casa llena de niños, de vecinos, de amigos”, añade. “Se volcó a lo contrario, a la fiesta y a la alegría popular, y en eso encontró una forma de sobrevivir”.

Pero, al menos en la obra, el quid de la cuestión está en si el personaje del director queda satisfecho con las respuestas. Lo que dice todo el tiempo es “yo quiero entenderla, yo quiero entenderla”. Así, poco a poco la va presionando, va sacando algunos de los textos que jugaron un papel en la campaña de censura contra ella, y eso la lleva a una reflexión final.

“Una reflexión sobre el comportamiento del intelectual y su verdad frente al poder, frente al aparato de censura, frente a todo lo que le pasó a ella, sobre la ética”, anticipa Celdrán. “La obra tiene varias capas que intentan tocar todo eso, pero ninguna es conclusiva; todas componen un cuadro que trata de revivir a Antonia y su circunstancia, de homenajear a Antonia, como una forma también de pensarnos a nosotros mismos”.

Estreno mundial de “Papier mâché”, escrita y dirigida por Carlos Celdrán sobre la pintora cubana Antonia Eiriz, en una producción de Arca Images, Miami Dade County Auditorium y The Roxy Theatre Group, Westchester Cultural Arts Center, 7930 SW 40th St., Miami, FL 33155. La edad mínima es de ocho años y los asientos serán por orden de llegada. Del jueves 1ro al domingo 11 de agosto; viernes y sábados 8:30 p.m., domingos 3:00 p.m. Boletos $38.53, www.arcaimages.org/tickets/. Más información: www.arcaimages.org

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