Oppenheimer español: La nueva trampa electoral del dictador de Venezuela

Justo cuando parecía que el dictador venezolano Nicolás Maduro había usado todos los trucos imaginables para robarse las elecciones del 28 de julio, ha implementado una nueva trampa para evitar una victoria opositora: hacer casi imposible que voten millones de venezolanos en el exterior.

Hay casi 8 millones de venezolanos que han abandonado el país en los últimos años, huyendo de la debacle económica y la represión política. Y según un nuevo estudio realizado por tres organizaciones no gubernamentales venezolanas, la mayoría de los exiliados no están pudiendo registrarse para votar en los consulados venezolanos en el extranjero.

Los tres grupos —Alerta Venezuela, Espacio Público y Voto Joven— dicen que, excluyendo a los menores de edad, cinco millones de los casi ocho millones de exiliados venezolanos tienen derecho a votar en el extranjero, pero el régimen de Maduro se los está impidiendo.

Y otros 4 millones de venezolanos que viven en su país tampoco pueden registrarse para votar porque han cambiado de dirección o sufren otras trabas, afirman.

Esto significa que al 25 por ciento de todos los votantes, o uno de cada cuatro, no se le permitirá votar, me dijo el líder opositor Leopoldo López en una entrevista.

“Solo 69,000 personas pudieron inscribirse”, me señaló López. “Evidentemente, es mucho más que una traba. Se ha hecho imposible la posibilidad de que los venezolanos en el exterior se pudiesen registrar para votar”.

En Estados Unidos, donde viven más de 500,000 venezolanos, no hay consulados venezolanos donde registrarse o votar. El régimen de Maduro rompió las relaciones diplomáticas con Washington en 2019.

En algunos países que tienen consulados venezolanos, como España, las misiones diplomáticas venezolanas tienen un solo empleado para atender a miles de personas que quieren registrarse. Las filas son tan largas que muchos votantes potenciales se dan por vencidos, y se van.

Y, para colmo, la fecha límite para registrarse ya pasó, recalcó López, que tras cuatro años de prisión se exilió en España.

Antes de esta última artimaña electoral, el régimen de Maduro había inhabilitado a la líder opositora María Corina Machado postularse para la presidencia. Machado había ganado en octubre unas primarias de la oposición con alrededor del 92 por ciento de los votos.

Cuando Machado posteriormente nombró a una candidata sustituta para presentarse en su lugar, el régimen de Maduro le impidió registrarse. Ahora, Machado y los principales partidos de opositores han escogido un nuevo candidato sustituto, el diplomático retirado Edmundo González Urrutia, de 74 años.

Pese a todos estos impedimentos, López me dijo que confía en que la oposición ganará las elecciones. “La gente quiere un cambio como nunca antes”, me dijo.

Una encuesta de la firma Meganálisis del 29 de abril muestra que el 32 por ciento de los votantes apoya a González Urrutia, mientras que solo el 11 por ciento apoya a Maduro. Otras encuestas citadas por la oposición dicen que casi el 80 por ciento de los votantes apoya González Urrutia.

Lopez me dijo que su principal preocupación es que Maduro suspenda las elecciones, usando cualquier excusa, por miedo a perderlas. Es una especulación que también escucho cada vez más frecuentemente en círculos diplomáticos estadounidenses y latinoamericanos.

El presidente Biden merece crédito por reactivar recientemente las sanciones petroleras a Venezuela que había levantado temporalmente para darle a Maduro una oportunidad de hacer una elección justa. Pero es hora que Biden denuncie personalmente la farsa electoral de Venezuela, para subirle el perfil al tema, en lugar de dejar esa labor a sus subordinados.

Biden debería venir a Miami, fotografiarse en un restaurante de arepas venezolanas y exigir unas elecciones justas en Venezuela. Además, debería ordenar al Secretario de Estado, Antony Blinken que visite Brasil y Colombia, para pedirle a sus presidentes —amigos de Maduro— que presionen al gobernante de Venezuela para que permita unas elecciones creíbles.

A toda la región le conviene que hayan elecciones justas, entre otras cosas porque una nueva reelección fraudulenta de Maduro podría empeorar la crisis del país, y hacer que millones más de venezolanos huyan a países cercanos. Por más trampas que ponga Maduro para robarse esta elección, hay que apostarle a la democracia.