La oposición en Nicaragua se reorganiza para dar batalla a Ortega en el nuevo mandato

Los vecinos ven la toma de posesión del presidente Daniel Ortega, en una pantalla gigante en un parque en el barrio Julio Buitrago de Managua, Nicaragua, el lunes 10 de enero de 2022. (AP Foto/Andres Nunez)
Los vecinos ven la toma de posesión del presidente Daniel Ortega, en una pantalla gigante en un parque en el barrio Julio Buitrago de Managua, Nicaragua, el lunes 10 de enero de 2022. (AP Foto/Andres Nunez)

CÚCUTA, Colombia.– Ni borrón ni cuenta nueva. La propuesta de Daniel Ortega al iniciar su cuarto mandato de olvidar todo lo sucedido desde que comenzara la rebelión popular de 2018 ha obtenido una negativa mayoritaria de la oposición nicaragüense, resumida en las palabras desde el exilio de Kitty Monterrey, presidenta nacional de Ciudadanos por la Libertad (CxL): “No es posible un borrón y cuenta nueva, Nicaragua ha entrado en una nueva etapa y esa etapa no lo admite”.

“Ni perdón ni olvido”, ratificó la socióloga Sofía Montenegro.

Los motivos son realmente de peso: más de 350 asesinatos, 167 presos políticos incluidos los siete precandidatos presidenciales, miles de detenciones arbitrarias, torturas, abusos sexuales, más de 150.000 exiliados… Y todo ello con un presidente ilegítimo que ha usurpado el poder en medio de una especie de estado de sitio no declarado pero sí de facto, en el que persecución, cárcel y censura han golpeado duramente a la oposición hasta fragmentarla.

“Como decía Félix, Nicaragua necesita justicia con memoria. Para alcanzar la paz (en el siglo pasado) se hizo un borrón y cuenta nueva y proseguimos sobre las heridas olvidadas del pasado. ¿Cómo vamos a decirles a las madres de los asesinados que hagamos borrón y cuenta nueva y que aquí todo siga normal? Es una muestra más del sistema autoritario”, protestó Berta Valle, mujer del encarcelado Félix Maradiaga, líder de la Unidad Nacional Azul y Blanco y uno de los aspirantes presidenciales que cumplen más de siete meses en prisión.

El llamado del caudillo sandinista al “aquí no ha pasado nada” llega tras los primeros escarceos para abrir una mesa de diálogo con empresarios decididos a convivir con el régimen. Otra vez cantos de sirena para ganar tiempo y consolidar así su posición de dominio, sabedor Ortega de que sus pies económicos son de barro: el rebote de la pandemia permitió en 2021 una subida del 5% del Producto Bruto Interno (PBI), como en toda América, pero las previsiones para este año aventuran que diciembre acabará con números rojos otra vez.

Respaldo internacional

Ortega cuenta para paliar la coyuntura nacional con el respaldo férreo de los otros dictadores del continente, pero sobre todo con los “bad guys” internacionales, como Rusia, Irán y China. A la primera se le ofrece como una pieza más, junto a Cuba y Venezuela, en el peligroso tablero geoestratégico de 2022. Y con el gigante asiático vive una luna de miel diplomática, incluida la expropiación de la antigua legación de Taiwán, que fue donada a la Iglesia Católica. Desde el búnker de El Carmen consideran que el poder económico chino y su capacidad para hacer negocios compensará la crisis del modelo económico que estalló en 2018.

Nicolás Maduro, el iraní, Mohsen Rezai, Daniel Ortega y el cubano Miguel Díaz-Canel
Nicolás Maduro, el iraní, Mohsen Rezai, Daniel Ortega y el cubano Miguel Díaz-Canel


Nicolás Maduro, el iraní, Mohsen Rezai, Daniel Ortega y el cubano Miguel Díaz-Canel

Ya antes de las palabras de Ortega, la oposición nicaragüense buscaba una hoja de ruta para enfrentar a la tiranía sandinista. “Las organizaciones opositoras estamos en conversaciones para construir juntos una estrategia que nos permita enfrentar juntos a la dictadura para impulsar un cambio democrático en Nicaragua por la vía cívica y pacífica”, desveló a LA NACION María Asunción Moreno, candidata presidencial en el exilio y miembro del Consejo Ejecutivo de la Alianza Cívica.

La apuesta pasaría “por un diálogo en el que además de participar las fuerzas opositoras democráticas, participen como observadores y garantes la iglesia y la comunidad internacional previa muestras de una verdadera voluntad política por parte de Ortega, quien debe liberar a todos presos políticos”, añadió la dirigente opositora.

Un camino de resistencia cívica y pacífica que requiere superar errores pasados para alcanzar un acuerdo nacional, aseguran en el interior de las organizaciones. La consabida unidad nacional que de forma tan certera socavan los gobiernos revolucionarios en Cuba, Venezuela y la propia Nicaragua.

“La oposición se encuentra en su punto de mayor debilidad organizativa, tras haber sido descabezada por la cárcel, la persecución y el exilio forzado”, subrayó Carlos Fernando Chamorro, hijo de la expresidenta Violeta Barrios, la “Madre de la Democracia nica”.

La propia familia del periodista resume la actual situación en el país centroamericano: su hermana Cristiana, gran favorita para ganar las elecciones, permanece confinada en su propio hogar, y su hermano Pedro Joaquín está encarcelado, tras ser detenido cuando se avizoraba como otro candidato presidencial. Él mismo tuvo que huir del país cuando los represores ya estaban dispuestos a capturarlo.

El ejemplo venezolano, la instauración de un gobierno encargado con reconocimiento internacional, queda muy lejos de Managua. No obstante, cuentan con el apoyo decidido de Estados Unidos y Europa, como demostraron con la nueva oleada de sanciones horas antes de la autocoronación de Ortega bajo el soporte del fraude electoral de noviembre.

Y pese a que la presión internacional continuará, incluso se incrementará (la oposición ha reclamado “acciones coordinadas”), el asedio gubernamental contra la oposición ha conseguido reducir tanto las protestas como su capacidad de maniobra, arrebatándole herramientas para continuar su lucha. Por un lado la ruta electoral está cerrada y, por otro, sus voces más poderosas están silenciadas o en la cárcel.

El respetado sociólogo Óscar René Vargas, buen conocedor de las entrañas del sandinismo, apuesta por la creación de una plataforma reivindicativa en la que se mezclen demandas económicas y políticas para “superar la impresión de parálisis, desmoralización, impotencia y darle un sentimiento de confianza al movimiento social. Es decir, una plataforma reivindicativa con objetivos políticos”. Un objetivo que todavía parece muy alejado.