¿Hay oposición a Nayib Bukele en El Salvador? Los partidos al borde de la desaparición que se aferran a una ilusión
SAN SALVADOR.- “Puedo estar comiendo con un candidato a presidente y ni darme cuenta”, dice Samuel, un abogado salvadoreño de 49 años, que prefiere resguardar su identidad por temor a represalias por su postura política. Samuel no votará al presidente Nayib Bukele en las elecciones del domingo en El Salvador, y todavía no sabe siquiera si irá a votar. Si fuera, optará por el nulo.
El abogado, aunque intenta, no puede decir ni uno de los cinco nombres que figurarán en la boleta única presidencial del domingo junto con el de Bukele, cuya postulación a la reelección inmediata es cuestionada porque la Constitución tiene seis artículos que la prohíben.
No es que a Samuel no le interese la política; es que no le interesa quiénes son esos otros candidatos. “Sé de los partidos de los que vienen y con eso me alcanza. Por eso ganó Bukele. Porque sabemos que esos partidos representan a lo peor del país”, argumenta ante LA NACION. Además, tampoco los investigó porque da por descontado que ganará Bukele, de quien reconoce la eficacia de su política de seguridad, pero a quien no votará porque considera que está convirtiendo a su país en una dictadura.
#Elecciones2024Sv | Tu participación cuenta.
Acá te presentamos las formas válidas de votar, para elección presidencial y de Asamblea Legislativa. pic.twitter.com/0MQ6n0PCt8— TSE El Salvador (@TSEElSalvador) January 31, 2024
Los candidatos de la oposición a la presidencia no solo se enfrentan a números escuálidos en las encuestas –ninguno supera el 5%- sino que además cuentan con un alto nivel de desconocimiento. Son cinco los que corren en esta carrera con ganador anunciado y reglas preferenciales hacia el candidato oficialista: Joel Sánchez, de Alianza Republicana Nacionalista (Arena); Manuel “El Chino” Flores, del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN); José Renderos, del partido Fuerza Solidaria; Luis Parada, de Nuestro Tiempo; y Marina Murillo, de Fraternidad Patriótica Salvadoreña.
“Los que podrían ser la oposición simplemente están luchando para no desaparecer del mapa político. Oposición como tal no hay. Ni siquiera hay debate en la Asamblea porque Bukele tiene el control”, dice a LA NACION Ana María Méndez, directora para Centroamérica de la Oficina de Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA), y advierte que El Salvador va camino a convertirse en un sistema de partido único. “Hay una desigualdad de las condiciones de los demás partidos con Bukele, que tiene todo el aparato a su favor, incluida la Justicia”, cuestiona.
En la misma línea, Laura Andrade, directora del Instituto Universitario de Opinión Pública (Iudop), dice “hay una brecha no solo de información sino de alcance de los mensajes” y manifiesta su preocupación porque “la sociedad está siendo absorbida por las publicaciones de Nueva Ideas”, el partido de Bukele.
Según sus estudios, 76 de cada 100 personas en El Salvador tiene registro de los mensajes del oficialismo en esta campaña, mientras que, en relación a los otros partidos, ese número desciende considerablemente. Un factor que también complicó la oposición es que no recibieron los recursos para hacer campaña como lo hicieron candidatos del partido de Bukele, según especialistas. En las calles, de hecho, apenas se ven carteles partidarios, muchos de ellos con el fondo azul característico de Nuevas Ideas. “El pueblo organizado acompañando a su presidente, Nayib Bukele presidente”, dice un gran anuncio sobre una avenida de esta capital, que lleva la firma de Poder Popular El Salvador y la imagen oficial del mandatario.
Además, en una campaña en la que Bukele apenas recorrió las calles y volvió a acudir a las redes sociales como su gran megáfono, el oficialismo instaló la idea de que si la oposición –a través de cualquier representante- ganara más espacios, liberarían a las temidas pandillas de las cárceles y El Salvador volvería a un pasado que nadie anhela. La campaña del miedo, como la llaman los opositores.
Aún falta muchísimo por hacer, pero paso a paso resolveremos décadas enteras de saqueo y abandono… pic.twitter.com/9Yz4BI93aU
— Nayib Bukele (@nayibbukele) February 2, 2024
Un vínculo difícil
Bukele siempre mantuvo una relación más que tensa con la oposición. Los dos años que enfrentó un Congreso sin mayoría fueron complejos. El día del quiebre total fue el 9 de febrero de 2020, cuando, enojado porque no le aprobaban un presupuesto para su plan de seguridad, tomó la Asamblea Legislativa rodeado de militares, en una actitud temeraria. Al año siguiente arrasó en las legislativas y entonces empezó el ocaso de una oposición: Nuevas Ideas contaba con 64 de los 84 escaños y todos sus proyectos pasaban sin debate alguno.
“La Asamblea Legislativa se volvió una pasapapeles de la Casa Presidencial, que aprueba todo y no propone nada y desconoce e ignora las iniciativas de otros sectores”, dice a LA NACION, con frustración, Anabel Belloso, diputada de la exguerrilla FMLN.
“Los proyectos que presentamos quedaban invisibilizados totalmente. Es un atentado a la democracia, al derecho de las personas de ser representados. La gente nos pide que seamos su voz, la gente quiere que la Asamblea funcione como debe ser”, suma Claudia Ortiz, de Vamos, quien busca en esta elección otro mandato.
Peligro de extinción
Los partidos tradicionales venían de una caída en picada, que dejó tierra fértil para el surgimiento de un líder outsider. O que se vendió como tal. Porque Bukele en realidad surgió de uno de esos partidos tradicionales: su lanzamiento en la política fue con el FMLN en Nuevo Cuscatlán, un pequeño municipio a las afueras de San Salvador. Pero el espacio izquierdista lo expulsó en 2017 y él empezó un discurso contra los partidos que hizo mella en un país donde la pobreza y la violencia arreciaban. Así logró romper el bipartidismo después de veinte años de gobierno de Arena, de derecha, y diez del FMLN tras la guerra civil en el país que terminó en 1992.
Según una encuesta de Iudop publicada en enero, al ser consultados por los partidos por los que nunca votarían para presidente, 43,3% de los salvadoreños respondieron por el FMLN y 27,1%, por Arena. En tercer lugar estaba el oficialismo, con solo 5%.
En junio pasado llegó otra noticia desalentadora para la oposición: el oficialismo aprobó cambios al Código Electoral para reducir el número de diputados del parlamento de 84 a 60 y cambiar la fórmula para asignar las bancas de Hare al D’Hondt, el que se usa en la Argentina, un cambio que según los especialistas electorales afecta a los partidos más chicos. De hecho, un ejercicio de proyección del consorcio de organizaciones y universidades Observa El Salvador señala que, de no aplicarse los cambios, todos los partidos de oposición obtendrían al menos una representación. En cambio, en este nuevo escenario, las encuestas le dan al gobierno de Bukele hasta 58 legisladores de un total de 60.
Esta es la reforma que elogió este viernes el ministro de Interior, Guillermo Francos, cuando, en medio del debate por la ley ómnibus, dijo que en la Argentina “habría que pensar si no tenemos un Congreso demasiado grande”. El funcionario habló de la necesidad de ahorrar dinero público y tomó como modelo la reforma de El Salvador, pero dijo que el proyecto todavía no está en la agenda del gobierno de Javier Milei.
“Dijeron que el cambio era para ahorrar pero eso es mentira porque el presupuesto de la Asamblea no presenta un ahorro tan significativo. Era para mantener más control a pesar del desgaste que ha tenido el partido de gobierno; hay muchísima gente descontenta porque se les ha afectado de manera económica y sus derechos civiles”, señala Ortiz.
Escuchar a la gente es una de las funciones más importantes de los diputados.
Hoy escuchamos las necesidades de una colonia en Soyapango. Agua potable, alumbrado público y escrituras de propiedad deben ser prioridad. pic.twitter.com/VtweK5GBhz— Claudia Ortiz (@ClaudiaOrtizSV) February 2, 2024
La cantidad de votos que cada partido obtendrá en la elección legislativa será clave para su futuro: según la ley electoral, un espacio debe obtener un mínimo de 50.000 votos o lograr al menos un escaño para mantener su personalidad jurídica.
“Yo tengo una expectativa muy positiva porque la gente sabe que no es sano darle el poder a una sola persona. Y eso es distinto que en 2021″, señala Belloso.
Las elecciones municipales, que serán en marzo, terminarán de darle forma a la estrategia: los municipios pasarán de ser 262 a 44, en un ajuste que según el gobierno permitirá ahorrar 250 millones de dólares al año, pero que para la oposición fue un diagrama pensado para concentrar más poder.
En busca de una sorpresa
Para hacer frente a este partido en el que empiezan perdiendo, organismos de la sociedad civil reunidos bajo una plataforma llamada “Sumar” plantearon la posibilidad de que todos los partidos se encolumnaran detrás de un candidato único para poder tener chances frente a Bukele. Ese candidato finalmente fue Luis Parada, un abogado y exmilitar que vivía en Washington. Pero los partidos no querían resignar sus propias candidaturas y finalmente solo Nuestro Tiempo se sumó a la idea de Parada. Sin embargo, para el abogado, la unidad se dará naturalmente si un candidato lograra pasar a la segunda vuelta.
Esa es la apuesta. Por eso, en los últimos días de campaña la oposición se enfocó en un mensaje: le pide a la gente que salga a votar y que lo haga en contra de Bukele. Casi que no importa por quién lo haga, el objetivo central es evitar que el mandatario gane en primera vuelta como lo hizo en 2019. Y para eso, buscan el voto de los indecisos (8%, según Iudop), de quienes planeaban anular el voto (6%) y de los que no piensan en ir a votar (15%), en un país donde el voto no es obligatorio y donde la participación para las presidenciales ronda el 50%. Poco más de 6,2 millones de personas están registradas para votar.
A pesar de que no están de acuerdo con la dirección que lleva El Salvador, algunas personas han dicho que no van a votar, o que van a anular el voto.
Les han hecho creer que ya se perdió la batalla, sin ni siquiera haber votado. Pero las encuestas NO reflejan el descontento de… https://t.co/WUvppQQzow— Luis Parada (@LAParadaF) February 1, 2024
Frenar a Bukele pareciera más bien una ilusión si uno mira las encuestas, que le dan al presidente una intención de voto de entre 70 y 80%. Pero ellos desconfían de esas cifras por el temor palpable en la sociedad a manifestarse en contra del gobierno y creen que es un número considerable el de las personas descontentas ante las denuncias de violación de derechos humanos por el estado de excepción y la crítica situación económica que sufre gran parte de la sociedad. La pregunta es si eso podrá apenas rozar a un presidente que parece invencible, a quien muchos salvadoreños ven como el héroe que eliminó a las pandillas que tenían sometido a buena parte del país.
“Si toda la gente que está en contra de lo que está pasando se sobrepone a la campaña de miedo de que vamos a sacar a los pandilleros de la cárcel, te aseguro que habría segunda vuelta”, dice Parada a LA NACION, e incluso va más allá y afirma que no reconocería un nuevo mandato de Bukele. “Este gobierno no durará mucho por su propia corrupción e incompetencia y la crisis económica sería insostenible; este gobierno va a caer”, lanza.
Alcanzar los votos no es el único desafío de la oposición. Organizaciones como Acción Democrática y WOLA advierten sobre la posibilidad de fraude en estas elecciones, por el control del partido gobernante sobre los mecanismos de supervisión, como el Tribunal Supremo Electoral (TSE), y especialmente por la nueva reglamentación para el voto en el exterior, que amplió la cantidad de electores habilitados en medio millón y no tiene un sistema de monitoreo claro.
Irrelevancia o exilio
La incertidumbre de los opositores sobre su futuro va más allá de si conseguirán o no una banca. Pamela Ruiz, analista de América Central del think tank International Crisis Group, teme que entre el nuevo perfil de emigrantes que salen del país por temor al régimen de Bukele en este segundo mandato haya más periodistas, activistas y políticos. “Cualquier diputado que haya criticado a Bukele saldrá del país porque hay un nivel alto de miedo a represalia. Además, hubo reformas para que las entidades -como partidos, medios y organizaciones- puedan ser etiquetadas como terroristas, y ahí empiezas a ver cosas como Nicaragua y Venezuela”, señala.
Claudia Ortiz, de Vamos, no tiene pensado por ahora irse de su país, pero sí tiene temor a la persecución, sobre todo después de haber sido hostigada en las redes sociales. “El nivel de arbitrariedad al que están llegando las instituciones avanza a paso peligroso”, advierte.