Opinión: Taylor Swift necesita convertirse en otras personas

La noticia cultural más importante del mes es que muchas personas se mostraron indiferentes ante el álbum más reciente de Taylor Swift (o álbumes, si consideramos el lanzamiento de 31 canciones como una doble función). Después de pasar los últimos años ilustrando cómo la cultura de la era del internet promueve un tipo particular de estrellato, hasta el punto en que Swift a veces se ha sentido como la única cantante célebre del mundo —o quizá esa es la sensación cuando conduces una minivan con hijas preadolescentes que te piden que pongas canciones— quizá, solo quizá hayamos llegado por fin a un punto de exageración y saturación.

Dos opiniones al respecto me parecieron interesantes. Una es la de Damon Linker, quien argumenta que Swift necesita con urgencia un editor y que su arte está viéndose afectado porque nadie fabrica con escasez, por lo que no se ve en la necesidad de purgar su trabajo y someterse a lo que para otros cantantes y cantautores solían ser los límites de la tecnología de los vinilos: la necesidad de curar el contenido.

“Si una banda graba veinte canciones para un proyecto, pero solo tiene espacio para doce en el álbum final, deben tomarse decisiones. ¿Cuáles son las mejores doce canciones, no solo en términos absolutos, sino en términos de que todo (el álbum) se construya a partir de las partes (las canciones)? ¿Qué tipo de mensaje están tratando de transmitir los artistas? ¿Qué tipo de sonido y ambiente quieren que se inmortalice en este momento de su carrera? ¿Cuál de estas canciones quieren tocar en vivo decenas de veces en su próxima gira de conciertos? ¿Qué canción sería el mejor inicio del disco, y cuál conformaría el mejor final? ¿Y qué pasa con el ritmo de un tema a otro? ¿Cuántas canciones alegres y cuántas baladas debe haber, y en qué orden?

Linker incluso sugiere que ese proceso ayuda a definir la estética de un artista, pues los obliga a recurrir a sus puntos fuertes y su material más original. Por esa razón, alguien como Bruce Springsteen, quien grababa muchas más canciones de las que aparecían en sus álbumes más famosos, quizá habría sido una presencia cultural más débil —o eso argumenta Linker— si hubiera incluido todas las canciones que escribió para ofrecerlas a sus aficionados más acérrimos. Las mejores obras habrían quedado perdidas entre las obras bastante buenas, y la idea de Springsteen como un tipo específico de leyenda de la música rock se habría diluido.

Para un análisis muy distinto de Swift, consideremos estos comentarios en la red social X que compartió Katherine Boyle, inversionista de riesgo de Andreessen Horowitz, una opinión que ofreció por primera vez en 2023. En nuestro entorno cultural, argumenta Boyle, ser prolífico lo es todo: “No puedes cederles terreno a los competidores. Debes seguir produciendo, seguir enviando una ola constante de elementos que siga una fórmula congruente que ayude a tus admiradores a anticipar su llegada”.

Así que el hecho de que Swift “envíe” constantemente es una característica, no un error: “hay que mantener un flujo continuo de envíos”, afirma Boyle. No hay que preocuparse de que el mejor material se pierda en el camino, porque “las personas con más éxito en sectores competitivos ganan si hacen más lanzamientos, no menos. Si Taylor escribe 31 canciones y 3 son memorables, ha escrito tres canciones épicas. Nadie recuerda las malas, aunque haya más en un álbum doble”.

Estos argumentos parecen diametralmente opuestos, pero podríamos sintetizarlos diciendo que Linker podría tener más razón en lo que respecta al arte (las exigencias del proceso de curaduría podrían dar lugar a una obra más refinada) y Boyle podría tener más razón en lo que respecta al comercio (las exigencias del entorno mediático no permiten el lujo de guardar los éxitos potenciales).

Suponiendo que esto sea cierto, ¿qué deberían hacer las superestrellas cuando siguen el consejo de Boyle y la gente —al menos algunas personas, si no los aficionados más auténticos— de repente dice sentirse agotada? O más concretamente, ¿qué debería hacer Swift si siente que necesita hacer envíos, pero estos llegan a un punto de saturación?

Me siento vagamente calificada para tratar este tema, ya que no soy una seguidora apasionada de Swift, pero soy alguien a quien se le ha exigido escuchar casi toda su música, muchas veces, y que ha disfrutado con ella, aunque no siempre sea mi primera elección. Lo que significa que soy el tipo de oyente que tiene más probabilidades de sentir primero la sobresaturación, y me inclino a estar de acuerdo con el consenso provisional de que el nuevo álbum abruma.

Mi consejo es que, si Swift va a ser tan prolífica, necesita más levadura en su contenido. El núcleo de su marca siempre será el drama personal de Ser Taylor Swift, pero el ciclo de enamoramiento, amor, arrebato, decepción, dolor y venganza de esa historia ha alcanzado un límite de interés en su trabajo actual.

Una escapatoria a este límite es, por supuesto, cambiar la historia casándose con Travis Kelce e inspirar un nuevo auge de bebés en Estados Unidos. Pero a la espera de esa feliz posibilidad, otra manera de escapar de un callejón sin salida personal como artista es enviar menos historias sobre sus propias relaciones y contar más historias sobre otras personas, o más sutilmente, ampliar lo que significa Ser Taylor Swift en el aspecto musical para abarcar más vidas además de la suya.

Por supuesto, esta fue siempre la base del éxito de Springsteen: su música no dependía de los acontecimientos reales de la vida de Bruce Springsteen, sino que encarnaba un amplio abanico de personajes que se identificaban con su imagen de baladista obrero.

La marca de Swift es diferente y mucho más auténticamente autobiográfica que la de Springsteen; la idea de que cuenta historias sobre su verdadero yo siempre ha sido crucial para su atractivo. Pero ha demostrado que puede interpretar a personajes adyacentes a sí misma en su música, de un modo que podría ampliarse y funcionarle mejor que otra tanda de canciones de relaciones y rupturas.

Hasta ahora, la canción del nuevo álbum que parece más cercana a este modelo de convertirse en otra persona es “The Bolter”, que podría estar vagamente basada en la vida de Idina Sackville, una socialité de la época eduardiana que se ganó el apodo del título de la canción (que podría traducirse como “desertora”) por sus varios matrimonios.

¿Es también una buena canción? ¿Se sostiene mi teoría? Pregúntenmelo cuando mis hijas me hayan hecho escucharla unos cientos de veces más.

c.2024 The New York Times Company