Opinión: De Taylor Swift a Beyoncé, los conciertos se están convirtiendo en algo nuevo

De Taylor Swift a Beyoncé, los conciertos se están convirtiendo en algo nuevo (Kristian Hammerstad para The New York Times)
De Taylor Swift a Beyoncé, los conciertos se están convirtiendo en algo nuevo (Kristian Hammerstad para The New York Times)

SÍ, EL COSTO DE LOS BOLETOS DE CONCIERTOS ES EXCEPCIONALMENTE ALTO, PERO PARA LOS AFICIONADOS ANSIOSOS DE IR A ESPECTÁCULOS, LOS RECUERDOS NO TIENEN PRECIO.

Este verano terminé llorando en público muchas veces, junto a desconocidos que también lloraban en público. No quiero sugerir que estuviéramos llorando o que tuviéramos los ojos empañados o que tuviéramos los sentimientos a flor de piel con algún tipo de dignidad. No es así. Estábamos llorando de verdad, un llanto con mocos y sollozos, absolutamente abrumados por la alegría.

Todas estas reuniones llenas de lágrimas han sido conciertos. Lloré cuando Taylor Swift tocó “The Archer” en su gira The Eras en un estadio para 60.000 personas. Lloré a lágrima suelta cuando Joni Mitchell subió al escenario del Gorge Amphitheater, en el estado de Washington, en su primer concierto anunciado en más de dos décadas, mientras el sol se ponía detrás de un recinto con vistas al río Columbia. Volví a sobrecogerme al ver a una aficionada llorar sobre el hombro de Phoebe Bridgers en el escenario durante un concierto de Boygenius.

Los conciertos han vuelto. Tras una pandemia que paralizó las actuaciones en directo, seguida de dos años de regresos tentativos, este verano el público ha acudido en masa a la música en vivo para recordar la liberación emocional que pueden proporcionar los conciertos. No solo encuentran esta descarga catártica —tanto los artistas como el público—, sino que a menudo encuentran algo más. Los conciertos siempre han sido espacios donde los aficionados con ideas afines pueden reunirse para descubrir la conexión, pero ahora este tipo de unión ha transformado la asistencia a conciertos en una peregrinación urgente, que atrae a los fieles en números récord y proporciona experiencias casi extáticas.

Quizá lo hayas experimentado tú mismo o lo hayas visto en tus redes sociales: los videos, por ejemplo, de multitudes con los ojos llorosos y las manos en el corazón mientras Swift canta “It’s been a long time coming”. The Eras Tour, su primera gira desde 2018 y un espectáculo de tres horas que incluye una lista de 44 canciones, es sencillamente la mayor y más extravagante de las grandes atracciones del verano.

Beyoncé y Drake también están de gira, cada uno tras una ausencia de cinco años. Bruce Springsteen y la E Street Band están de gira por primera vez desde 2017. The Cure está de gira. Ed Sheeran está de gira. Luke Combs, con su exitosa versión de “Fast Car” de Tracy Chapman, está de gira. Morgan Wallen, con su álbum número uno, está de gira. Boygenius, el supergrupo formado por los cantautores Julien Baker, Lucy Dacus y Phoebe Bridgers, está de gira. La única decepción del verano para los aficionados es el aplazamiento de la esperada gira Celebration de Madonna, una retrospectiva de su carrera, debido a una crisis de salud de última hora. (Ahora está previsto que empiece en Europa en octubre).

En marzo, un ejecutivo de Live Nation declaró a Bloomberg que su empresa estaba experimentando una “demanda increíble” de música en directo, algo que ahora parece casi cómicamente subestimado. Tan solo la gira de Swift está en camino a recaudar más de 1000 millones de dólares, mientras que la gira Love On Tour de Harry Styles terminó hace un par de semanas como la cuarta gira con mayor recaudación de la historia. Elton John finalizó a principios de verano una gira que se ha convertido en la de mayor recaudación en la historia, al menos hasta el momento.

Por supuesto, parte de la razón de estas recaudaciones históricas es el precio récord de las entradas. Aunque el costo promedio de las entradas para la gira de Bruce Springsteen ya es de 250 dólares, gracias a los llamados precios dinámicos, se han puesto a la venta por hasta 5000 dólares. Y el público —al menos el que puede— parece estar dispuesto a pagar la extraordinaria cuenta. Sin duda, debido a la relativa escasez de actuaciones de renombre durante varios años, el concierto ha alcanzado un nuevo estatus. Ya no se trata de una decisión de ocio casual, como una película o un partido de béisbol, para llenar una tarde de verano. Es más bien como unas vacaciones de verano: lo planificas y ahorras y derrochas en ello, persiguiendo la promesa de un recuerdo trascendental para toda la vida.

Con precios y expectativas tan altos, los artistas entienden que no basta con subir al escenario y cantar unas cuantas canciones. Hay que ser espectacular. La gira de Beyoncé este verano cuenta con un tanque metálico gigante y brazos robóticos, y el espectáculo de Swift es como una producción itinerante de Las Vegas.

Los que tienen medios, perseverancia y suerte pueden hacerse de una entrada. Para todos los demás, están las redes sociales, que este verano han dado mucho que hablar a las audiencias de estas plataformas. La popularidad de TikTok estalló cuando todo el mundo estaba confinado en casa, así que este es el primer verano en el que el potencial viral de TikTok ha chocado de lleno con la abundancia de eventos musicales en directo. La perspectiva de miles de cámaras fijas en las microexpresiones de un artista transforma cada espectáculo en un melodrama en potencia, y eleva la posibilidad de que pueda ser interrumpida por un espectador alborotado. En línea se puede ver la reacción desconcertada de Pink cuando alguien aparentemente lanza las cenizas de sus padres al escenario, o la vez que un aficionado le arrojó un cigarrillo electrónico a Drake en el escenario, presumiblemente con la esperanza de que se lo fumara. Otro asistente a un concierto le lanzó una bebida tontamente a Cardi B, quien le devolvió el gesto aventándole su micrófono.

Quizás es busca de un momento para las redes sociales, los artistas se están volviendo interactivos con las multitudes: todos, desde Harry Styles hasta Shania Twain, están dispuestos a ayudar con las revelaciones de género y los anuncios de salida del armario. Los Swifties han convertido la gira The Eras en un drama que no te puedes perder, pues la comunidad de admiradores, extremadamente conectada a internet, ha desarrollado rituales en torno a las noches de concierto, incluido “el momento de las canciones sorpresa”, cuando Swift toca dos canciones en acústico que no están en la lista original. Los aficionados en línea sintonizan cientos de retransmisiones en directo de la canción sorpresa en TikTok e Instagram, uniéndose temporalmente a la multitud para deleitarse.

Sin embargo, toda la teatralidad disponible en internet no ha alejado a la gente de las grandes giras; en todo caso, parece haber aumentado la urgencia de asistir en persona. Ya no es solo un concierto, es la oportunidad de presenciar un momento viral del que todo el mundo hablará en internet. Incluso puede que seas tú quien lo publique.

O, como yo lo he experimentado en múltiples ocasiones, es una oportunidad para salirse de la vida y sentirse abrumado de la mejor manera posible. A pesar de la extravagancia de las giras de este año, creo que nuestro verano de conciertos está siendo impulsado por una idea más simple: un recordatorio de lo bien que sienta estar en presencia de los demás una vez más. En los conciertos de Swift, los aficionados llevan decenas de pulseras de la amistad para intercambiarlas. Antes del programa de Boygenius, un aficionado creó un grupo de TikTok para ayudar a coordinar un proyecto secreto con el fin de sorprender a la banda con un despliegue de luces con los colores del arcoíris con motivo de la Fiesta del Orgullo LGBT.

A mitad del concierto de Joni Mitchell, miles de personas encendieron las luces de sus teléfonos móviles al ritmo de “Shine”, para crear un momento familiar para cualquiera que haya asistido regularmente a conciertos en los últimos años. Pero Mitchell, que rara vez ha actuado desde que los celulares se volvieron omnipresentes, se emocionó profundamente.

“Son polvo de estrellas y oro”, dijo al público (parafraseando su canción “Woodstock”). “Parecen una constelación caída”.

Detrás de mí, una mujer comentó a su amiga: “¿Cómo voy a volver a dar por sentado esto de la luz del móvil?”.

Su amiga replicó, con voz llorosa: “Sinceramente, ¿cómo vamos a volver a dar nada de esto por sentado otra vez?”.

Este artículo apareció originalmente en The New York Times.

c.2023 The New York Times Company