Opinión | Superar la crisis educativa COVID

La verdad no era necesaria la pandemia del coronavirus para darnos cuenta de que la educación pasa por severa crisis. Los educandos están incompletos, con lagunas enormes; sus comportamientos lo demuestran. Serios problemas de lecto-escritura, debilidad de pensamiento, supremacía de ideas efímeras. Para el colmo, la incoherencia secuestró la nación.

Llegó la hora de robustecer la educación en las escuelas para impactar fuera de ellas. En las discusiones, propongámonos que el humanismo gane. Impulsemos disciplinas que requiere el mercado profesional emergente con renovados conocimientos de español, matemáticas, inglés, filosofía… Remprendamos la lucha por las humanidades que empoderen la educación. Demanda la pandemia que llamemos al humanismo en los currículos escolares. Atender el humanismo es arma intelectual aplicable a la existencia. Es necesaria la ontología para ejercitar la forma adecuada de formular las preguntas; las disciplinas de lógica, ética, estética, por ejemplo, aportan de manera prudente las habilidades que, sin duda, mejorarán los roles e incluso las redes sociales. Sabemos que las ciencias generales por el solo hecho de estudiarlas no forman personas buenas, claras, solidarias, críticas, ¡por supuesto que no!, requiere un contexto de política pública educativa para lograr este propósito.

La escenografía del secuestro social y político está en discursos que hacen mucho ruido, en voces que no se escuchan, nadie entiende al otro; solo hay una voz que grita, juzga y condena en las tiernas horas del día. Una desorientación que muestra déficit de valores. Vivimos crisis de existencia compartida. Es tiempo de pensar con rigor de identidad, de amor a la Patria, a la realidad existencial que padecemos ¿qué vida queremos para nuestro pueblo? Este argumento nos da ya idea del problema. Las nuevas generaciones de dirigentes que produzcan las urnas deberán tener como un eje esencial la educación, superar la crisis que la pandemia dejó en las aulas, en los patios, principalmente en las comunidades escolares. Debemos impulsar la agenda educativa en una revolución autentica, que el Estado recupere la RECTORÍA de la educación superior. El piso mínimo de una formación homogénea que direccione con libertad el pensamiento y sus métodos de reflexión, semilla democrática para incrustar el debate de las ideas en la vida cotidiana, el encuentro civilizado de posiciones en la agenda nacional hoy es urgente para fortalecer la democracia de calidad.

La finalidad de las aulas es una razón de Estado. Es el espacio donde “pizarrón y gis” o su actualizada tecnología se conjuguen con la pedagogía y la didáctica para INSTRUIR al educando para hacer frente a los mercados laborales, ¡sí!, pero sin la moral adoctrinada que exigen los poderosos; el silogismo se completa si se FORMA a las personas para cumplir su razón histórica, misma que él mismo diseñará, dirigirá, en su caso, corregirá. Instruir Vs formar, atendiendo la revolución digital y creando la pedagogía virtual. La palabra la tendrá la futura representación popular.

Formar, es clave y para ello se requiere revisar los planes de estudio. Es esencial que los programas de filosofía, lógica, ética, estética, política, literatura, gramática, ortografía, historia…, estén contenidos. Hemos perdido el rumbo, la tradición educativa. El modelo que se instaló en las entrañas de nuestro sistema educativo todo es conocimiento laboral de competencias. Se piensa solamente en desempeños: más productividad, maximización de las utilidades, minimización de los costos, es el “Padre nuestro” que impera y manda. Nada importa el individuo, su realización plena en el contexto de su vida personal y social.

Una de las más grandes paradojas es que este modelo educativo aseguró que la economía del País sería pujante, que México sería altamente competitivo, todos tendríamos las oportunidades de mejorar, el progreso se apoderaría del contexto social, no fue así, seguimos el rumbo del cangrejo fieles a un feudalismo laboral actualizado o a un esclavismo de cuño posmoderno, subasta de profesionales “light”. Nuestro sistema educativo debe estar más allá de preocuparse por formar mano de obra barata para el empresariado. La ilusión de los egresados de las universidades es la esperanza del País. Más aun, nuestro sistema educativo superior cancela la oportunidad a los adultos, ve que las fuerzas se les agota, no “generan riqueza”, un juicio incorrecto, no comprenden el patrimonio que son ni su sinergia. La propia UAA ha discriminado, sin pudor, a los adultos como docentes, una discriminación legal, moral, pedagogía, educativamente vergonzosa.

Post COVID será tiempo de recuperar formación humanista. La ética pública es respuesta a la razón de Estado. Las ciencias generales son competencias disciplinarias que permiten que el profesional esté comprometido consigo mismo y con la sociedad, una realización plena de su condición de individuo. Lo que se juega en la política educativa es eje y esencia de nuestro ser nacional, la educación de la niñez, la juventud, el futuro colectivo. Pero es también la oportunidad de atender la reconciliación con los adultos y de la consolidación democrática.