Opinión: El renacimiento de Estados Unidos ha comenzado

En 1982, el economista Mancur Olson se propuso explicar una paradoja. Alemania Occidental y Japón experimentaron una devastación generalizada durante la Segunda Guerra Mundial y, pese a ello, en los años posteriores ambos países tuvieron un crecimiento económico milagroso. El Reino Unido, en cambio, salió victorioso de la guerra, con sus instituciones más intactas, pero entró inmediatamente en un periodo de lento crecimiento económico que lo dejó rezagado respecto a otras democracias europeas. ¿Qué fue lo que pasó?

En su libro “Auge y decadencia de las naciones”, Olson concluyó que Alemania y Japón disfrutaron de un crecimiento explosivo precisamente porque sus antiguos esquemas se habían desbaratado. La devastación junto con las fuerzas de la reconstrucción y la ocupación estadounidense nulificaron a los grupos de interés que frenaban la innovación. Los viejos esquemas que sofocaban la experimentación fueron derribados. El quiebre permitió que surgiera algo nuevo.

Ahora podría estar ocurriendo algo parecido. El COVID-19 ha perturbado la vida cotidiana de los estadounidenses como pocas contingencias lo habían hecho antes. Pero también ha sacudido las cosas y allanado el camino para un auge económico y una reactivación social.

Millones de estadounidenses sufrieron ansiedad y pérdidas dolorosas durante esta pandemia, pero muchos también aprovecharon este tiempo como un periodo de preparación, para despegar cuando la situación se reactivara. Tras décadas de ralentización del dinamismo empresarial, en 2020 se crearon 4,4 millones de nuevas empresas, un récord moderno por mucho. Un informe de Udemy, un proveedor de cursos en línea, dice que el 38 por ciento de los trabajadores tomó algún tipo de formación adicional durante 2020, frente a solo el 14 por ciento en 2019.

Después de décadas en las que el gasto tuvo preferencia por sobre el ahorro, en 2020 los estadounidenses ahorraron billones de dólares, con lo cual redujeron la carga de su deuda a mínimos no vistos desde los años ochenta, por lo que están en posición de gastar a manos llenas ahora que los negocios están reabriendo.

Pero quizá los mayores cambios se hayan dado en la mentalidad de las personas. La gente se acordó de que la vida es breve. Durante más de un año, muchos vivieron rutinas más pausadas, más arraigadas, más domésticas. Millones de estadounidenses parecen estar listos para cambiar su vida con el fin de apegarse más a sus valores.

La economía ya se ha disparado. Se espera que el crecimiento económico global sea de más de 6 por ciento este año, y se prevé que el crecimiento sólido continúe al menos hasta 2022. A finales de abril, Tom Gimbel, quien dirige la empresa de reclutamiento y colocación de personal LaSalle Network, dijo a The New York Times: “Es el mejor mercado de trabajo que he visto en 25 años. Ahora tenemos un 50 por ciento más de vacantes que antes del COVID”. Los inversionistas están dando mucho apoyo a nuevas empresas. Durante el primer trimestre de este año, las empresas emergentes estadounidenses recaudaron 69.000 millones de dólares, un 41 por ciento más que el récord anterior, establecido en 2018.

Esta era de nueva creación parece estar reequilibrando la sociedad en al menos tres formas:

En primer lugar, el poder ha empezado a transferirse de los patrones a los trabajadores. Por ejemplo, en marzo la industria manufacturera estadounidense se expandió al ritmo más rápido en casi cuatro décadas. Las compañías están desesperadas por contratar a trabajadores nuevos. Entre abril de 2020 y marzo de 2021, el número de personas desempleadas por cada vacante disminuyó a 1,2 de 5.

Por ahora, los trabajadores tienen las riendas, y lo saben. El “índice de rotación” —el número de empleados que dejan sus puestos porque se sienten seguros de que podrán encontrar otro mejor— es el más alto en dos décadas. Los empleadores están incrementando los salarios y los beneficios para intentar seducir y atraer a los trabajadores.

En segundo lugar, parece que se está dando un reequilibrio entre las ciudades y los suburbios. El COVID-19 aceleró las tendencias que se venían gestando desde hacía unos años, pues la gente se está mudando de grandes ciudades como Nueva York y San Francisco a los suburbios y a lugares rurales como Idaho y el valle del Hudson en Nueva York. Muchos se van para encontrar trabajo o por problemas económicos, pero otros dicen que lo hacen para tener más espacio, llevar un ritmo de vida más lento, estar más cerca de la familia o relacionarse más con sus vecinos.

Por último, parece que se está dando un reequilibrio entre el trabajo y la vida doméstica. El economista de Stanford Nicholas Bloom prevé que, incluso cuando la pandemia haya terminado, el número de días laborales que se pasan en casa aumentará hasta alcanzar el 20 por ciento, frente al 5 por ciento de la época anterior a la pandemia.

Aunque esto ha incrementado las presiones para muchas mujeres, millones de estadounidenses que pudieron trabajar de manera remota descubrieron que les gustaba estar en casa y poder cenar todas las noches con sus hijos sin tener que lidiar con los desplazamientos. Parece que nos estamos convirtiendo en una sociedad menos obsesionada con el trabajo y más hogareña.

En 1910 el educador Henry Van Dyke escribió: “El espíritu de Estados Unidos es sobre todo conocido en Europa por una de sus cualidades: energía”. En los últimos años daba la impresión de que esa energía menguaba, ya que los estadounidenses comenzaron a moverse menos y a abrir negocios con menos frecuencia. Pero los retos provocados por el COVID-19 han hecho aflorar gran dinamismo, movimiento e innovación. Los índices de productividad laboral se han disparado en últimas fechas.

Los estadounidenses están buscando nuevas formas de hacer dinero mientras viven vidas más conectadas. Joel Kotkin, profesor de estudios urbanos en la Universidad Chapman, señala que conforme la población de Estados Unidos se dispersa, las brechas económicas y culturales entre las ciudades costeras y las comunidades del interior muy probablemente se acortarán. Además, añade que en tanto más y más inmigrantes se establezcan en áreas rurales y ciudades pequeñas, su presencia tal vez reduzca el nativismo y aumente la competitividad económica.

La gente está transformando su vida personal para solucionar problemas comunes como la soledad y la pérdida de la comunidad. Nadie sabe a dónde nos llevará este viaje nacional de descubrimiento, pero la travesía ha comenzado.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2021 The New York Times Company