Opinión: El presidente de Israel: Esta batalla no es solo entre Israel y Hamás

La bandera israelí ondea en un vehículo en Tel Aviv, Israel, el 18 de octubre de 2023. (Kenny Holston/The New York Times)
La bandera israelí ondea en un vehículo en Tel Aviv, Israel, el 18 de octubre de 2023. (Kenny Holston/The New York Times)

TODAS LAS NACIONES DEBERÍAN DARSE CUENTA DE QUE PODRÍAN SER EL PRÓXIMO OBJETIVO DE LOS TERRORISTAS.

Jerusalén — Escribo estas líneas desde Jerusalén, después de pasar tiempo con las familias de algunas de las 240 personas secuestradas por los terroristas de Hamás el 7 de octubre. Entre los rehenes retenidos ahora en Gaza hay israelíes judíos, israelíes musulmanes y ciudadanos extranjeros de distintas etnias.

En todos mis años de vida pública, las reuniones con estas familias fueron las más difíciles y tensas que he tenido. También he hablado con las familias de algunos de los más de 1400 de conciudadanos que murieron aquel día, muchos de ellos asesinados en su sala y cocina o mientras bailaban en un festival de música. Cuando volví de un kibutz devastado por el atentado, tuve que limpiar la sangre de mis zapatos.

La tragedia es parte de la vida en Israel y supe que sería parte de mi vida como presidente. Pero ninguno de nosotros imaginó una tragedia como esta.

En Israel, contra nuestra voluntad, nos encontramos en un punto de inflexión para el Medio Oriente y para el mundo y en el centro de lo que es nada menos que una lucha existencial. No se trata de una batalla entre judíos y musulmanes. Y no es solo entre Israel y Hamás. Es entre quienes se adhieren a normas de humanidad y quienes practican una barbarie que no tiene cabida en el mundo moderno.

Así como el Estado Islámico y Al Qaeda, los terroristas de Hamás que atacaron los hogares y a las familias de Israel no tuvieron reparos en quemar bebés. Torturaron a niños, violaron a mujeres y destruyeron comunidades amantes de la paz. Estaban tan orgullosos de sus actos que se aseguraron de grabarlos en video e incluso de transmitirlos en directo. Estos videos serán para siempre una mancha para los palestinos y sus partidarios que celebraron ese día y un testimonio de la depravación de los terroristas y de las ideas que los inspiraron.

Pero igual de perturbador me resulta darme cuenta de que muchos en el mundo, incluido Occidente, están dispuestos a racionalizar estas acciones o incluso a apoyarlas de manera pública. En las capitales de Europa hemos visto concentraciones que están a favor de la destrucción total de Israel “del río al mar”. Profesores y estudiantes de universidades estadounidenses pronuncian discursos y firman declaraciones que justifican el terrorismo, incluso lo glorifican.

Hemos escuchado que algunos gobiernos no condenaron a Hamás, sino la respuesta de Israel e incluso intentaron justificar las atrocidades de Hamás. Habría sido impensable oír semejante confusión moral después de los atentados del 11 de Septiembre o tras los atentados de Londres, Barcelona y Bagdad. Cuando este año pronuncié un discurso ante una reunión conjunta del Congreso, dije que el terrorismo “contradice los principios de paz más básicos de la humanidad”. Resulta que no todo el mundo está de acuerdo.

Todo esto demuestra que esta colisión de valores se está produciendo no solo aquí, en Israel, sino en todas partes y que la ideología terrorista amenaza a todas las personas decentes, no solamente a los judíos. La historia nos ha enseñado que las ideologías repugnantes suelen encontrar primero al pueblo judío, pero no suelen detenerse ahí. Nos encontramos en el frente de esta batalla, pero todas las naciones encaran esta amenaza y deben comprender que podrían ser las siguientes.

Desde que Hamás nos impuso esta guerra, nuestro Ejército se dedica a eliminar esta amenaza insoportable de manera permanente y a posibilitar el regreso de nuestros rehenes. Esto significa luchar en el campo de batalla que Hamás ha creado en Gaza durante muchos años, un campo en el que los terroristas se esconden entre la población civil y detrás de ella. Se trata de un campo de batalla con túneles terroristas bajo calles civiles, en el que las víctimas civiles no se evitan a toda costa, sino que son fomentadas por Hamás con el fin de despertar la compasión mundial y mitigar la respuesta de Israel. Hamás no solo almacena misiles bajo escuelas y viviendas; nuestros servicios de inteligencia y las confesiones de terroristas capturados demuestran que el centro de mando de Hamás está oculto bajo el hospital central de Gaza.

El resultado de estas tácticas repugnantes es el sufrimiento de la población civil que todos estamos presenciando. Muchos informes sobre las dificultades humanitarias en algunas partes de Gaza no se pueden confirmar, pero hay sufrimiento real y ese sufrimiento también nos concierne a nosotros. Son nuestros vecinos y nuestra retirada total de Gaza en 2005 pretendía darles una vida libre y abrir la puerta a la paz. Para nuestra consternación, Hamás y sus numerosos partidarios palestinos optaron por lo contrario.

Incluso mientras Hamás dispara cientos de misiles sobre nuestras ciudades y mientras nuestros soldados caen en combate, estamos haciendo un esfuerzo por alertar lo más pronto posible a los civiles con panfletos y llamadas telefónicas, para evacuar las principales zonas de batalla y permitir que la ayuda humanitaria ingrese a Gaza por la frontera con Egipto. Están llegando cientos de camiones de ayuda y se esperan más todos los días.

Pero quien piense que la cínica explotación del sufrimiento de los civiles nos atará las manos y salvará a Hamás esta vez se equivoca. Para nosotros y para los palestinos, el sufrimiento solo terminará con la eliminación de Hamás. Cualquiera que intente atarnos las manos está, con intención o sin ella, socavando no solo la defensa de Israel sino también cualquier esperanza de un mundo en el que estas atrocidades no puedan ocurrir.

En los meses y años anteriores a la masacre de Hamás, empezamos a ver señales del surgimiento de un mejor Medio Oriente, desde el golfo Pérsico hasta el norte de África: un Medio Oriente inspirado en el progreso y la colaboración, un Medio Oriente en el que Israel pudiera por fin sentirse como en casa entre nuestros vecinos. ¿Será este el mundo que surja de esta crisis? ¿O será el mundo deseado por los fundamentalistas asesinos de Hamás?

Estas interrogantes serán clave entre los temas estratégicos en la agenda de nuestros debates con el secretario de Estado Antony Blinken durante su visita a la región a partir del viernes, como lo fueron durante la visita a Israel del presidente Biden hace unas semanas.

En este momento, hay mucho en juego, no solo el futuro de Israel. El 7 de octubre a todos nos despertó el sobresalto y nos percatamos de que estábamos ante un impactante desafío a nuestras esperanzas y a nuestra moral. La forma en que enfrentemos este desafío determinará nuestro futuro.

Este artículo apareció originalmente en The New York Times.

c.2023 The New York Times Company