Opinión: Un pequeño grupo de Corea del Sur tiene una gran agenda homofóbica

LOS CRISTIANOS RADICALES TRABAJAN PARA BORRAR LA VISIBILIDAD DE LA COMUNIDAD LGBTQ DE LAS ESCUELAS Y, EN ÚLTIMA INSTANCIA, DE LA SOCIEDAD SURCOREANA.

SEÚL — Este mes, desde que los votantes surcoreanos reprendieron a toda voz a su presidente conservador, un grupo pequeño pero influyente ha estado en vilo. Teme que la victoria aplastante de la oposición más liberal en las elecciones parlamentarias del 10 de abril sea una señal de que el país avanza erradamente hacia lo que denominan una dictadura homosexual.

Aunque Corea del Sur proyecta una imagen moderna y diversa a través de su industria del entretenimiento-amigable con la comunidad gay mundial, como sociedad, la nación ha tolerado desde hace mucho tiempo la homofobia y otros tipos de discriminación. El país no cuenta con una ley nacional que prohíba de manera explícita un trato injusto por motivos de raza o etnia, lengua u orientación sexual. Junto con Japón y Turquía, figura entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos que menos inclusivos son con la comunidad LGBTQ.

Ahora, estos prejuicios se manifiestan en un ataque coordinado contra los derechos de los jóvenes. En una campaña orquestada por el poderoso grupo de presión cristiano radical de Corea del Sur, los manifestantes detractores de los homosexuales han trabajado sin descanso para anular una serie de leyes regionales que protegen a los estudiantes y adolescentes de la discriminación por diversos motivos, entre ellos la orientación sexual y la identidad de género.

Los detractores de las leyes argumentan que las llamadas ordenanzas de derechos humanos de los estudiantes hacen demasiado hincapié en los derechos de los estudiantes y restan importancia a los derechos de los profesores. Pero eso no es más que una cortina de humo para su agenda antigay, que, de momento, está resultando eficaz. Esta semana se aprobaron las votaciones para abolir dos de los siete estatutos, y los demás se enfrentan a votaciones similares o son objeto de demandas de abolición. La campaña conservadora debe verse como lo que es: parte de un intento concertado para eliminar la visibilidad de la comunidad LGBTQ en las escuelas y, en última instancia, entre la sociedad surcoreana.

En años recientes, la comunidad LGBTQ de Corea del Sur ha estado sometida a censura, cacería de brujas y señalamientos por la propagación de COVID-19. Los funcionarios locales han atacado los actos del Orgullo Gay, como en Daegu, donde el alcalde ordenó a 500 funcionarios que obstruyeran el festival el año pasado. En Seúl, el alcalde apoyó de manera tácita la expulsión de la marcha por el Orgullo de la plaza donde solía realizarse después de que un grupo cristiano antigay solicitó celebrar un acto en el mismo lugar el mismo día. También se han cancelado conferencias sobre igualdad de género, impedido la proyección de películas queer, retirado libros sobre educación sexual de las bibliotecas y abandonado planes para prohibir la incitación al odio. La preocupación por el debilitamiento y la insuficiencia de las protecciones, que en años recientes han expresado las Naciones Unidas, Human Rights Watch y la propia comisión de derechos humanos de Corea del Sur ha sido en su mayoría ignorada por varios gobiernos.

En Seúl, aparecen mensajes del grupo cristiano de presión en camiones que llevan versículos de la Biblia que circulan por las calles más concurridas y en las pancartas en las zonas comerciales que afirman que “la homosexualidad es pecado”. Hasta la fecha, el daño más grave que han ocasionado es impedir la aprobación de una ley antidiscriminación de gran alcance, que ofrecería protección contra la discriminación a las personas de la comunidad LGBTQ, las mujeres, las personas con discapacidad y las minorías raciales. Desde 2007, los activistas cristianos han obstruido siete intentos de aprobar dicha ley. Otros cuatro proyectos de ley que ofrecen protecciones similares pendientes en la Asamblea Nacional fracasarán si no se aprueban antes de que termine el periodo de sesiones del Parlamento en mayo.

Una y otra vez, los funcionarios justifican el estancamiento legislativo con el pretexto de un consenso social insuficiente, una frase que sugiere que no han llegado a un acuerdo con suficientes segmentos de la sociedad. Sin embargo, la mayoría de los surcoreanos apoya la legislación sobre igualdad: una encuesta nacional realizada por la Comisión Nacional de Derechos Humanos en 2022 reveló que el 67 por ciento de los ciudadanos estaba a favor de la medida.

Los miembros del grupo cristiano de presión son en su mayoría protestantes. Están bien organizados, tienen recursos, así como una enorme influencia en un país mayoritariamente laico. Gran parte , pero no todas las denominaciones protestantes coreanas tienen posturas contrarias a los homosexuales, incluidas las principales órdenes presbiterianas y la Iglesia metodista. Los pastores de alto perfil y los grupos estridentes como Solidaridad Cristiana contra la Homosexualidad tienen algún tipo de afiliación con coaliciones eclesiásticas que mantienen una comunicación directa con políticos y los presionan para que mantengan una agenda homofóbica.

Esa agenda ya ha tenido algunas grandes victorias en el gobierno actual. En septiembre de 2022, el Ministerio de Igualdad de Género del presidente Yoon Suk Yeol anuló un plan que habría ampliado la definición legal de “familia” para incluir a las parejas de facto, los hogares de convivencia y las familias de acogida. Tres meses después, el Ministerio de Educación decidió eliminar los términos “minorías sexuales” e “igualdad de género” del plan de estudios nacional.

Desde hace años, el grito de guerra del grupo cristiano de presión se ha centrado en una teoría de la conspiración intolerante: que el mero hecho de hablar de discriminación podría llevar a Corea del Sur a una dictadura homosexual. En sermones, pancartas callejeras, así como en los medios de comunicación cristianos y YouTube, predicen que los jóvenes coreanos serán llevados a aceptar identidades no heteronormadas, lo cual transformará el orden social. Las estructuras familiares se desmoronarían, advierten; nacerían aún menos bebés en un país que ya registra la tasa de fertilidad más baja del mundo. Las relaciones homosexuales en las fuerzas armadas pondrían en peligro la seguridad nacional frente a Corea del Norte, afirman. Y una epidemia de sida llevaría al Estado a la bancarrota.

Estas profecías parecen formar parte de un intento por evitar una crisis mayor: el interés cada vez menor por el cristianismo en Corea del Sur, que cobró impulso en el país tras la guerra de Corea, pues era visto como un faro de esperanza que simbolizaba la modernidad occidental y como un antídoto contra el comunismo. Sin embargo, las denominaciones protestantes se han dividido y el número de miembros disminuye. Para crear unidad, los protestantes extremistas parecen unirse en torno a un enemigo común inventado: las personas de la comunidad LGBTQ y las leyes que las protegerían.

Las iglesias afirman que las propuestas de legislación sobre igualdad suponen una auténtica amenaza para su libertad de expresión y religión. Las Iglesias Cristianas Unidas de Corea, una de las mayores coaliciones de iglesias protestantes del país, sostienen que cualquier legislación antidiscriminatoria prevista legitimaría la homosexualidad, en contra de su interpretación de la Biblia. “Si se promulga una ley así, es seguro que se restringirán las actividades de las iglesias que enseñan la Biblia”, escribió la secretaría de la coalición en un correo electrónico traducido, “ya que ni siquiera permite criticar la homosexualidad”.

Las recientes elecciones han suscitado una nueva preocupación entre el grupo cristiano de presión ante la posibilidad de que los legisladores de la oposición sigan adelante con la legislación sobre la igualdad, a pesar de que las iglesias en las que se puede predicar contra los homosexuales no están incluidas en el ámbito de ninguno de los proyectos de ley contra la discriminación. Un editorial reciente del Christian Daily advertía a los políticos no hablar del tema: “Por muy abrumador que sea el partido mayoritario, podrían enfrentarse a una reacción violenta si impulsan imprudentemente una legislación que provoque el caos social”.

De hecho, los legisladores que se han atrevido a defender la igualdad se han visto bombardeados por mensajes de texto y los foros de mensajes en línea relacionados han sido invadidos por troles.

Se trata de un hecho preocupante no solo para quienes se ven directamente afectados por la cruzada en contra de la comunidad LGBTQ del cabildeo cristiano. Como en otras sociedades donde la homofobia va en aumento, la campaña contra la igualdad es una señal de alarma para otras minorías. Los extranjeros, los trabajadores migrantes, las personas con discapacidad y los desertores norcoreanos carecen de protección clara contra la discriminación en la legislación surcoreana.

“Cualquiera puede ser el próximo objetivo”, afirmó Heezy Yang, artista y activista queer. “Luchar por la igualdad es proteger a toda la sociedad”.

Este artículo apareció originalmente en The New York Times.

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