Opinión: Todas las mujeres somos víctimas de la cultura de violación colectiva de la India

LA VIOLENCIA SEXUAL CONTRA LAS MUJERES SE HA NORMALIZADO Y TODOS LOS HOMBRES INDIOS SON CÓMPLICES.

GOA, India — Mi sobrina tenía apenas 4 años cuando se dirigió a mi cuñada en un cine abarrotado de Bombay y le preguntó por primera vez sobre las violaciones en pandilla.

Estábamos viendo la última superproducción de Bollywood sobre vigilantismo, fervor nacionalista y, por supuesto, violaciones grupales. Cuatro personajes masculinos se llevaron a rastras a la hermana del héroe. “¿Adónde se llevan a Didi?”, preguntó mi sobrina, usando la palabra hindi para “hermana mayor”. Estaba oscuro, pero pude distinguir su pequeña frente, arrugada por la preocupación.

La violación en grupo de Didi ocurrió fuera de la pantalla, pero no era necesario mostrarla. Tan instintivamente como un cervatillo recién nacido percibe el peligro mortal que representa un zorro, las niñas de la India perciben de lo que son capaces los hombres.

Tal vez te preguntes “¿por qué llevar a una niña de 4 años a ver una película así?”. Pero no hay manera de escapar de la cultura de la violación en la India; el terrorismo sexual se considera la norma. La sociedad y las instituciones gubernamentales suelen excusar y proteger a los hombres de las consecuencias de su violencia sexual. Se culpa a las mujeres de la agresión y se espera que sacrifiquen libertad y oportunidades a cambio de seguridad personal. Esta cultura contamina la vida pública: en el cine y la televisión; en los dormitorios, donde se desconoce el consentimiento sexual femenino; en las conversaciones entre hombres donde los jóvenes aprenden el lenguaje de la violación. Las blasfemias favoritas de la India hablan de mantener relaciones sexuales con mujeres sin su consentimiento.

Es el horror específico de la violación perpetrada por un grupo de hombres lo que más pesa sobre las mujeres indias que conozco. Es posible que hayas oído hablar de los numerosos casos horripilantes de mujeres violadas de esa manera, que luego fueron destripadas y dadas por muertas. Cuando un incidente acapara la atención nacional, hierve el caldero de la indignación, y a veces las mujeres organizan protestas, pero la indignación se olvida pronto. Todas las mujeres indias son víctimas, cada una traumatizada, enfadada, traicionada, exhausta. Muchas de nosotras piensan en este tipo de violación más de lo que quisiéramos admitir.

En 2011, una mujer fue violada cada 20 minutos en la India, según datos del gobierno. El ritmo se aceleró a una mujer cada 16 minutos para 2021, cuando se denunciaron más de 31.000 violaciones, un aumento del 20 por ciento en comparación con el año anterior. En 2021, se denunciaron 2200 violaciones colectivas ante las autoridades.

Pero estas cifras grotescas solo cuentan parte de la historia: según un estudio, el 77 por ciento de las mujeres indias que han sufrido violencia física o sexual nunca se lo cuenta a nadie. Rara vez se procesa a los violadores.

Los hombres indios pueden enfrentarse a la persecución por ser musulmanes, dalits (intocables) o minorías étnicas o por atreverse a desafiar a los poderes corruptos existentes. Las mujeres indias sufren por ser mujeres. Los soldados necesitan creer que una guerra no los matará, solo la mala suerte lo hará; las mujeres indias necesitamos creer lo mismo sobre las violaciones, confiar en que volveremos al cuartel a salvo cada noche, para poder funcionar.

Las denuncias de violencia contra las mujeres en la India han aumentado de manera constante a lo largo de las décadas y algunos investigadores citan una creciente disposición de las víctimas a denunciar. Cada violación insensibiliza y prepara a la sociedad para aceptar la siguiente, el mal se banaliza.

Las violaciones en grupo se utilizan como arma, sobre todo contra las castas inferiores y los musulmanes. El primer caso que recuerdan las mujeres de mi edad fue en 1980, cuando Phoolan Devi, una adolescente de una casta inferior que pertenecía a una pandilla criminal, relató haber sido secuestrada y violada varias veces por un grupo de atacantes de una casta superior. Después regresó con miembros de su pandilla y mataron a 22 hombres, en su mayoría de casta superior. Fue un raro caso de venganza por parte de una mujer maltratada. Sin esa sangrienta venganza, su violación nunca habría sido noticia.

Devi puso de relieve el “apartheid” de castas. El sufrimiento de Bilkis Bano, la víctima más conocida de una violación en grupo de mi generación, puso de manifiesto el odio latente que las instituciones indias bajo el gobierno del primer ministro Narendra Modi, nacionalista hindú, sienten hacia las mujeres musulmanas.

En 2002, la brutal violencia entre hindúes y musulmanes arrasó el estado de Gujarat. Bano, que entonces tenía 19 años y estaba embarazada, fue violada por varios hombres que formaban parte de una furibunda turba hindú, que también asesino a 14 de sus parientes, incluida su hija de 3 años. Los críticos acusan a Modi —el principal gobernante de Gujarat en aquel momento— de hacerse de la vista gorda ante los disturbios. Desde entonces no ha perdido ninguna elección.

La vida de Bano siguió una trayectoria diferente. Tuvo que mudarse una y otra vez después del ataque, por la seguridad de su familia. En agosto del año pasado, once hombres fueron puestos en libertad por recomendación de un comité de revisión formado por miembros del partido gobernante de Modi. Tras su liberación, la derecha hindú les dio la bienvenida con guirnaldas.

La liberación se dio en un momento sospechoso: Gujarat celebraría elecciones unos meses después y el partido de Modi necesitaba votos. Un miembro de su partido explicó que los acusados, por ser brahmanes de casta superior, tenían “buenos” valores y no debían estar en la cárcel. Los hombres conocen estas reglas. Ellos escribieron el libro de reglas. Lo más aterrador es que la puesta en libertad de violadores podría muy bien servir para ganar votos.

Después de Bano, tuvimos el caso de la estudiante de fisioterapia que fue golpeada y violada en un trayecto de autobús y a la que penetraron con una varilla de metal que le perforó el colon antes de que su cuerpo desnudo fuera arrojado en una carretera muy transitada de Nueva Delhi en 2012. Murió por las lesiones. Las mujeres protestaron durante días e incluso los hombres participaron en las protestas, acalladas con cañones de agua y gas lacrimógeno. Se redactaron nuevas leyes contra la violación. Ingenuamente creímos que esta vez sería diferente.

No fue así. En 2018, una niña musulmana de 8 años fue drogada y violada por varios hombres en un templo hindú durante días y luego fue asesinada. En 2020, una joven dalit de 19 años fueviolada en grupo y más tarde murió a causa de las heridas, con la columna fracturada.

El miedo, sobre todo a las violaciones en grupo, nunca nos abandona del todo. Salimos juntas, nos cubrimos, llevamos gas pimienta y dispositivos de localización GPS, evitamos los espacios públicos al anochecer y nos recordamos a nosotras mismas que hay que gritar “fuego”, en lugar de “ayuda” en caso de una agresión. Pero sabemos que por más precauciones que tomemos, nuestra seguridad no está garantizada.

No entiendo las violaciones en grupo. ¿Es un deseo medieval de dominar y humillar? ¿Estos hombres, con poco poder sobre los demás, que se sienten inadecuados y ordinarios, necesitan sentir que tienen el poder por unos minutos?

Lo que sí sé es que otros hombres son culpables también, los innumerables hermanos, padres, hijos, amigos, vecinos y colegas que han creado y sostienen colectivamente un sistema que explota a las mujeres. Si las mujeres tienen miedo, es por culpa de esos hombres. Es un sistema de protección de proporciones monumentales.

No solo estoy pidiendo igualdad. Quiero castigo. Retribución. Quiero que a las jóvenes se les hable de Bano Devi. Quiero que se les construyan monumentos. Pero los hombres solo quieren que olvidemos. La liberación de los violadores de Bano se debió a la negativa masculina a conmemorar nuestro trauma.

Así que construimos monumentos con palabras y nuestros recuerdos. Hablamos entre nosotras sobre la violación en grupo, manteniéndola en el centro de nuestras vidas. Intentamos explicarles a nuestras hijas más jóvenes, para empezar a protegerlas.

Así es como queda registrada la historia de los vencidos. A eso se reduce todo: a una lucha entre la memoria y el olvido.

Este artículo apareció originalmente en The New York Times.

Todas las mujeres somos víctimas de la cultura de violación colectiva de la India (Osheen Siva para The New York Times).

c.2023 The New York Times Company