Opinión: Los mercenarios rusos están desestabilizando África

EL ALCANCE DE WAGNER SE EXTIENDE MUCHO MÁS ALLÁ DE LA GUERRA EN UCRANIA.

Wagner, un grupo de mercenarios respaldado por el Kremlin que suele incluir en sus filas a exconvictos, es uno de los grupos que ha saltado a la fama (o infamia) internacional con la invasión de Ucrania. En Ucrania, suelen combatir cuando los soldados convencionales del Ejército ruso huyen del campo de batalla y son conocidos por su brutalidad.

Pero son las actividades de Wagner en África, en especial en la región geopolíticamente importante del Sahel, las que requieren una mayor atención. Wagner, fundado en 2014 por Yevgeny Prigozhin, una figura leal al presidente ruso Vladimir Putin, se creó para apoyar la incursión inicial de Rusia en Ucrania hace nueve años. Desde entonces, se ha convertido en una oscura red de mercenarios desplegados por todo el mundo. Esto incluye una huella cada vez mayor en la África subsahariana, donde Wagner ha desplegado fuerzas en la República Centroafricana, Libia, Mali, Mozambique y otros lugares.

Las fuerzas de Wagner, compuestas por una combinación de poder duro y poder blando, se dedican a desestabilizar regiones mal gobernadas, como el Sahel, mediante violaciones de los derechos humanos, la extracción rapaz de recursos y actividades encubiertas de desinformación que se infiltran en la política interna de los países en los que operan. En Sudán, los agentes de Wagner asesoraron al autócrata Omar al Bashir, acusado por la Corte Penal Internacional de múltiples cargos de genocidio, para que llevara a cabo una campaña en las redes sociales con el fin de desacreditar a los manifestantes civiles. En un memorando dirigido a Bashir, los asesores de Wagner se pronunciaron a favor de las ejecuciones públicas de manifestantes para enviar un mensaje a la ciudadanía. Observadores electorales falsos y campañas en redes sociales diseñadas por Wagner han manipulado a la población local e interferido en las elecciones de la República Democrática del Congo, Madagascar, Mozambique, Sudáfrica y Zimbabue.

Es posible que los combatientes de Wagner se dirijan pronto a Burkina Faso. A mediados de diciembre, el presidente de Ghana, Nana Akufo-Addo, alegó que el gobierno de Uagadugú, capital de Burkina Faso, le ofreció a Wagner un lucrativo contrato minero a cambio de sus servicios. El acuerdo de seguridad por recursos imita el modelo de Wagner en otras partes de África, donde se dice que ha llegado a acuerdos con gobiernos totalitarios para obtener concesiones mineras y acceso a recursos valiosos. Cada vez más, estos regímenes parecen preferir el acuerdo “sin condiciones” con Moscú a los acuerdos de seguridad con las potencias occidentales. Como ha demostrado en Siria y Libia, Putin no tiene reparos en apoyar a tiranos asesinos y dictadores, como Bashar al-Assad y Khalifa Haftar.

Los contratistas militares privados de Wagner han pasado a ser extensiones directas de la política exterior del gobierno ruso. Al obtener acceso a valiosos contratos mineros, Putin trata de eludir las mordaces sanciones occidentales, lavando oro, diamantes y otras piedras preciosas que contrabandea de manera ilegal. Wagner también ha forjado acuerdos con gobiernos africanos para hacerse de uranio, petróleo y manganeso. Además de Wagner, Prigozhin dirige una red de empresas fantasma diseñadas para ocultar su función, que también sirven de enlace entre sus innumerables empresas ilícitas.

Como parte de su estrategia, Rusia usa a Wagner para llenar el vacío de seguridad ocasionado por la retirada de las fuerzas francesas y estadounidenses en África y el Medio Oriente. Esto incluye un intento activo de expulsar a las fuerzas francesas de la región y desacreditar la Operación Barkhane, la misión francesa de contraterrorismo en el Sahel. En abril de 2022, el Ejército francés dio a conocer un video de lo que afirma eran operativos de Wagner para montar pruebas de un genocidio con el fin de inculpar a las fuerzas francesas. Esto se suma a los repetidos intentos de Rusia de avivar el sentimiento antifrancés en África, donde el presidente francés, Emmanuel Macron, ha acusado a Rusia de influencia “depredadora”.

Los ingresos provenientes del entrenamiento y la venta de armas a naciones africanas proporciona el efectivo que Rusia tanto necesita, incluso cuando su mediocre desempeño en el campo de batalla suscita dudas sobre la calidad de su asistencia en materia de seguridad. Los países occidentales están reduciendo su presencia en el Sahel para pasar de la lucha antiterrorista a la competencia entre grandes potencias. Pero, Moscú no se equivoca en ver pocas diferencias entre esos dos objetivos.

Estados Unidos debería considerar el Sahel una región crítica en esta competencia más amplia por acceso. Washington necesita una diplomacia sólida, acompañada de una postura más agresiva hacia Wagner. Esto incluye incluir formalmente a Wagner en la lista de organizaciones terroristas extranjeras, ya que parece cumplir los criterios establecidos por el Departamento de Estado de Estados Unidos. También se extiende a la identificación, seguimiento y sanción de las fuerzas de Wagner, dondequiera que operen. Estados Unidos también podría desclasificar más inteligencia, antes de que Wagner inicie sus operaciones para evitar que el grupo pueda negar sus actos y hacerlo responsable de las atrocidades que cometa.

La semana pasada, el Departamento del Tesoro anunció su designación de Wagner como una organización criminal trasnacional conforme ala orden ejecutiva 13581, con la intención de congelar los activos de los grupos delictivos que suponen una seria amenaza a “la seguridad nacional, la política exterior y la economía de Estados Unidos”. Sin embargo, esta designación no es suficiente. Una designación de “terrorista extranjero” dotaría al gobierno de Estados Unidos de mayores facultades para actuar contra los operativos de Wagner dondequiera que operen en todo el mundo, sin limitarse a sus actividades ilícitas para obtener dinero.

Las acciones de Wagner, en particular los ataques contra civiles y otros no combatientes de los que se sabe, están desestabilizando al Sahel y orillan a la población local a caer en manos de extremistas y ayudar a los afiliados de Al Qaeda y el Estado Islámico a reclutar a un gran número de nuevos miembros. La región se ha vuelto un imán para el tráfico de armas ligeras y de bajo calibre, facilitado por fronteras porosas y corrupción generalizada. Como lo demostró Afganistán antes del 11 de septiembre de 2001, los espacios sin gobierno son una amenaza a la seguridad en todas partes.

Para evitar un escenario similar, es imperativo que Estados Unidos, Francia y otros países occidentales desarrollen un planteamiento global frente al uso por parte de Rusia de representantes, lo que forma parte de la guerra híbrida o de “zona gris” que Moscú lleva a cabo en todo el mundo.

Este artículo apareció originalmente en The New York Times.

c.2023 The New York Times Company