Opinión: En la era de la IA, especialízate en ser humano

Un baniano gigante, equipado con múltiples columpios y hamacas, en el campus del New College of Florida, en Sarasota, Florida, el 25 de enero de 2023. (Damon Winter/The New York Times)
Un baniano gigante, equipado con múltiples columpios y hamacas, en el campus del New College of Florida, en Sarasota, Florida, el 25 de enero de 2023. (Damon Winter/The New York Times)

El verano pasado, una obra de arte generada con inteligencia artificial se llevó un primer premio en la Feria Estatal de Colorado. Para mí, la imagen parece una vista desde el fondo del escenario de una ópera. Se ven las espaldas de tres cantantes, después, más allá de ellos, garabatos ambiguos y formas que pueden ser o no los espectadores y, alrededor, dominándolo todo, el fantástico palacio al estilo de “El Señor de los Anillos” donde están actuando.

A primera vista, la obra resulta atractiva, pero después de un segundo, parece carecer de vida.

“Cuando volví a la imagen y me senté con ella un rato, me di cuenta de que mis esfuerzos por profundizar en ella se veían frustrados”, escribió L. M. Sacasas en su boletín sobre tecnología y cultura. “Esto ocurrió cuando empecé a inspeccionar la imagen más de cerca. Al hacerlo, mi experiencia de la imagen empezó a involucionar en lugar de profundizarse”.

Eso es lo que muchos de nosotros notamos en el arte o la prosa generados por la IA. Suelen ser insípidos y vagos. Le falta un núcleo humanista. Le falta la pasión, el dolor, los anhelos y una vida de vivencias personales experimentadas con profundidad. No surge de la imaginación de una persona, ni de los arrebatos de perspicacia, ansiedad y alegría que subyacen en cualquier obra significativa de creatividad humana.

Esto apunta a lo que podría ser la realidad central de la próxima era de la IA. Probablemente, la IA nos proporcionará herramientas fantásticas que nos ayudarán a externalizar gran parte de nuestro trabajo mental actual. Al mismo tiempo, la IA nos obligará a los humanos a redoblar esos talentos y habilidades que solo los humanos poseen. Lo más importante de la IA es que podría mostrarnos lo que no puede hacer, y así revele quiénes somos y qué podemos ofrecer.

Si, por ejemplo, eres un estudiante universitario que se prepara para la vida en un mundo de IA, tienes que preguntarte: ¿Qué clases me proporcionarán las habilidades que las máquinas no podrán replicar, haciéndome más inequívocamente humano? Quizá quieras evitar cualquier clase que te enseñe a pensar de manera impersonal, lineal y generalizada, el tipo de pensamiento en el que la IA te aplastará. Por otro lado, es probable que quieras gravitar hacia cualquier clase, en ciencias o humanidades, que te ayude a desarrollar las siguientes habilidades inconfundiblemente humanas:

Una voz personal distintiva. La IA suele producir el tipo de prosa burocrática e impersonal que se encuentra en las comunicaciones corporativas o en las revistas académicas. Querrás desarrollar una voz tan distintiva como las de George Orwell, Joan Didion, Tom Wolfe y James Baldwin, así que toma clases en las que leas voces distintivas y extravagantes para poder crear la tuya.

Habilidades de presentación. “La generación anterior de tecnología de la información favorecía a los introvertidos, mientras que es más probable que los nuevos robots de IA favorezcan a los extrovertidos”, escribe Tyler Cowen, economista de la Universidad George Mason. “Tendrás que estar demostrando todo el tiempo que eres más que ‘uno de ellos’”. La capacidad de crear y dar un buen discurso, conectar con un público y organizar reuniones divertidas y productivas parecen un conjunto de habilidades que la IA no replicará.

Un talento infantil para la creatividad. “Cuando interactúas durante un tiempo con un sistema como el GPT-3, te das cuenta de que tiende a desviarse de lo banal a lo completamente disparatado”, observa Alison Gopnik, famosa por sus estudios sobre la mente de los niños. “De alguna manera, los niños encuentran el punto creativo entre lo evidente y lo disparatado”. Los niños, afirma, no se limitan a imitar o absorber datos de manera pasiva; exploran y crean teorías innovadoras e historias creativas para explicar el mundo. Tendrías que asistir a clases —ya sean de programación o de pintura— que desaten tu creatividad, que te den la oportunidad de ejercitar y perfeccionar tus poderes imaginativos.

Cosmovisiones inusuales. La IA puede ser solo una máquina de predicción de texto. A la IA se le da bien predecir qué palabra debe venir a continuación, así que tú tienes que ser realmente bueno siendo impredecible, apartándote de lo convencional. Abastece tu mente con visiones del mundo de épocas lejanas, personas inusuales y lugares desconocidos: epicureísmo, estoicismo, tomismo, taoísmo, etc. Las personas con mentalidades contrarias y visiones del mundo idiosincrásicas serán valiosas en una época en la que el pensamiento convencional está turboalimentado.

Empatía. El pensamiento automático es excelente para comprender los patrones de comportamiento de las poblaciones, pero no lo es para entender al individuo único que tienes delante. Si quieres hacerlo, unas buenas clases de humanidades son realmente útiles. Estudiando Literatura, Teatro, Biografía e Historia, aprendes lo que pasa por la mente de otras personas. Si puedes entender la perspectiva de otra persona, tienes una habilidad más valiosa que la que posee una máquina que aspira grandes masas de datos sobre nadie en particular.

Consciencia situacional. Una persona con esta habilidad siente los contornos únicos de la situación en la que se encuentra. Tiene una consciencia intuitiva de cuándo hay que seguir las reglas y cuándo hay que saltárselas; un sentido del flujo de los acontecimientos; una sensibilidad especial, no necesariamente consciente, para saber a qué velocidad moverse y qué decisiones tomar que le impidan estrellarse contra las rocas. Esta sensibilidad procede de la experiencia, del conocimiento histórico, de la humildad ante la incertidumbre y de haber llevado una vida reflexiva e interesante. Es un tipo de conocimiento que se conserva tanto en el cuerpo como en el cerebro.

Los mejores profesores se enseñan a sí mismos. Cuando pienso en mis mejores profesores, generalmente no recuerdo qué había en el plan de estudios, sino quiénes eran. Tanto si la asignatura era de ciencias como de humanidades, recuerdo cómo esos profesores modelaban una pasión por el conocimiento, una manera divertida y dinámica de conectar con los alumnos. También modelaban un conjunto de virtudes morales: cómo ser riguroso con las pruebas, cómo admitir el error, cómo guiar a los estudiantes mientras hacen sus propios descubrimientos. Recuerdo cómo los admiraba y quería ser como ellos. Es un tipo de conocimiento que nunca obtendrás de un robot.

Y esa es mi esperanza para la era de la IA: que nos obligue a distinguir más claramente el conocimiento que es información útil del conocimiento humanístico que deja a la gente más sabia y transformada.

© 2023 The New York Times Company