Opinión: El hombre que podría derrocar a Netanyahu

Benny Gantz, miembro de la Knéset visita la “Plaza de los Rehenes” en Tel Aviv, el 31 de diciembre de 2023. (Amit Elkayam/The New York Times)
Benny Gantz, miembro de la Knéset visita la “Plaza de los Rehenes” en Tel Aviv, el 31 de diciembre de 2023. (Amit Elkayam/The New York Times)

TRAS LOS ATENTADOS DEL 7 DE OCTUBRE, BENNY GANTZ SE PERFILA COMO EL CANDIDATO CON MÁS POSIBILIDADES DE ENFRENTARSE AL ACTUAL PRIMER MINISTRO ISRAELÍ.

Hace poco más de cien días, Benny Gantz era el líder de un pequeño partido de la oposición israelí. Ahora, en una oficina compartida dentro de un edificio cualquiera dentro del complejo del Ministerio de Defensa en Tel Aviv, Gantz ayuda a dirigir la guerra de Israel contra Hamás en Gaza como miembro del consejo de guerra creado por el primer ministro Benjamín Netanyahu.

Gantz pasa los días estudiando con sumo cuidado los planes operativos, no solo de la campaña en curso en Gaza, sino también de las contingencias para una guerra que pueda estallar con Hizbulá, la organización chiita libanesa respaldada por Irán, en la frontera norte de Israel.

Pero el reto más complejo al que se enfrenta Gantz está sentado con él en la mesa del consejo de guerra: Netanyahu. En el pasado, acusó en varias ocasiones al primer ministro de dividir a la sociedad israelí. Y desde que comenzó la guerra, la opinión que Gantz tiene de Netanyahu —y su cálculo del daño que le está causando a Israel— ha caído todavía más bajo, según los ayudantes de Gantz y los aliados políticos entrevistados para este artículo. Varios funcionarios de seguridad y diplomáticos extranjeros también fueron entrevistados para hablar de Gantz.

Gantz, de 64 años, se encuentra en una posición única y contradictoria. En esencia, ahora es la persona con más madurez en el despacho del gobierno israelí. Muchos, si no es que la mayoría de los israelíes, así como los aliados de Israel, confían en él para que evite las medidas radicales a las que instan los miembros de extrema derecha del gobierno. Al mismo tiempo, según las encuestas, también es el hombre con más probabilidades de sustituir a Netanyahu y a su desastroso gobierno. Gestionar esa transición y sentar las bases de un posible primer ministro exitoso requerirá habilidad política, implacabilidad y, sobre todo, un agudo sentido de la oportunidad.

En su carrera política hasta ahora, todavía le falta probar que tiene esas cualidades en el grado necesario.

Casi desde el momento en que ingresó a la política en 2018, Gantz fue víctima de una campaña de desprestigio orquestada por una red de seguidores de Netanyahu. A pesar de ello, aceptó formar parte de un gobierno de emergencia con Netanyahu para ayudar a Israel a luchar contra la pandemia de COVID-19 en 2020. Esa decisión dividió a su partido (en aquel momento se llamaba Azul y Blanco) y le costó una gran parte de los votantes; además, ese gobierno se desmoronó en pocos meses. Tres años después, Gantz vuelve al lado de Netanyahu. Al parecer, la guerra no le dejó otra alternativa. El 7 de octubre, cuando se hizo evidente la magnitud del devastador ataque sorpresa de Hamás, Gantz le dijo a Netanyahu que estaba dispuesto a ser parte de un gobierno de emergencia. Parecía que, si algo le preocupaba, era la presencia de líderes de partidos de extrema derecha en la coalición.

A juzgar por las encuestas, fue la decisión política correcta para Gantz. La popularidad de Netanyahu se desplomó. Si las elecciones se llevaran a cabo en este momento, el partido Unidad Nacional de Gantz recibiría la mayoría de los votos por mucho. Podría formar una coalición de gobierno con facilidad.

GANTZ suele contar la historia de una llamada telefónica con su madre, Malka, quien sobrevivió al campo de concentración Bergen-Belsen, después de que los misiles de Gaza impactaran en el patio de la casa de su infancia durante una guerra anterior con Hamás.

Según su relato, ella le dijo: “‘Si no te duele, entonces todo está bien. Si te duele, entonces de todos modos no lo sientes. Solo te pido una cosa: no dejes de luchar, pero tampoco les niegues la comida’. Ese se ha convertido en mi legado moral”.

Se trata de un relato que lo posiciona a la perfección en el centro político israelí: un general rudo con una moral heredada de sus padres, sobrevivientes del Holocausto. Nahum Gantz, el padre de Gantz, fue un miembro activo del Partido Laborista Israelí y en un momento dado un posible candidato a la Knéset. Pero el propio Gantz se ha esforzado para no ser encasillado en ningún lado del espectro.

De hecho, si acaso Gantz tuvo alguna postura política durante sus más de 37 años en el Ejército, casi nunca la demostró. Pasó la primera mitad de su carrera militar en la célebre Brigada de Paracaidistas, donde ascendió hasta convertirse en comandante de brigada. La mayor parte de su experiencia en combate la adquirió luchando contra organizaciones militantes palestinas y después contra Hizbulá en el Líbano.

Los soldados bajo su mando lo describen como valiente bajo el fuego pero deliberado en su toma de decisiones fuera del campo de batalla, lo cual favorece el consenso. Incluso se ganó el apodo Benihuta, un juego de palabras con su nombre y una palabra arameo-hebrea que significa “relajado”.

Para sus superiores, fue el epítome de un paracaidista: respetuoso con la autoridad, mandaba con el ejemplo sin levantar la voz. Ascendió rápido a través de una serie de puestos de mando. A los 42 años fue ascendido a general de división y un año más tarde, en 2002, se le entregó la dirección del Mando Norte de las Fuerzas de Defensa de Israel.

Pero después de eso su carrera pareció tambalearse, con dos encrucijadas. Parecía carecer de la ambición ardiente y la perspicacia política necesarias para llegar a lo más alto del escalafón.

A pesar de todo, lo logró.

En 2009, una disputa entre el ministro de Defensa, Ehud Barak, y el jefe de personal de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI, por su sigla), Gabi Ashkenazi, sobre quién debía convertirse en jefe adjunto de personal de las FDI acabó con un candidato por concesión: Gantz. Se suponía que iba a ser su último cargo y se retiró en noviembre de 2010. Pero una serie de escándalos mancharon a los principales candidatos al puesto más alto y se le volvió a llamar para que ocupara el cargo de jefe de gabinete. Una vez más, y no por última vez, fue el temperamento equilibrado de Gantz lo que le llevó al puesto.

AUNQUE MUCHOS DE los hombres que lo precedieron como comandante de las fuerzas armadas se presentaron a las elecciones tras abandonar el Ejército, el futuro de Gantz en la política cuando terminó su mandato de cuatro años en ese cargo no estaba nada claro. Muchos pensaban que no tenía el temple necesario. Aunque parecía tener reservas en relación con los planes de Netanyahu y Barak para atacar las instalaciones nucleares de Irán, según me confirmó un ministro del gabinete, como jefe de personal de las FDI, sus desacuerdos profesionales con sus jefes políticos no fueron del conocimiento público.

A medida que se acercaban las elecciones de 2019, la ausencia de un candidato de centroizquierda capaz de desafiar a Netanyahu llevó a un grupo de operadores políticos a animar con insistencia a Gantz para que se presentara a las elecciones. Como antiguo jefe de gabinete de las FDI ya era bastante respetado por la clase política israelí.

Era tan buen candidato de centroizquierda que, como líder del partido Resiliencia, obligó al otro partido de centro, Yesh Atid de Yair Lapid, a fusionarse con su partido y formar Azul y Blanco. El nuevo partido estuvo a punto de llevar a Laborista y Meretz, los otros partidos de izquierda sionista, a la extinción electoral.

A pesar de ello, los primeros años de Gantz en la política apenas inspiraron confianza. No consiguió inculcar un sentimiento de unidad en el bando contrario a Netanyahu. Las constantes luchas intestinas entre las facciones de alto rango de su nuevo partido y su propio equipo de estrategas externos fueron muy criticadas en los medios.

La tan disciplinada maquinaria política de Netanyahu desprestigió a Gantz mediante la promoción de noticias poco halagüeñas, como que su teléfono móvil había sido hackeado por los iraníes, y que había estado en terapia (cosa que él negó). Gantz y su campaña trataron de sacudirse las calumnias, pero no lograron presentar una narrativa propia coherente. Lo más importante es que, aunque atrajo muchos de los votos de la izquierda y del centro, no logró un avance considerable en la derecha.

Para fines de marzo de 2020, Gantz se dio por vencido. Tres turbulentas campañas electorales en 15 meses habían sido más que suficientes y se avecinaba una pandemia mundial. Se unió a Netanyahu en su “gobierno de unidad nacional de emergencia”. Pero cuando Netanyahu incumplió sus compromisos presupuestarios, la coalición se vino abajo. Israel se dirigía por cuarta vez hacia unas elecciones en menos de dos años. El partido Azul y Blanco solo ganó ocho escaños.

CUANDO NETANYAHU regresó al poder a fines de 2022, muchos predijeron que Gantz no duraría mucho en la oposición. Con toda seguridad, volvería a formar parte del gobierno de Netanyahu, sustituyendo a algunos de los socios de coalición de extrema derecha “por el bien de la nación”. O tal vez se retiraría.

Pero entonces el gobierno de Netanyahu puso en marcha su polémica “reforma legal”, que pretendía debilitar la independencia y el poder de la Corte Suprema de Israel. La medida desató una ola de protestas de la centro-izquierda y Gantz y su partido empezaron a despegar en las encuestas.

En otros frentes internos, no tomó partido en el enconado debate sobre la falta de separación entre sinagoga y Estado en Israel. Lleva una vida laica, pero se ha esforzado por atraer a los religiosos. Y quizá lo más importante, ha mantenido relaciones cordiales tanto con los colonos de Cisjordania como con altos cargos de la Autoridad Palestina, algo que pocos políticos han hecho.

Mientras la sociedad israelí se desgarraba por el futuro de su frágil y limitada democracia, muchos vieron en Gantz a un unificador. Su recién nombrado partido Unidad Nacional duplicó su resultado en las encuestas y logró ponerse a la par del partido de derecha Likud. Sin embargo, en los nueve turbulentos meses del intento de la coalición de acabar con el poder judicial israelí, se opuso a los planes, pero aceptó trabajar con Netanyahu en un compromiso que salvaguardara la democracia.

En las encuestas desde el 7 de octubre, Unidad Nacional ha estado por encima de Likud en popularidad. Cuando se pregunta sobre su idoneidad como primer ministro, Gantz supera a Netanyahu, a veces por más de 20 puntos porcentuales en todo el país.

Desde el 7 de octubre, Gantz se ha negado a dar entrevistas, evitando incluso las reuniones informativas extraoficiales. Pero su sola presencia en el foro de toma de decisiones más íntimo tranquiliza al pueblo israelí. Se dice que Gantz se opuso a las peticiones de los generales, incluso el ministro de Defensa Yoav Gallant, de lanzar un ataque preventivo contra Hizbulá en el Líbano. De igual modo, defendió el acuerdo de liberación de rehenes con Hamás, que los generales rechazaron inicialmente porque incluía una tregua temporal durante la cual Hamás podría relevar a sus combatientes exhaustos.

Gantz se ha ceñido a declaraciones anodinas en público. Su mayor activo político en una sociedad polarizada puede ser seguir siendo un lienzo en blanco sobre el que los israelíes puedan proyectar sus aspiraciones.

Según conversaciones mantenidas con diplomáticos para este artículo, los funcionarios extranjeros se acercan a Gantz para que sirva de contrapeso a Netanyahu. En esas conversaciones, según personas cercanas a él, cuando se le pregunta por la solución de los dos Estados, responde que estamos en un mundo nuevo y que la vieja frase ya no se aplica y prefiere hablar de “dos entidades separadas”. Sus asistentes afirman que esa es una muestra del empeño de Gantz por mantenerse al margen del conflicto con Netanyahu.

La manera que tiene Gantz de hablar con los israelíes sobre futuras concesiones a los palestinos es envolverlas en necesidades de seguridad. Durante su etapa como ministro de Defensa, también fue uno de los pocos ministros de alto rango que se reunió con el presidente palestino, Mahmud Abás.

Si, o más bien, cuando, Gantz decida abandonar el consejo de guerra y regrese a su partido a la oposición, significará una encrucijada para el futuro de Israel. Bien podría ser el momento en que se abrieran las compuertas de la protesta, que han estado cerradas en gran medida a causa de la guerra, y que cientos de miles de israelíes, incluidos muchos reservistas que han regresado del campo de batalla, salieran a las calles para exigir la dimisión de Netanyahu.

Gantz sabe muy bien que en este momento es el candidato más popular a primer ministro. Pero se enfrenta a un maestro de la supervivencia política que no se detendrá ante nada para aferrarse al poder. De lo que haga Gantz en las próximas semanas y meses dependerá no solo su destino político, sino también el del país al que ha servido durante el último medio siglo.

Este artículo apareció originalmente en The New York Times.

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