Opinión: Lo que creo como un historiador de genocidios

SABEMOS POR LA HISTORIA QUE ES CRUCIAL ADVERTIR SOBRE EL POTENCIAL DE GENOCIDIO ANTES DE QUE ESTE OCURRA, EN VEZ DE CONDENARLO DE MANERA TARDÍA DESPUÉS DE QUE YA OCURRIÓ. CREO QUE AÚN TENEMOS TIEMPO.

Las operaciones militares israelíes han creado una crisis humanitaria insostenible, que no hará sino empeorar con el tiempo. Pero, ¿son las acciones de Israel —como sostienen los opositores de la nación— casi una limpieza étnica o, lo que es más explosivo, un genocidio?

Como historiador del genocidio, creo que no hay pruebas de que se esté produciendo un genocidio en Gaza, aunque es muy probable que se estén cometiendo crímenes de guerra, e incluso crímenes contra la humanidad. Esto significa dos cosas importantes: en primer lugar, tenemos que definir qué estamos viendo y, en segundo lugar, tenemos la oportunidad de detener la situación antes de que empeore. Sabemos por la historia que es crucial advertir de la posibilidad de un genocidio antes de que este se produzca, en lugar de condenarlo de manera tardía después de que ya ocurrió. Creo que todavía estamos a tiempo.

Está claro que la violencia diaria que se está desatando sobre Gaza es insoportable e insostenible. Desde la masacre perpetrada por Hamás el 7 de octubre —un crimen de guerra y un crimen contra la humanidad—, el ataque militar aéreo y terrestre de Israel contra Gaza ha matado a más de 10.500 palestinos, según el Ministerio de Sanidad de Gaza, cifra que incluye a miles de niños. Esa cifra es más de cinco veces superior a las más de 1400 personas asesinadas por Hamás en Israel. Para justificar el ataque, los dirigentes y generales israelíes han hecho declaraciones aterradoras que indican una intención genocida.

Sin embargo, el horror colectivo de lo que estamos viendo no significa que ya esté en marcha un genocidio, según la definición jurídica internacional del término. Ya que el genocidio, a veces llamado “el crimen de todos los crímenes”, es percibido por muchos como el más extremo de todos los crímenes, a menudo existe el impulso de calificar de genocidio cualquier caso de asesinato en masa y masacre. Pero este impulso de etiquetar todos los sucesos atroces como genocidio tiende a ofuscar la realidad en lugar de explicarla.

El Derecho Internacional Humanitario identifica varios crímenes graves en los conflictos armados. Los crímenes de guerra se definen en los Convenios de Ginebra de 1949, y en sus protocolos posteriores, como violaciones graves de las leyes y usos de la guerra en los conflictos armados internacionales, tanto contra combatientes como contra civiles. El Estatuto de Roma, por el que se creó la Corte Penal Internacional, define a los crímenes de lesa humanidad como el exterminio u otros crímenes masivos contra cualquier población civil. El crimen de genocidio se definió en 1948 por la ONU como “la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal”.

Así pues, para demostrar que se está produciendo un genocidio, tenemos que demostrar que existe la intención de destruir y que la acción destructiva se está llevando a cabo contra un grupo concreto. El genocidio como concepto jurídico difiere de la limpieza étnica en cuanto a que esta última, que no ha sido reconocida como delito propio por el derecho internacional, tiene por objeto expulsar a una población de un territorio, a menudo de manera violenta, mientras que el genocidio tiene por objeto destruir a esa población dondequiera que se encuentre. En realidad, cualquiera de estas situaciones —y especialmente la limpieza étnica— puede derivar en genocidio, como ocurrió en el Holocausto, que comenzó con la intención de expulsar a los judíos de los territorios controlados por Alemania y se transformó en la intención de su exterminio físico.

Mi mayor preocupación al ver cómo se desarrolla la guerra entre Israel y Gaza es que existe una intención genocida, que fácilmente puede derivar en una acción genocida. El 7 de octubre, el primer ministro Benjamin Netanyahu dijo que los habitantes de Gaza pagarían un “precio alto” por las acciones de Hamás y que las Fuerzas de Defensa de Israel (I.D.F., por su sigla en inglés) convertirían partes de los centros urbanos densamente poblados de Gaza “en escombros”. El 28 de octubre, agregó, citando el Deuteronomio: “Debes recordar lo que te hizo Amalec”. Como muchos israelíes saben, en venganza por el ataque de Amalec, la Biblia llama a “matar por igual a hombres y mujeres, niños y lactantes”.

El lenguaje profundamente alarmante no termina ahí. El 9 de octubre, el ministro de Defensa de Israel, Yoav Gallant, dijo: “Estamos luchando contra animales humanos y actuamos en consecuencia”, una declaración que denota deshumanización y que tiene ecos genocidas. Al día siguiente, el jefe de la coordinación de las actividades gubernamentales del Ejército israelí en los territorios, el general de división Ghassan Alian, se dirigió a la población de Gaza en árabe: “Los animales humanos deben ser tratados como tales”, señaló, añadiendo: “No habrá electricidad ni agua. Solo habrá destrucción. Querían el infierno, tendrán el infierno”.

El mismo día, el General de División retirado Giora Eiland escribió en el diario Yedioth Ahronoth: “El Estado de Israel no tiene otra opción más que convertir Gaza en un lugar donde sea imposible vivir temporal o permanentemente”. Y añadió: “Crear una grave crisis humanitaria en Gaza es un medio necesario para lograr el objetivo”. En otro artículo, escribió que “Gaza se convertirá en un lugar donde no podrá existir ningún ser humano”. Al parecer, ningún representante del Ejército ni ningún político denunció esta declaración.

Podría citar muchas más.

Tomadas en conjunto, estas declaraciones podrían interpretarse fácilmente como indicativas de una intención genocida. Pero, ¿se está produciendo de verdad un genocidio? Los mandos militares israelíes insisten en que intentan limitar las víctimas civiles, y atribuyen el gran número de muertos y heridos palestinos a las tácticas de Hamás de utilizar a civiles como escudos humanos y situar sus centros de mando bajo estructuras humanitarias como hospitales.

Sin embargo, según se informa, el 13 de octubre el Ministerio de Inteligencia israelí emitió una propuesta para trasladar a toda la población de la Franja de Gaza a la península del Sinaí, gobernada por Egipto (la oficina de Netanyahu dijo que se trataba de un “documento conceptual”). Los elementos de extrema derecha del gobierno —también representados en las I.D.F.— celebran la guerra como una oportunidad para deshacerse por completo de los palestinos. Este mes, surgió un video en las redes sociales del capitán Amichai Friedman, rabino de la Brigada Nahal, diciéndole a un grupo de soldados que ahora estaba claro que “esta tierra es nuestra, toda la tierra, incluida Gaza, incluido Líbano”. Los soldados vitorearon con entusiasmo; el Ejército dijo que su conducta “no se ajusta” a sus valores y directrices.

Y así, aunque no podemos decir que el Ejército esté atacando explícitamente a civiles palestinos, funcional y retóricamente podemos estar asistiendo a una operación de limpieza étnica que podría derivar rápidamente en genocidio, como ha ocurrido más de una vez en el pasado.

Nada de esto ha ocurrido en el vacío. En los últimos meses he estado muy preocupado por el desarrollo de los acontecimientos en Israel. El 4 de agosto, varios colegas y yo divulgamos una petición en la que se advertía que el intento de golpe judicial del gobierno de Netanyahu pretendía perpetuar la ocupación israelí de tierras palestinas. Lo firmaron cerca de 2500 académicos, clérigos y personalidades públicas indignados con la retórica racista de los miembros del gobierno, sus esfuerzos antidemocráticos y la creciente violencia de los colonos, al parecer apoyados por las I.D.F., contra los palestinos en la Cisjordania ocupada.

Lo que habíamos advertido —que sería imposible ignorar la ocupación y la opresión de millones de personas durante 56 años, y el asedio de Gaza durante dieciséis años, sin consecuencias— nos explotó en la cara el 7 de octubre. Tras la masacre de civiles judíos inocentes perpetrada por Hamás, nuestro mismo grupo emitió una segunda petición denunciando los crímenes cometidos por Hamás y pidiendo al gobierno israelí que desista de perpetrar actos de violencia y asesinatos masivos contra civiles palestinos inocentes en Gaza como respuesta a la crisis. Escribimos que la única manera de poner fin a estos ciclos de violencia es buscar un consenso político con los palestinos y acabar con la ocupación.

Es hora de que los dirigentes y los académicos de alto nivel de las instituciones dedicadas a investigar y conmemorar el Holocausto adviertan públicamente contra la retórica llena de rabia y venganza que deshumaniza a la población de Gaza y pide su extinción. Es hora de alzar la voz contra la escalada de violencia en Cisjordania, perpetrada por los colonos israelíes y los soldados del Ejército israelí, que ahora parece dirigirse también hacia la limpieza étnica al amparo de la guerra en Gaza; varias aldeas palestinas, según reportes, se han autoevacuado bajo amenazas de los colonos.

Insto a instituciones tan venerables como el Museo Conmemorativo del Holocausto de Estados Unidos, en Washington D. C., y Yad Vashem, en Jerusalén, a que intervengan ahora y se pongan en la vanguardia de quienes advierten contra los crímenes de guerra, los crímenes contra la humanidad, la limpieza étnica y el crimen de todos los crímenes, el genocidio.

Si realmente creemos que el Holocausto nos enseñó una lección sobre la necesidad —o en realidad, el deber— de preservar nuestra propia humanidad y dignidad protegiendo las de los demás, este es el momento de levantarnos y alzar la voz, antes de que los dirigentes de Israel hundan al país y a sus vecinos en el abismo.

Aún estamos a tiempo de impedir que Israel permita que sus acciones se conviertan en un genocidio. No podemos esperar ni un momento más.

Este artículo apareció originalmente en The New York Times.

c.2023 The New York Times Company