Opinión: Estados Unidos está hasta el cuello

LA ÚNICA MANERA EN LA QUE UCRANIA PUEDE ALCANZAR LA VICTORIA ABSOLUTA ES CON EL EJÉRCITO DE LA OTAN EN EL CAMPO DE BATALLA. ¿ALGUIEN ESTÁ LISTO PARA ESO?

Tal vez el mayor error que ha cometido hasta ahora el presidente Vladimir Putin en Ucrania es dar a Occidente la impresión de que Rusia puede perder la guerra. El primer ataque ruso sobre Kiev tropezó y fracasó. El monstruo ruso no parecía tan formidable como se había hecho creer. De repente, la guerra pareció el enfrentamiento entre una masa de rusos incompetentes y desencantados y unos patriotas ucranianos sobrecargados de conocimientos.

Como podía suponerse, estas expectativas aumentaron los objetivos bélicos ucranianos. El presidente Volodímir Zelenski alguna vez estuvo a favor de los acuerdos de paz en Ucrania. “Garantías de seguridad y neutralidad, estatus no nuclear de nuestro Estado. Estamos dispuestos a esto”, declaró a un mes del conflicto. Ahora habla de una victoria absoluta: la recuperación de cada centímetro de territorio ocupado por los rusos, incluida Crimea. Las encuestas indican que los ucranianos no aceptarán otra cosa. Mientras se libran batallas en Donetsk y Lugansk, los líderes ucranianos y algunos de sus partidarios occidentales ya sueñan con juicios como los de Núremberg contra Putin y su círculo interno en Moscú.

El problema es que Ucrania solo tiene una opción segura para lograr esta hazaña a corto plazo: la participación directa de la OTAN en la guerra. Solo el despliegue completo, al estilo de la Operación Tormenta del Desierto, de los soldados y las armas de la OTAN y de Estados Unidos podría lograr una victoria integral para Ucrania en poco tiempo (no importa que un despliegue como ese muy seguramente reduciría las probabilidades de una de las peores perspectivas de la guerra: cuanto más pierda Rusia, más probable es que recurra a las armas nucleares).

Sin la participación de la OTAN, el Ejército ucraniano puede mantener la línea y recuperar terreno, como ha hecho enJárkov y Jersón, pero es casi imposible que logre la victoria absoluta. Si Rusia apenas puede avanzar unos cientos de metros al día en Bajmut a costa de 50 a 70 hombres, porque los ucranianos están muy bien atrincherados, ¿podrían los ucranianos avanzar más contra unos rusos igual de bien atrincherados en toda la zona entre Rusia y el lado oriental del delta del Dniéper, incluyendo la costa del mar de Azov y el istmo que conduce a Crimea? Lo que ha sido una carnicería en un lado, podría ser una carnicería en el otro.

Además, Rusia casi ha intercambiado su economía de Estado por una de guerra, mientras que Estados Unidos todavía no logra satisfacer las necesidades de producción bélica de sus socios extranjeros. La guerra ya ha costado el equivalente a trece años de producción de misiles antiaéreos Stinger y cinco años de misiles Javelin, mientras que Estados Unidos tiene un atraso de 19.000 millones de dólares en entrega de armas a Taiwán. Las noticias occidentales se han centrado en que los rusos evaden las órdenes de reclutamiento de Putin, pero el Kremlin todavía tiene muchos soldados a los cuales recurrir, incluso después de haber llamado a filas a 300.000 soldados el pasado mes de septiembre.

El debate sobre el envío de material bélico pesado a Ucrania —que ha estado muy presente sobre todo en la prensa alemana— no viene al caso aquí. No se sabe cuándo podrán operar todos los tanques Leopard 1 y 2 y M1 Abrams prometidos por la OTAN. Ucrania ha solicitado de 300 a 500 tanques y la OTAN solo prometió cerca de 200.

Que Zelenski haya puesto tanto empeño diplomático en estos envíos de armamento tiene sentido: necesita comunicar al Kremlin que Ucrania está preparada para un conflicto largo y difícil. Pero en términos de armamento real listo para la batalla durante los próximos seis meses, muy poco de la recompensa prometida podrá desplegarse. Si Zelenski quiere completar su autoimagen de Winston Churchill más pronto que tarde, querrá acelerar la llegada del día en que pueda brindar por el ingreso a la OTAN o, en otras palabras, el ingreso de Estados Unidos al conflicto.

El problema para Kiev es que —dejando de lado las garantías públicas— Washington no tiene ningún interés en entrar directamente a la guerra. El general Mark Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto, ya manifestó la postura de que la victoria total de Rusia o Ucrania es inalcanzable a corto plazo. El presidente Biden y su asesor de seguridad nacional, Jake Sullivan, se han mostrado inflexibles en cuanto a la posibilidad de que Estados Unidos participe de manera directa en el conflicto. La opinión pública estadounidense tampoco ha mostrado ningún interés en una participación directa. Incluso es posible que a Estados Unidos le interese que continúe la lucha, ya que la guerra reduce la capacidad de Rusia para operar en otras partes del mundo, aumenta el valor de las exportaciones energéticas estadounidenses y sirve como un conveniente ensayo general para la reunión de aliados y la coordinación de la guerra económica contra China.

No se ha prestado tanta atención al hecho de que los objetivos bélicos del Kremlin pueden haberse reducido por necesidad. Pareciera que Moscú, reconciliada con su incapacidad de efectuar un cambio de régimen en Kiev y capturar más territorio ucraniano, ahora se ha centrado principalmente en mantener sus posiciones en Lugansk y Donetsk y asegurar un puente terrestre a Crimea. Estos son dos territorios que Ucrania tendría problemas para recuperar, incluso en las mejores circunstancias.

Teniendo en cuenta las circunstancias actuales, el futuro económico de Ucrania parece viable incluso sin los territorios bajo la actual ocupación rusa. Ucrania no se ha convertido en un país sin salida al mar y sigue controlando siete de los ocho óblasts con mayor PIB per cápita. Ucrania se arriesgaría a poner en peligro esta posición en una contraofensiva. Paradójicamente, seguir en guerra es benéfico para algunos intereses rusos: le da a Moscú más posibilidades de aniquilar a Ucrania y de convertirlo en un Estado tapón en la práctica, lo cual haría que fuera todavía menos elegible para ingresar a la OTAN y la Unión Europea.

Hace poco, el historiador Stephen Kotkin argumentó que a los ucranianos les convendría más definir la victoria como la adhesión a la Unión Europea que como la reconquista completa de todo el territorio ucraniano. Sin embargo, a excepción de los países que fueron neutrales durante la Guerra Fría, todos los casos históricos de adhesión a la UE han estado precedidos por la pertenencia a la OTAN, que desde la década de 1990 ha actuado como una agencia de calificación en Europa, pues garantiza que los países son seguros para la inversión. Este hecho no pasa desapercibido para la población ucraniana: las encuestas (que desde 2014 excluyen en su mayoría a Lugansk y Donetsk) muestran que el interés por la adhesión del país a la OTAN parece haberse disparado desde el inicio del conflicto.

En última instancia, solo Washington tiene el poder de decidir qué parte de Ucrania quiere tener bajo su protección. La reticencia oficial a incluir a Ucrania en la OTAN nunca ha sido tan clara, mientras que el apoyo público a Kiev nunca había sido tan variopinto. Mientras tanto, los líderes europeos pueden encontrarse pronto en la poco envidiable posición de convencer a los ucranianos de que el acceso al mercado común y a un Fondo Marshall europeo es una concesión razonable a falta de una “victoria completa”.

Este artículo apareció originalmente en The New York Times.

c.2023 The New York Times Company