OPINIÓN: El Estado de la Unión y lo que Biden necesita de AMLO

El pasado 7 de febrero y a invitación del congreso estadounidense Joe Biden rindió lo que se conoce como el Estado de la Unión y que no es más que una especie de informe que, sin una periodicidad fija, rinde el presidente ante el congreso sobre el estado que guardan los principales temas que preocupan a los estadounidenses y propone algunas acciones para abordarlos. Es sobre todo un acto político que sirve para medir al presidente en turno.

En esta ocasión, el evento presentaba un interés particular por varias razones. Las más importantes tienen que ver con el hecho de que por primera vez Joe Biden enfrentaba un congreso de mayoría republicana en la cámara de representantes y había curiosidad por conocer las reacciones y comportamiento de congresistas de ese partido, particularmente aquellos todavía cercanos a Donald Trump. Todo ello enmarcado en una especie de morbo por constatar si a pesar de su edad, era capaz de transmitir en el ejercicio la energía que un presidente requiere. Simplemente recordemos que Trump le llamaba “sleepy Joe”. En esta ocasión, su desempeño estaría relacionado con las posibilidades de optar por una reelección a los 82 años de un mandato que concluiría a los 86. Parecen demasiados.

El encuentro fue sorpresivamente agradable y se puede decir que el presidente estadounidense aprobó con creces la prueba a la que fue sometido, incluida y sobre todo lo que tiene que ver con la energía y lucidez de un presidente de 80 años. La democracia y las instituciones estadounidenses son sólidas y parecería que Trump fue una singularidad.

En México ya no tenemos un ejercicio comparable, quizá nunca lo tuvimos, pero lo que más se parecía era cuando el presidente mexicano rendía ante el congreso el informe anual de gobierno. Hoy simplemente lo envía.

Casualmente, unos días antes, en México durante la celebración de la promulgación de la constitución, en la ciudad de Querétaro, coincidieron los máximos representantes de los tres poderes del Estado Mexicano, como en el informe de Biden, y lo menos que podemos decir es que el contraste, para quienes tenemos vínculos y afectos con los dos países frustra y entristece del lado mexicano. Mientras AMLO insiste en polarizar, descalificar y despreciar a los otros dos poderes, Biden llamó a la unidad para trabajar por el bien de Estados Unidos y en su intervención les dio el lugar que un sistema democrático y de contrapesos les asigna. Mientras los militares asisten discretamente, sin aplaudir al informe de Biden, en México juegan un papel protagónico alrededor del presidente y hasta aparecen en actos de campaña de su partido.

Sin que haya mencionado explícitamente a México, dos de los momentos más importantes tuvieron que ver con el vecino y están relacionados con dos procesos en los que México juega un papel fundamental. La migración y el fentanilo.

En particular en este último, el presidente fue interrumpido y abucheado varias veces por algunos republicanos quienes le exigían un mejor control de la frontera con México y lo culpaban de que el fentanilo entrara a Estados Unidos con tanta facilidad y abundancia por esa frontera.

En el ejercicio quedó suficientemente claro que los republicanos atacarán a Biden o a cualquier otro candidato demócrata, por no obtener de México una participación más decidida y eficiente para controlar a los migrantes y al tráfico de drogas. Los culparán del desorden fronterizo.

En lo que toca al control del tráfico del fentanilo, los discursos mañaneros de AMLO son totalmente inútiles y el gobierno de Biden lo que necesita es una participación más directa en el combate al tráfico de la sustancia que incluye, por supuesto, la presencia de agentes estadounidenses en territorio mexicano. AMLO ha regateado esa participación envolviéndose en un nacionalismo simplista que en realidad solo es un pretexto para no molestar y proteger a los militares en México a quienes no agrada la presencia estadounidense.

Que “los gringos” den información está bien y ya se verá cómo se usa, si es que se usa, que capaciten a los militares mexicanos, puede ser, pero que tengan presencia y constaten los acuerdos locales con grupos criminales es otra cosa. Entre las presiones del gobierno de Biden, que crecerán en la medida en que se acerquen las campañas presidenciales, y el poder de los militares, alimentado por él mismo, AMLO no la tiene nada fácil y las detenciones “en flagrancia” de algunos capos que se pasean solos con dos kilogramos de marihuana en la cajuela de sus autos no serán suficientes, ni engañan a nadie.

En lo que toca a la migración, los republicanos exigirán por lo menos lo que ya obtuvieron de AMLO cuando Donald Trump. Recibir en México a quienes se les niega la entrada a Estados Unidos y a aquellos que solicitan asilo y refugio en ese país. Adicionalmente, contener en México los flujos migratorios que transitan para llegar al norte. De hecho, hace apenas unos días el diario The Washington Post reportó pláticas de los dos gobiernos en ese sentido.

AMLO era mucho más empático con Donald Trump de lo que es con Joe Biden. Sus estilos de gobernar y personalidades son similares y con su muy desarrollada sensibilidad política apostó a que Trump se reelegiría. Obviamente se equivocó, pero reconocer errores no es una de sus cualidades. Con el tiempo encima, tanto para él como para Biden, algo tendrá que ceder.

Jorge Santibáñez es presidente de Mexa Institute

TW: @mexainstitute

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Este artículo fue publicado por primera vez en Los Angeles Times en Español.