OPINION | Por qué estoy en desacuerdo con la lista de "mejores escritores" de Granta en español

OPINION | Por qué estoy en desacuerdo con la lista de "mejores escritores" de Granta en español

Jorge Luis Borges solía decir que lo primero que notamos de una lista son las omisiones. Días atrás, la revista británica Granta eligió los 25 mejores narradores jóvenes en español menores de 35 años. Mucho antes de que se revelara la selección en una rueda de prensa desde el Instituto Cervantes de Madrid, los rumores de los posibles nombres favoritos deambularon por el mundillo literario hispano (siempre pobre en premios monetizados y tan rico en chismes). Y, como anticipaba Borges, fue imposible no reparar en las omisiones.

Aunque los escritores elegidos tienen méritos literarios suficientes para aparecer en una lista —como Mónica Ojeda, de Ecuador, y Cristina Morales, de España—, hay una cuestión que no podemos obviar: los reconocimientos culturales suelen pasar por alto que también son espacios de visibilidad y que deben ser representativos para abarcar al vasto mundo literario en español.

Integrar una lista es potenciar la diversidad en una sociedad por momentos reaccionaria a cualquier minoría. La lista de Granta es importante porque es el vehículo para que lectores conozcan nuevos creadores, actúa de caja de resonancia para que las grandes casas editoriales incorporen a escritores interesantes y puede ser el pasaporte a contratos de traducción.

Desde su primera selección inglesa, en 1983, la revista probó ser justo eso: una plataforma de visibilidad para escritores prometedores. En aquel año estaban escritores como Julian Barnes, Kazuo Ishiguro, Ian McEwan y Martin Amis, quienes lograron crear una obra sólida y consistente, se tradujeron a una enorme cantidad de idiomas y se consagraron como algunos de los mejores escritores de su generación.

Sin embargo, hoy la lista de Granta no se ha actualizado como debería y, por tanto, pone al centro de la cultura a autores de un grupo reducido de países que son desde hace décadas los epicentros dominantes de la literatura en español.

Es el triunfo del prejuicio que no revitaliza la literatura del siglo XXI. En las dos oportunidades que se realizó la selección en español, 2010 y 2021, se han repetido los mismos errores. El primer error es la omisión de países de América Latina como El Salvador, Guatemala, Honduras, Panamá, Paraguay, República Dominicana y Venezuela. Si la intención era dar un panorama completo de las letras, no lo han conseguido. Aquí no está en juicio la calidad de los autores en la lista, lo discutible es la etiqueta de “mejores narradores en español”. ¿Cómo ser tales cuando faltan todas las voces del continente?

No es una cuestión de ser políticamente correctos, tampoco de cubrir a toda la geografía de países hispanoparlantes. Se trata de que una lista de los “mejores” autores —igual que la elección de ganadores de premios literarios— debe ser rigurosa para lograr una representatividad que hable de la diversidad del mundo literario en nuestro idioma. Confeccionar una lista, después de todo, es un ejercicio de exigencia intelectual, nos debe obligar a salir de los núcleos dominantes de influencia cultural y de los lugares comunes. Eso hace la mejor literatura y eso debe hacer una lista literaria.

Estos olvidos delatan un tablero donde las piezas son las de siempre: España, México y Argentina se llevan el mayor número de escritores incluidos. El criterio de selección se inclina por territorios donde existe una tradición literaria que logró atravesar las fronteras de la región y donde están presentes engranajes medianamente aceitados de la industria cultural.

Es allí donde se marca la ausencia, lo que mejor obliga a reflexionar sobre cierto servilismo hacia la tradición literaria. El linaje, pareciera decirnos la lista de Granta, otorga una prepotencia que brinda derecho a pertenecer eternamente. ¿Pero las tradiciones no pueden ser también una buena oportunidad para transgredirlas? O, en tal caso, encontrar distintos modos de armar una tradición.

Desde principios de siglo los problemas sociales han hecho que un grupo enorme de venezolanos deje su país. El éxodo venezolano produjo una diáspora de artistas inédita en la región. Entre ellos se cuentan decenas de escritores que vienen publicando una literatura singular. El tema sociopolítico está en muchas de las obras, ofrecen maneras de tratar de entender la lógica de pesadilla que en la actualidad vive Venezuela, pero también hay muchas otras que escapan a esa dolorosa coyuntura. La primera lista de Granta dedicada a los autores en español incluyó nombres que hoy son best sellers: Samanta Schweblin, Pola Oloixarac, Elvira Navarro, Alejandro Zambra, Andrés Neuman, Patricio Pron. En aquella oportunidad se dejó de lado escritores venezolanos como Eduardo Sánchez Rugeles y Rodrigo Blanco Calderón. Para ese momento, ambos ya habían publicado libros que estaban en sintonía con la calidad de los elegidos. Lo mismo ha sucedido con la de 2021 en la que podrían haberse sumando las voces de Raquel Abend Van Dalen y Enza García Arreaza. Ambas son dueñas de un mundo personal sombrío donde la poesía muchas veces confluye en la narrativa.

Si no existe entonces un problema de visibilidad como de valor literario, ¿qué es lo que ha ocurrido para omitirlos en las dos selecciones? Además de ser menores de 35 años, la segunda condición que Granta exige para participar es tener al menos una obra publicada. Es irrisorio pensar que ningún autor venezolano podía cumplir con ambos requisitos. Así y todo, con la incorporación de más países de América Latina, la lista seguiría con su atraso, demostrando lo difícil que es borrar su marca de origen. En la primera edición, de 22 seleccionados, solo 5 eran mujeres. Ahora ha mejorado un poco: entre los 25, hay once autoras. Pero incluso la paridad de género no alcanzaría.

Entre el arco de tiempo que va desde 2010 a 2021, pese a los cambios que ha ejecutado la dirección de la revista, sigue prevaleciendo una mirada cultural conservadora. El año pasado, Camila Sosa Villada recibió en México el premio Sor Juana Inés de la Cruz. La calidad literaria puede incluir una política de género. Si bien la autora nació en 1982 y no entraría en la famosa lista, es un buen parámetro de la actividad artística trans en el siglo XXI.

Los problemas de Granta conducen a otras listas y premios que solo desean ver lo que es evidente. Si uno observa los ganadores del Premio Miguel de Cervantes, uno de los reconocimientos más importantes en el idioma, se dará cuenta que la nómina femenina es irrisoria. El galardón que se creó en España en 1976 solo ha sido otorgado a cinco mujeres: María Zambrano, Dulce María Loynaz, Ana María Matute, Elena Poniatowska e Ida Vitale. De la lista del Formentor, concedido desde 1961, apenas si figuran tres: Dacia Maraini, Gisela Elsner y Annie Ernaux.

La consecuencia de crear espacios que no salen de los centros dominantes de la cultura puede ser la irrelevancia de las listas y los premios. Las decisiones arbitrarias van en dirección opuesta al mundo de hoy. Las listas y reconocimiento en la literatura en español necesitan una mayor representatividad. Es el desafío de las instituciones transformarse para no quedar relegadas en el tiempo. En la pluralidad de voces está la respuesta.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2021 The New York Times Company