Opinión: Debería ser legal rescatar a los animales de granja de la crueldad

Durante aproximadamente seis semanas del verano de 2021, un activista que trabajaba con el grupo de defensa de los derechos animales Direct Action Everywhere, o DxE, obtuvo un acceso encubierto a uno de los rastros de pollos más grandes de California: las instalaciones de Foster Farms en la ciudad de Livingston, en el Valle Central.

Con cámaras infrarrojas ocultas, las cuales pueden captar imágenes en la oscuridad, el activista de DxE grabó un video que muestra una línea de producción moviéndose demasiado rápido como para que los animales puedan tener una muerte compasiva; en cada una de las cuatro líneas de sacrificio en Livingston se matan a cerca de 140 pollos por minuto. Se puede ver a las aves vivas lanzadas, aplastadas, tiradas y asfixiadas debajo de montañas de aves muertas. Algunas no están lo suficientemente aturdidas antes de que las maten. Y aunque las imágenes de DxE no muestran esto, los inspectores que trabajan para el Departamento de Agricultura de Estados Unidos han reportado haber visto pruebas de que las aves de esas instalaciones de Livingston habían sido sumergidas vivas en un tanque con agua hirviendo para desplumarlas.

Foster Farms niega haber cometido ningún acto indebido; un vocero me dijo en un comunicado que las acusaciones de trato inhumano “son infundadas y representan un perjuicio para los miles de integrantes del equipo de Foster Farms comprometidos a abastecer un producto de calidad y nutritivo a millones de familias del oeste de Estados Unidos y otros lugares”.

Pero las imágenes plantean un desafío ético para una sociedad que dice preocuparse por el bienestar de los animales: ¿qué debería sucederles a las personas que intentan salvar a estos pollos?

El mes entrante, dos activistas de DxE, Alexandra Paul y Alicia Santurio, irán a juicio acusadas de robo menor por llevarse dos pollos de un camión que estaba estacionado afuera de un matadero en Livingston en septiembre de 2021. Ellas sostienen que lo que hicieron no fue robar, sino rescatar, que después de intentar otras cosas para proteger a los pollos de las instalaciones de Livingston, optaron por la única alternativa que les quedaba, la cual no es distinta a romper una ventanilla para rescatar a un perrito que está encerrado dentro de un auto a una temperatura muy alta.

En los últimos años, DxE ha llevado a cabo una serie de ese tipo de “rescates abiertos” en los cuales los activistas se graban, casi siempre a la luz del día, sacando una pequeña cantidad de pollos, cerdos, sabuesos y otros animales de instalaciones donde se han registrado tratos inhumanos. Además de salvar la vida de los animales, estos rescates tienen como fin hacer que las autoridades entablen procesos penales contra los activistas, en los cuales estos pretenden divulgar la crueldad oculta que los impulsó a actuar.

Su objetivo más grande es establecer el “derecho” de rescatar animales que sufren un trato inhumano en la agricultura. En cualquier contexto que no sea el de las granjas industriales, el trato a los animales que vimos en los videos del matadero de pollos de Foster Farms sería considerado una crueldad incuestionable. Muchas personas también calificarían como algo cruel quedarse de pie junto a quien esté tratando a los animales de esa manera. “Si algún vecino me viera poner a hervir pollos vivos, diría que es una conducta monstruosa”, me comentó Wayne Hsiung, cofundador de DxE.

¿Acaso no debería ser lo mismo con los animales que nos vamos a comer? ¿No tenemos la obligación moral de hacer lo que sea para sacar a los animales de las instalaciones de las granjas industriales que les dan un trato inhumano, o al menos, dejar de castigar a las personas que sí tratan de ayudar?

Yo no soy vegano, ni siquiera vegetariano, pero como he escrito con anterioridad, las personas veganas y las que luchan por el bienestar de los animales merecen el profundo respeto de la sociedad y no su menosprecio, ya que es evidente que tienen toda la razón acerca de los grandes temas: que la cría de animales a escala industrial es una crueldad incomprensible en la que muchos de nosotros preferimos no pensar porque hacerlo arruinaría nuestro almuerzo; que los animales que criamos para nuestro consumo no son menos complejos a nivel biológico ni menos merecedores de dignidad y de trato compasivo que los animales que tenemos como mascotas; y que la producción de carne barata y abundante ha ocasionado una catástrofe ambiental y de salud pública cuya solución evidente —¡comer menos carne!— sigue estando proscrita cultural y políticamente.

En estos rescates, los activistas se ponen en riesgo una vez más para establecer un valioso principio.

En ocasiones incluso lo logran. El otoño pasado, por ejemplo, un jurado de Utah absolvió a Hsiung y a otro activista de DxE, Paul Darwin Picklesimer, de los cargos de allanamiento de morada y robo por llevarse dos cerditos enfermos de una granja propiedad de Smithfield Foods, el mayor productor de carne de puerco a nivel mundial. Pese a que el juez del caso no permitió que se mostrara gran parte del material que probaba la crueldad hacia los animales, los miembros del jurado aceptaron el argumento esencial presentado por los activistas de que estaban rescatando a los animales, no robándoselos.

Estos casos convierten el sufrimiento abstracto de los animales de granja en casos de animales concretos que sufren de maneras concretas. Los cerdos rescatados de Smithfield Foods estaban evidentemente muy enfermos. De acuerdo con DxE, uno de los pollos que se llevaron de Foster Farms murió a los pocos días de ser rescatado y el otro requirió atención veterinaria intensiva para recuperarse. Al que murió le pusieron el nombre de Ethan, y Jax, el pollo que sobrevivió, se encuentra en un santuario de California. Ni siquiera los amantes de la carne quieren comer animales enfermos.

DxE envió sus hallazgos en Foster Farms a las autoridades de la ley y de defensa de los animales. Las leyes en contra de la crueldad animal de California consideran como delito grave someter a un animal a “sufrimiento innecesario”, a “crueldad innecesaria” y hacer que sea “sacrificado con crueldad”. Aunque hay una excepción que permite matar a los animales que se convertirán en alimento, no hay nada en la ley que diga que los animales de granja no deben recibir un trato compasivo; en California es igualmente ilegal maltratar a un pollo en un matadero que maltratar a un gatito en tu propia casa.

Pero DxE afirma que no tiene conocimiento de que las autoridades hayan tomado ninguna medida como respuesta. Paul me dijo que sintió que no tuvo otra opción aparte de rescatar ella misma a las aves que pudiera. Comenta que ha rechazado un acuerdo con la fiscalía que la habría librado de ir a la cárcel, pero si la encuentran culpable, podría pasar hasta seis meses en prisión.

“Yo quiero ir a juicio porque deseo promover la historia de esos pollos”, me explicó Paul, y añadió que “la única manera que tiene la gente de enterarse de lo que les está ocurriendo a los animales en estos lugares —granjas industriales, laboratorios o detrás de las puertas de los circos— es gracias al trabajo de los defensores de los animales”.

Por ese sencillo motivo, debemos elogiarlos… no castigarlos.

© 2023 The New York Times Company