Opinión: Biden tiene covid. ¿Ahora qué?

SI TODO VA BIEN, ESTA SERÁ UNA NO NOTICIA… Y ESA ES LA NOTICIA.

El presidente de Estados Unidos dio positivo por coronavirus.

¿Y eso qué?

Tal vez, solo tal vez, un país dividido cuya respuesta a un virus se tornó en una guerra tribal pueda aprovechar este momento para bajar las armas y declarar una tregua. El presidente tiene covid. ¿Ahora qué?

No obstante lo avanzado de su edad, el presidente Biden goza de una protección importante al ser un adulto vacunado, con doble refuerzo y acceso a tratamientos disponibles como el de Paxlovid. La vicepresidenta, la presidenta octogenaria de la Cámara de Representantes y gran parte del gabinete del presidente y de la cúpula del Congreso ya han tenido covid, por lo que esta es la prueba final de si esta noticia es noticia o más bien algo parecido a un informe meteorológico. Si hemos llegado al punto en que un presidente que da positivo solo provoca que encojamos los hombros, es la señal más clara hasta ahora de que, de manera prudente o no, hemos pasado página.

La Casa Blanca informó que los síntomas del presidente son leves, y esperamos que logre eludir cualquier daño a largo plazo, confusión mental o fatiga, que pueden ser menos evidentes pero más insidiosos. La subvariante BA.5 del coronavirus ha sido especialmente habilidosa para infectar y reinfectar incluso a personas que todavía estaban “siendo cuidadosas”, lo que ha traído cierta dosis de fatalismo en la conversación, a pesar de que todos los días cientos de personas siguen muriendo por COVID-19. Las personas inmunocomprometidas pueden sentirse aún más vulnerables a medida que el resto del mundo sigue adelante. Pero las estadísticas de muertes por covid, como sucede a menudo con las que están relacionadas con los accidentes automovilísticos, han desaparecido de las noticias de primera plana. Ahora veremos si una prueba PCR positiva en el Despacho Oval significará algo así como que el presidente tiene un resfriado.

Cada presidente es una prueba de Rorschach sobre la que los ciudadanos proyectan sus esperanzas, dudas, sueños y terrores nocturnos más profundos. Desde el principio, la pandemia ha sido un desfile de decisiones personales y análisis de riesgos permanentes. Una vez convertido en el principal medio de señalización tribal, mostró la forma en la que los estadounidenses sopesan sus valores: libertad, privacidad, compasión, comunidad. Ahora que el virus ha transgredido las defensas del santuario más protegido del planeta, se añadió una prueba más: la de la verdad, la transparencia y la tolerancia al riesgo.

Los expertos en salud pueden debatir si las decisiones recientes del presidente fueron habituales o imprudentes: volver a viajar, reunirse, saludar, haciendo lo que hace un presidente en el camino hacia la normalidad. Los partidarios de ambos lados del espectro político sacarán su propia moraleja de la historia: que su contagio muestra que los esfuerzos de prevención siempre fueron equivocados, que tratar de evitar la covid es como tratar de evitar la luz del sol. O que su infección muestra que los mandatos de usar cubrebocas terminaron demasiado pronto y la mitigación es para siempre. Pero para el líder del mundo libre, tal vez esta sea una forma de mostrar —especialmente para esos códigos postales donde las personas aún usan mascarillas en playas vacías— que es hora de seguir adelante. Hemos llegado a la fase en la que un virus que paralizó el mundo ahora puede llegar a la Oficina Oval y no detener las prensas ni colapsar los mercados. La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre, sugirió que mientras Biden se aísla todo seguirá como como de costumbre: el presidente “continuará cumpliendo con todas sus funciones plenamente durante ese tiempo”, dijo, y señaló que “participará en sus reuniones planificadas en la Casa Blanca esta mañana por teléfono y Zoom desde la residencia”.

Desde el punto de vista histórico, por supuesto, esas declaraciones no siempre resisten al escrutinio. Los informes en tiempo real sobre el estado de salud de Donald Trump cuando dio positivo por coronavirus en octubre de 2020 subestimaron bastante lo enfermo que estaba. En los días previos a que las vacunas estuvieran disponibles, una persona de 74 años que tomaba estatinas ya estaba en alto riesgo. Desde entonces, nos hemos enterado de que la oxigenación sanguínea de cuando Trump estaba enfermo bajó a los 80, que le dieron esteroides potentes y que tuvieron que ponerle oxígeno, incluso cuando el médico de la Casa Blanca, Sean Conley, insistió en que el presidente estaba “muy bien”, sus asistentes se esforzaron por conseguirle tratamientos aún experimentales.

El gobierno de Trump no fue el primero en ocultar la condición del presidente; eso es más la regla que la excepción. Woodrow Wilson sufrió un derrame cerebral que lo dejó parcialmente paralizado y, según algunos informes, con menor capacidad para gobernar por sí mismo; Dwight Eisenhower tuvo un infarto y un derrame cerebral mientras estaba en el cargo; John F. Kennedy tenía la enfermedad de Addison. La transparencia en asuntos relacionados con la salud de los jefes de Estado casi nunca es usual. Hay razones comprensibles, entre ellas: orgullo, privacidad y seguridad nacional. Como del estado mental y físico de un presidente los mercados se alteran, y, potencialmente, también los ejércitos.

Pero ahora la covid presenta un desafío distinto. Si Biden llegara a presentar síntomas graves y debilitantes, la Casa Blanca tendrá una obligación importante de darlo a conocer. Pero si, como es estadísticamente más probable, resiste la infección con pocas alteraciones a su rutina, entonces el presidente será como la mayoría de los estadounidenses que han tenido el virus al menos una vez. Prometiendo “una abundancia de transparencia”, la Casa Blanca indicó que dará actualizaciones diarias sobre el progreso del presidente.

Si todo va bien, esta será una no noticia… y esa es la noticia.

Tal vez podamos tomarla como una invitación para superar los impulsos partidistas que perduran todavía, celebrar los triunfos de la ciencia y el giro de la trama pandémica: que esta amenaza que se ha cernido sobre el planeta durante dos años ahora se está convirtiendo en otra cosa. Sigue siendo un flagelo, pero uno contra el que tenemos armas y escudos, lo que nos da libertad para comenzar la reconstrucción de todo lo que derribaron los últimos dos años de distracción y destrucción.

Que se recupere pronto, presidente.

© 2022 The New York Times Company