Opinión: Cómo el acuerdo del movimiento provida con Trump hizo a Estados Unidos más proabortista

¿Cuánto tiempo puede un partido populista apoyar a un Congreso libertario? (Alain Pilon/The New York Times)
¿Cuánto tiempo puede un partido populista apoyar a un Congreso libertario? (Alain Pilon/The New York Times)

El sometimiento del movimiento provida al temperamento de Donald Trump es un aspecto crucial de la política abortista contemporánea. Pero tal vez no de la manera que sugiere la decisión que tomó Trump esta semana de distanciarse públicamente de sus partidarios provida al negarse a apoyar las restricciones nacionales a los abortos en un periodo más avanzado de la gestación.

Esa negativa fue un signo de la debilidad política del movimiento antiaborto, pero no necesariamente un duro golpe para su causa. Era improbable que la legislación contemplada se aprobara en el Senado, sin importar la postura que adoptara Trump, y posicionar al Partido Republicano como defensor de la normativa estatal resulta útil para centrar a los opositores al aborto en su reto más importante: defender las restricciones al aborto que ya están en vigor en los estados conservadores y encontrar maneras de ganarse a los votantes que están en contra de los antiabortistas en todos los referendos posteriores al caso Dobbs contra Jackson Women's Health Organization, con Arizona como próximo campo de batalla ahora que la Corte Suprema de ese estado confirmó una ley de 1864 que prohíbe casi todos los abortos.

El problema para los antiabortistas es que estas iniciativas de persuasión se han vuelto mucho menos eficaces a lo largo de un periodo que coincide bastante con la toma de poder en el Partido Republicano por parte de Trump. En ese sentido, el cautiverio de los opositores al aborto no tiene que ver con las posturas políticas específicas que Trump podría elegir y que ellos tendrían que aceptar a regañadientes. Se trata de las maneras en que un tipo de conservadurismo Trumpista parece hacer inherentemente que los estadounidenses estén más a favor del aborto.

Durante la mayor parte de mi vida, la opinión pública sobre el aborto fue bastante estable, ya que se inclinaba a favor del aborto aunque con una fuerte minoría provida y mucha gente en el medio que expresaba su apoyo a algunas restricciones pero no a otras. Pero desde mediados de la década de 2010 se ha producido un claro cambio a favor del derecho al aborto: más estadounidenses apoyan el aborto sin restricciones que en cualquier otro momento desde que se anuló el fallo del caso Roe contra Wade.

Se pueden contar varias historias sobre estas cifras que no implican al propio Trump. Por ejemplo, Estados Unidos se ha vuelto cada vez menos cristiano y menos conservador desde el punto de vista social y tal vez sea lógico pensar que, a medida que el país giraba a la izquierda en cuestiones como el matrimonio entre personas del mismo sexo o la legalización de la marihuana, también lo haría en relación con el aborto.

O, de nuevo, era evidente que el fallo del caso Roe contra Wade estaba bajo amenaza mucho antes de que se emitiera el fallo del caso Dobbs contra Jackson Women's Health Organization, así que tal vez fue la perspectiva de que el aborto volviera a la arena política lo que centró las mentes de los moderados abortistas e hizo que estuvieran a favor del aborto con mayor firmeza.

El expresidente Donald Trump gesticula durante una entrevista en Mar-a-Lago, su club privado y residencia en Palm Beach, Florida, el 4 de marzo de 2024. (Doug Mills/The New York Times)
El expresidente Donald Trump gesticula durante una entrevista en Mar-a-Lago, su club privado y residencia en Palm Beach, Florida, el 4 de marzo de 2024. (Doug Mills/The New York Times)

O, incluso, los últimos ocho años coinciden con una tendencia a la desconexión y la depresión entre los estadounidenses más jóvenes, un aumento especial de la ansiedad y la infelicidad entre las adolescentes, y el aparente distanciamiento de los sexos entre sí. En un entorno social y psicológico así, tal vez el acceso al aborto parezca más necesario, como un tipo de protección en un mundo social más duro.

Creo en versiones de todas estas explicaciones; el mundo es un lugar complicado. Pero también creo que hay una razón por la que si se observa la tendencia hacia un sentimiento a favor del aborto sin excepciones, a través de varias fuentes de encuestas diferentes, el cambio parece acelerarse justo alrededor de 2016.

Antes de 2016, los estadounidenses ya se habían vuelto más liberales en cuestiones como el matrimonio entre personas del mismo sexo sin que las encuestas sobre el aborto cambiaran de manera tan radical. Antes de ese año, los estadounidenses también habían presenciado ya la impugnación constante al caso Roe contra Wade, cuando los magistrados designados por el presidente Ronald Reagan a la Corte Suprema parecían dispuestos a anularlo y aunque esa amenaza creó un repunte en el sentimiento a favor del aborto a finales de la década de 1980 y principios de la década de 1990, fue menor que el aumento en la era Trump.

Mientras tanto, las tendencias de ansiedad y distanciamiento entre los jóvenes muestran su ruptura más aguda a principios de la década de 2010, varios años antes de que el mayor cambio en la opinión sobre el aborto parece comenzar.

Entonces, ¿qué coincide con ese cambio mayor? El ascenso de Trump. Y no hace falta ser un monocausalista para ver cómo la identificación de la causa antiabortista con su persona en particular, su historia personal y su estilo público, podría haber persuadido a los estadounidenses previamente vacilantes y ambivalentes a ver el movimiento provida de manera diferente a como lo veían antes.

Si la gente se propone defender los derechos de los seres humanos más vulnerables y al mismo tiempo promete protección y apoyo a las mujeres en su estado más vulnerable y su líder es un hombre famoso por su estilo de vida de “playboy” que destila un sexismo descarado y desprecio por la debilidad, esa gente va a tener algunas dudas legítimas sobre si puede confiar en que el líder cumpla sus promesas de amor y cuidado.

Con ese tipo de abanderado, las acusaciones de tus adversarios (de que tu causa se articula más en torno a la represión que a la protección, que se acerca más a la hipocresía que a los grandes ideales) van a tener más peso. Y algunas personas que podrían haber sido tus aliados, que comparten tu visión moral general del mundo, van a encontrar razones para desvincularse de tu proyecto político.

De manera crucial, algunas personas podrían incluso pensar menos en el movimiento provida de esta manera, o confiar menos en este para la formulación de políticas públicas, sin dejar de votar por Trump. Por ejemplo, a algunos votantes les puede gustar su mano dura contra sus enemigos, su ataque sin miramientos a la cortesía feminista y de conciencia social, sin querer que ese estilo poco refinado se aplique a las políticas abortistas que puedan afectarles a ellos o a sus familias. Podrían preferir a Trump antes que, por ejemplo, a Nikki Haley en política exterior o inmigración y al mismo tiempo inclinarse más a favor del aborto de lo que lo harían con un Partido Republicano liderado por Haley, porque uno quiere que el bravucón construya el muro, pero no que decida el límite trimestral.

Ante este tipo de análisis, los seguidores más acérrimos de Trump responden de dos maneras: ¿cómo puedes decir que ha sido malo para el movimiento provida, cuando fue él quien acabó con Roe contra Wade? ¿Cómo puedes quejarte de su efecto en la estrategia política provida, cuando ahora es él quien intenta encontrar una postura más pragmática y convincente sobre el aborto, mientras los activistas alejan a los votantes con su defensa de las prohibiciones más absolutas?

La respuesta es que muchas cosas pueden ser ciertas a la vez. Trump cumplió las promesas relacionadas con el tema judicial que les hizo a los antiabortistas y, en su oficio y cinismo está más en sintonía con la realidad política que algunos activistas y líderes antiabortistas. De hecho, hay maneras en las que un conservador pro-Trump pero no provida podría quejarse con razón de que el movimiento provida no puede someterse al expresidente, porque es él quien es rehén de ideas antiabortistas impopulares.

Pero Trump también es una causa de su mayor impopularidad, un instigador del giro proabortista del país, porque el tipo de conservadurismo que él encarna está totalmente desalineado con el movimiento provida tal y como este quiere y necesita ser percibido.

Ese es el precio del trato que hicieron los opositores al aborto. El trato funcionó en sus propios términos: el fallo del caso Roe contra Wade fue anulado . Pero ahora están atrapados en un mundo en el que su imagen se define más por los valores del negociador que por los propios.

c.2024 The New York Times Company