Opinión: Es momento de aceptar que Corea del Norte tiene armas nucleares

LA AMENAZA DE UN CONFLICTO COREANO AUMENTA Y ESTADOS UNIDOS TIENE POCAS CARTAS QUE JUGAR.

El esfuerzo estadounidense de 30 años para obligar a Corea del Norte a renunciar a sus capacidades en materia de misiles balísticos y armas nucleares se ha basado en ofrecer a Pionyang una opción sencilla: una relación con Estados Unidos o las armas y el aislamiento.

El líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, ya decidió. En septiembre, su gobierno aprobó una ley que declara al país un Estado de armas nucleares. Kim dijo que esa designación era “irreversible” y descartó más conversaciones sobre desnuclearización. Corea del Norte ha disparado una decena de misiles balísticos en los últimos dos meses, presume de su capacidad para desplegar armas nucleares tácticas en el campo de batalla y se espera que realice otra prueba nuclear, la séptima, muy pronto, la semana próxima.

Es hora de que Estados Unidos enfrente la realidad. Los esfuerzos para alentar a Kim a abandonar sus armas no solo han fracasado, sino que además el mandatario ha dejado muy claro que las usará para proteger a su país.

Washington necesita contemplar lo impensable: aceptar que Corea del Norte es un Estado nuclear.

Varios gobiernos estadounidenses se han negado tajantemente a hacerlo. Sería un revés para la no proliferación mundial y enviaría el mensaje de que se puede desafiar a la comunidad internacional —la Organización de las Naciones Unidas aprobó una serie de resoluciones que condenan a Corea del Norte e imponen sanciones a lo largo de los años— y salirse con la suya.

Sin embargo, irónicamente, también puede que sea la mejor manera de reducir la amenaza creciente y continua de un conflicto involuntario en la península coreana, al eliminar un importante obstáculo que impide que Corea del Norte y Estados Unidos se reúnan para resolver sus diferencias.

El riesgo de guerra aumentó de manera considerable durante el año pasado, debido a que las dos Coreas se vieron inmersas en una carrera armamentista retórica y real. La decisión de Corea del Norte de denominarse un Estado nuclear parece demostrar que a Kim le preocupa un ataque preventivo con el propósito de asesinarlo y dejar acéfalo a su régimen, y tiene buenos motivos para preocuparse, el gobierno del presidente surcoreano Yoon Suk Yeol ha hecho nuevo énfasis en una estrategia de disuasión de un ataque nuclear norcoreano mediante la preparación de ataques preventivos que podrían incluir como objetivo a los altos dirigentes de Pionyang.

El mes pasado, Corea del Norte prometió que cualquier intento de derrocar a su líder provocaría un contraataque nuclear. Pero para que eso funcione, habría que conceder a otras figuras de su régimen la autoridad para lanzar un contraataque nuclear en su ausencia. Esto es muy preocupante. Más personas con esa autoridad significa más posibilidades de un error de cálculo mortal. A esto hay que añadir el hecho de que las acciones de Corea del Norte han provocado llamados para que Corea del Sur, que carece de armas nucleares, las adquiera, y para que Japón aumente su gasto militar y desarrolle una mayor capacidad de ataque.

Se debe hacer algo para distender la situación, pero Estados Unidos tiene aún menos opciones que antes debido a los cambios en el panorama geopolítico general.

La guerra de Ucrania ha provocado una profunda ruptura entre Estados Unidos y Rusia y, en menor medida, el aliado de Rusia, China. Las tres grandes potencias fueron actores cruciales en las negociaciones multilaterales anteriores para desarmar a Corea del Norte, las cuales fueron improductivas. Pero ahora es menos probable que Rusia y China estén a favor de que Estados Unidos ejerza presión sobre Corea del Norte; después de que Pionyang reanudó las pruebas de misiles balísticos intercontinentales este año, Pekín y Moscú vetaron una iniciativa de Estados Unidos para endurecer las sanciones contra el Norte. Kim parece haber percibido el cambio de dinámica y reforzó sus relaciones con China y Rusia.

Por si los últimos 30 años no hubieran sido suficientemente convincentes, la crisis actual muestra que urge implementar una nueva estrategia.

Durante la Guerra Fría, Estados Unidos y la Unión Soviética demostraron que podían sentarse y dialogar sobre vías para reducir el riesgo de una guerra nuclear. Pero casi todas las formas en que las relaciones de Estados Unidos con Corea del Norte podrían mejorar (como la cooperación económica o la ayuda al desarrollo) están sujetas a la insistencia de Washington en que Pionyang se desarme primero.

El intento del expresidente Donald Trump de usar la diplomacia con Kim naufragó justo en esa misma costa: según el ministro de Relaciones Exteriores de Corea del Norte, Ri Yong-ho, Kim pidió que se eliminaran algunas sanciones a cambio de firmar el acuerdo para desmantelar la instalación nuclear más importante del país (Trump dijo que Kim había pedido que se eliminaran todas las sanciones a cambio del cierre de esa instalación). Pero la respuesta para Kim fue que eso no pasaría si no aceptaba un desarme total. Las negociaciones colapsaron en 2019 sin que se llegara a un acuerdo y Kim ha invertido los años posteriores en reforzar su arsenal.

Existe un precedente de que Estados Unidos puede solucionar la situación. Israel, India y Pakistán tienen armas nucleares, pero Washington decidió vivir con ello mientras no blandieran sus armas.

Aunque Israel nunca ha reconocido su capacidad nuclear, sigue siendo el secreto peor guardado del mundo. Sin embargo, no hace alarde de ella, lo que facilitó que los vecinos árabes, como Egipto, no siguieran con sus propios programas nucleares como respuesta. Estados Unidos hizo la vista gorda ante la India hasta que llevó a cabo una serie de pruebas en 1998. Washington dejó de lado de forma pragmática su preocupación por esas pruebas para permitir la cooperación en otras áreas.

Si el gobierno de Trump hubiera adoptado este enfoque hace tres años, hoy la cosa sería distinta. No, Corea del Norte no se habría desarmado. Pero podríamos estar echando mano de otras medidas para reducir la tensión, podríamos haber conseguido compromisos de buen comportamiento por parte de Pionyang y quizás incluso algún gesto hacia el desarme a cambio de un alivio de las sanciones y asistencia económica. Esto dista mucho de ser lo ideal, pero es muy preferible a que Pionyang almacene armas.

Kim también podría ver oportunidades en una actitud más relajada de Estados Unidos. Quiere las armas nucleares como protección, pero es lo suficientemente inteligente como para saber que también lo convierten en un objetivo. Estaba dispuesto a dialogar con Trump y podría estar dispuesto a hacer lo mismo con el presidente Joe Biden.

Hacerse de la vista gorda ante la entrada de Corea del Norte en el club nuclear será una molestia, pero en esencia ya lo estamos haciendo: los funcionarios estadounidenses no hacen más que hablar de que el programa nuclear de Kim es inaceptable, mientras él construye una bomba tras otra. Es hora de cortar por lo sano, afrontar la realidad y tomar medidas para reducir el riesgo de guerra en la península coreana.

Este artículo apareció originalmente en The New York Times.

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