Opinión: Nunca olvidaré lo que hizo Kennedy durante el brote de sarampión de Samoa

(Hokyoung Kim/The New York Times)
(Hokyoung Kim/The New York Times)

LO QUE HIZO DURANTE UNA EPIDEMIA DE SARAMPIÓN EN SAMOA NO DEBE OLVIDARSE.

En noviembre de 2019, cuando una epidemia de sarampión estaba matando a niños y bebés en Samoa, Robert F. Kennedy Jr., quien en los últimos días se convirtió en el elegido de Donald Trump para dirigir el Departamento de Salud y Servicios Humanos, envió al primer ministro de Samoa en ese momento una carta de cuatro páginas. En ella, sugería que había sido la misma vacuna contra el sarampión lo que podría haber causado el brote.

Afirmaba que la vacuna podría “no haber producido anticuerpos” suficientes en las madres vacunadas para proporcionar inmunidad a los bebés, lo cual tal vez provocó “la evolución de cepas de sarampión más virulentas” y que los niños que recibieron la vacuna podrían haber contagiado el virus a otros niños sin darse cuenta. “Por favor, no duden en contactarme si puedo serles de ayuda”, añadía, firmaba la carta en calidad de presidente de Children’s Health Defense, un grupo antivacunas.

En el momento de su carta, ya se había informado de la muerte de 16 personas, muchas de ellas menores de 2 años. El sarampión, una de las enfermedades más contagiosas, puede provocar en ocasiones inflamación cerebral, neumonía y la muerte. Durante meses, las familias lloraron sobre pequeños ataúdes desgarradores, hasta que una campaña de vacunación de puerta en puerta puso fin a la calamidad. El número final de víctimas mortales superó las 80.

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Estuve en Samoa durante ese brote como parte de un trabajo de investigación que he realizado durante más de 16 años sobre el movimiento antivacunas. La causa del brote no fue la vacuna, sino muy probablemente un viajero infectado que trajo el virus desde Nueva Zelanda, que ese año había registrado los mayores brotes de sarampión en décadas, especialmente entre las comunidades indígenas e isleñas del Pacífico de ese país. Es probable que la emigración y la pobreza hayan sido los factores que contribuyeron a la repentina propagación del sarampión en Samoa y Nueva Zelanda. Pero, como informaba un editorial del New Zealand Medical Journal, también lo fue un factor en el que se especializa Kennedy: “La creciente circulación de información errónea que conduce a la desconfianza y a una menor aceptación de la vacunación”. Las tasas de vacunación de Samoa habían caído a menos de un tercio de los niños de 1 año que cumplían los requisitos.

El escepticismo sobre las vacunas se ha disparado en todo el mundo, y Kennedy y otros que lo apoyan lo han fomentado. Los estadounidenses pueden ser muy conscientes de que su posible futuro líder sanitario tiene creencias peligrosas sobre las vacunas. Las consecuencias de sus opiniones, y las de su órbita, no son simplemente absurdas sino trágicas.

En mis reportajes, los padres han mencionado su temor a las vacunas después de ver “Vaxxed”, un documental de 90 minutos, que también había recorrido países como Nueva Zelanda. La película, centrada en acusaciones no demostradas, se estrenó más de tres años antes del brote de sarampión de Samoa. Entre otras muchas cosas, afirmaba que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades habían cometido fraude.

Dos de los cineastas, Del Bigtree y Andrew Wakefield, son amigos de Kennedy. El director, Wakefield, es un ex médico cuya licencia fue revocada en su natal Reino Unido en 2010 en medio de acusaciones de violaciones éticas. Uno de los productores, Bigtree, llegó a ser jefe de comunicaciones de la campaña presidencial de Kennedy.

En los años anteriores al estreno del documental, revelé, en una serie de artículos, pruebas de que la investigación de Wakefield en la década de 1990 había sido amañada en un hospital de Londres para hacer creer que la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola estaba relacionada con el autismo. Los autores de esta investigación se retractaron en 2010. Kennedy no pareció inmutarse por la caída profesional de Wakefield. “En cualquier sociedad justa, estaríamos construyendo estatuas de Andy Wakefield”, aseguró, por ejemplo, desde un escenario que él y Wakefield compartieron en un evento en Washington, DC, unos días antes de enviar su carta a Samoa.

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Las noticias afirman que Kennedy está revisando currículums para su posible imperio de Salud y Servicios Humanos. Se dice que tiene en la mira a Joseph Ladapo, un funcionario sanitario de Florida que ha cuestionado la seguridad de las vacunas contra el virus de COVID-19. Yo diría que Bigtree puede conseguir un puesto; el caso de Wakefield es más complicado, dado lo desacreditado que está, incluso en Estados Unidos. Pero hay muchos otros en el círculo de Kennedy cuyas afirmaciones deberían preocupar a todo el mundo.

Pensemos en Sherri Tenpenny, una doctora considerada por Kennedy “una de las grandes líderes” del movimiento antivacunas. Ella ha afirmado falsamente que un “metal” unido a una proteína en las vacunas de COVID-19 hacía magnéticos a sus receptores. “Si les colocan una llave sobre la frente, se quedará pegada”, dijo a los legisladores del estado de Ohio en junio de 2021. “Si les ponen cucharas y tenedores sobre el cuerpo, se quedarán suspendidos”. Podría mencionar a muchos más personajes indignantes del círculo de Kennedy a lo largo de los años, incluyendo viejos negacionistas del SIDA.

En los últimos días, Kennedy parece haber intentado cambiar la conversación en torno a sus opiniones sobre las vacunas para centrarse en el consumo de alimentos chatarra en Estados Unidos. Pero no debemos olvidar sus opiniones sobre las vacunas. En enero de 2021, hablando ante una reunión de leales en Ohio, mencionó cuáles eran los tres requisitos que debían cumplirse para que él considerara una vacuna contra el COVID-19. Primero, dijo, “con una sola inyección, obtienes inmunidad de por vida”. Segundo, los efectos secundarios solo son “uno entre un millón”. Tercero, la “inmunidad de rebaño” se alcanza con un 70 por ciento de vacunación pública, tras lo cual, estipuló, “nadie en esta sociedad” vuelve a contraer la enfermedad.

“Si presentaran ese producto”, dijo, “estaría encantado de verlo”.

La audiencia se rio. Pero no es gracioso.

Brian Deer es el autor de “The Doctor Who Fooled the World”, en el que detalla los orígenes del actual movimiento antivacunas.

c.2024 The New York Times Company