Operadores vinculados con DeSantis prometieron llevar inmigrantes a Delaware, pero los dejaron abandonados

Un lujoso SUV negro con los cristales oscurecidos se detuvo en un área de estacionamiento junto a un motel La Quinta de dos plantas en el extremo noroeste de los 12 carriles de la autopista que rodea al centro de San Antonio.

Una mujer con el pelo liso y claro salió del Infiniti alquilado. Tomó las escaleras exteriores, caminó hasta el final y llamó a las puertas de las habitaciones 243 y 241, donde un grupo de venezolanos solicitantes de asilo había pasado cinco ansiosos días de espera.

Les llevó comida y un mensaje: Los iban a enviar a Delaware. El autobús al aeropuerto saldría a las 5 a.m. del día siguiente —el martes 20 de septiembre—, dijo, según las entrevistas con seis inmigrantes alojados en el hotel.

Los migrantes no sabían que estaban siendo arrastrados en una operación que tenía sorprendentes similitudes con una organizada la semana anterior por agentes del gobernador Ron DeSantis y que terminó con 48 migrantes venezolanos abandonados en una isla de Massachusetts.

O que el viaje a Delaware que se les había planteado nunca llegaría a ocurrir.

Tampoco sabían que una fuente anónima cercana a DeSantis insinuaría a NBC News que un vuelo fletado planeado desde San Antonio a Delaware —que tenía como destino un aeropuerto no muy lejano a la casa de verano del presidente Joe Biden, según los registros de vuelo, y que dominó las noticias de cable el martes— fue cancelado sin explicación y luego usado para “castigar” a periodistas y demócratas y mantener el “foco” en la inmigración.

En última instancia, los inmigrantes entrevistados por el Herald fueron el blanco de la broma. Pensaban que iban a alguna parte.

Cinco días antes de llamar a la puerta de sus habitaciones de motel, la mujer, quien nunca les dijo su nombre, había reclutado a los inmigrantes para que se unieran a una operación secreta de transporte de solicitantes de asilo fuera de Texas. Se había acercado a ellos a la salida del centro de recursos para inmigrantes de San Antonio y les dijo que trabajaba para una organización que no nombró.

Ofreció “vuelos clandestinos” a lugares que, según dijo, no podían revelarse hasta el último momento. Pero prometió que las ciudades de destino contaban con más recursos para ayudar a los hombres, que acababan de cruzar la frontera tras un peligroso viaje de meses a través de la selva panameña, pasando por Centroamérica y, finalmente, cruzando la frontera entre Estados Unidos y México, hasta llegar a las ciudades de Texas que se esfuerzan por acoger a los miles de personas que llegan.

“Dijo que habría trabajo. Dijo que nos llevarían hasta allí y que entonces habría ayuda”, dijo uno de los migrantes, Pedro Escalona, quien había viajado a San Antonio desde Venezuela. Su audiencia de asilo estaba programada para el mes próximo en Washington DC, y esperaba al menos avanzar una parte del camino.

Sobre todo, dijo, quería seguir adelante. El vuelo a Delaware era su mejor oportunidad.

No habría vuelo. A la mañana siguiente les dijeron que se había cancelado. No se les dio ninguna razón.

El conflictuado migrante venezolano Dairon Banachera sube a un autobús que parte hacia el Centro de Recursos para Migrantes de San Antonio después de que su vuelo de San Antonio a Delaware, organizado por operadores que trabajan para el gobernador Ron DeSantis, fuera cancelado sin previo aviso. Banachera y al menos otros 20 inmigrantes se quedaron varados.

Escalona y una veintena de personas más se quedaron varados, sin nada.

La semana anterior, contratistas que trabajaban para DeSantis, entre ellos una mujer conocida solo como “Perla”, habían organizado dos vuelos fletados a Martha’s Vineyard, la isla de Massachusetts, como parte de un programa financiado por los contribuyentes para sacar a los “extranjeros no autorizados” de la Florida.

Los vuelos transportaron a 48 inmigrantes originarios de Venezuela, quienes dijeron que se les había prometido empleo y ayuda una vez que aterrizaran en su destino. En cambio, descubrieron que nadie sabía que llegarían. Los habitantes de la isla, sorprendidos, se ofrecieron a ayudarles mientras crecía el circo mediático.

DeSantis ha dicho que está reclutando migrantes en Texas para los vuelos porque es más fácil encontrarlos viajando juntos en la frontera que dispersos en su propio estado. Los críticos lo calificaron como un truco cruel —y un mal uso del dinero de los contribuyentes— destinado a promover a un gobernador que se espera que sea candidato a la presidencia.

Los vuelos no vienen sin riesgos para DeSantis.

El lunes por la tarde, el jefe de Policía del Condado Bexar, el demócrata Javier Salazar, anunció una investigación penal sobre los vuelos chárter a Martha’s Vineyard.

Más tarde, esa misma noche, alrededor de la hora en que Escalona y otros llenaban documentos en sus habitaciones de hotel, declarando que estaban viajando a Delaware voluntariamente, DeSantis estaba en Fox News hablando con el presentador de las 9 p.m., Sean Hannity, sobre documentos similares: los llenados por el grupo de Martha’s Vineyard.

En el programa de máxima audiencia de Hannity, DeSantis dijo que las acusaciones de que los migrantes habían sido engañados o coaccionados para tomar los vuelos eran “tonterías” y que estaban mucho mejor en Martha’s Vineyard que en San Antonio. Dijo que les habían dado paquetes con información de grupos que podrían ayudarles una vez que aterrizaran.

La oficina de DeSantis no respondió de inmediato el miércoles cuando se le preguntó si el estado de la Florida estaba detrás de los más recientes intentos de reclutamiento, o si había organizado el vuelo chárter planeado desde San Antonio a Delaware que nunca se produjo.

Cuando se les mostraron fotos de varios reclutadores, los inmigrantes de los vuelos a Martha’s Vineyard y el grupo que pensaba que estaba destinado a Delaware reconocieron una imagen, la de una mujer no identificada de cabello negro.

Los de Martha’s Vineyard también describieron a una mujer diferente conocida como “Perla”, que fue el nombre usado para reservar las habitaciones de hotel para Escalona y los demás que pensaban que iban a Delaware, dijo al Herald una fuente familiarizada con la investigación de la policía. (El grupo de Martha’s Vineyard también se alojó en un hotel La Quinta, aunque en otra parte de la ciudad).

Además de anunciar una propuesta de reducción de impuestos en una próxima sesión legislativa, el gobernador Ron DeSantis respondió a las preguntas de los periodistas sobre los vuelos de migrantes de la Florida a Martha's Vineyard en una conferencia de prensa en Bradenton.
Además de anunciar una propuesta de reducción de impuestos en una próxima sesión legislativa, el gobernador Ron DeSantis respondió a las preguntas de los periodistas sobre los vuelos de migrantes de la Florida a Martha's Vineyard en una conferencia de prensa en Bradenton.

El avión con destino a Delaware —propiedad de la misma compañía de vuelos fletados que el estado contrató para llevar a los inmigrantes a Martha’s Vineyard— debía volar a un aeropuerto cercano a la casa de vacaciones de Biden, según los datos del vuelo publicados en internet. El arco proyectado del vuelo parecía destinado a llevar un mensaje político, además de migrantes. El ex presidente Barack Obama tiene una casa en Martha’s Vineyard, donde los anteriores aviones dejaron a sus pasajeros.

Los paralelismos no pasaron inadvertidos para los expertos en aviación aficionados que el lunes tuitearon que DeSantis probablemente estaba enviando un grupo al estado natal de Biden.

A lo largo del día siguiente, DeSantis y su oficina se negaron a hacer comentarios, a pesar de las intensas especulaciones.

Christina Pushaw, la directora de respuesta rápida de la campaña de DeSantis, escribió en Twitter que la noticia del vuelo a Delaware era “desinformación” (Al igual que la oficina del gobernador, la campaña de DeSantis no respondió a una solicitud de declaraciones).

Tras la cancelación del vuelo, los reclutadores alquilaron un autobús para llevar a Escalona y a la mayoría de los demás de vuelta desde La Quinta hasta el centro de recursos para inmigrantes de San Antonio. Pero a algunos no se les informó del autobús. Quedaron varados en el remoto hotel, a unas 10 millas del centro de recursos, donde los inmigrantes pueden recibir ayuda y refugio durante un máximo de tres días.

Gavin Rogers, pastor de una iglesia de San Antonio que ayuda a los inmigrantes, dijo que la Florida no debería poner a sus operadores a enviar inmigrantes a Martha’s Vineyard –o a lugares similares– sin avisar a nadie de su llegada.

“Cuando tienes este tipo de interferencia maliciosa, puede ser destructivo para la vida de las personas que están buscando asilo”, dijo Rogers, de la Iglesia Travis Park y de los Ministerios Corazón. “Hace más difícil que las organizaciones sin fines de lucro hagan su trabajo. Estos inmigrantes están en situaciones desesperadas. Tenemos que tratar a estas personas con dignidad para que lleguen a los lugares a los que realmente necesitan ir”.

Esto es tráfico de personas por motivos políticos”, añadió. “Es trágico. La carga recae en las personas que hacen el bien, no en los actores políticos”.

Todos los inmigrantes entrevistados por el Herald contaron historias similares. Fueron reclutados por una mujer en un vehículo negro que circulaba por el centro de recursos para inmigrantes y luego fueron llevados a La Quinta para esperar. Aunque el destino era incierto, el plan atraía a las personas que no tenían recursos después de hacer el largo viaje hacia el norte desde Venezuela.

“Estábamos en la calle y nos ofrecieron dormir en una cama. Pensamos que nos ofrecían ayuda”, dijo Deiker José, un venezolano de 19 años quien tiene una audiencia de asilo en Miami el mes próximo, pero que no tiene forma de llegar allí. (Pidió que no se usara su apellido por temor a represalias).

Había condiciones que cumplir para alojarse en La Quinta como parte del programa. Los reclutadores le advirtieron que no dieran ninguna información ni hablaran de lo que estaban haciendo. Aun así habría valido la pena, dijo, si hubiera llegado a un estado que proporcionara más recursos a los inmigrantes. Él solo quería trabajar, y la oferta de la mujer parecía prometer esa oportunidad (En realidad, a los solicitantes de asilo no se les permite trabajar inmediatamente).

El plan de Deiker José se desvaneció en el momento en que se canceló el vuelo.

“Quiero llorar porque me siento desesperado. No tengo nada. ¿Cómo voy a trabajar? ¿Cómo sobrevivo?”, dijo.

“Estas personas tan vulnerables están siendo usadas como peones políticos”, dijo Oren Sellstrom, director de litigios de Lawyers for Civil Rights, un grupo activista con sede en Boston.

El grupo presentó el martes una demanda colectiva contra DeSantis en nombre de tres de los migrantes que viajaron a Martha’s Vineyard. La demanda, presentada en un tribunal federal de Massachusetts, alega que los inmigrantes fueron engañados para subir a los vuelos y que se violaron sus derechos constitucionales. A pesar de las promesas de empleo y ayuda, los inmigrantes descubrieron que nadie estaba preparado para su llegada al lugar.

Sellstrom dijo que los inmigrantes que fueron dejados afuera del centro de recursos en San Antonio y los que fueron dejados en La Quinta junto a la carretera habían sufrido un destino similar.

“Parece que han sido totalmente abandonados”, dijo.

Mientras tanto, el misterioso vuelo ni siquiera llegó a San Antonio, y mucho menos a Delaware.

Al final acabó volando desde un aeropuerto regional cerca de Longview, Texas, hasta Nashville y luego aterrizó en Nueva Jersey, según los registros de vuelo.

Poco antes del vuelo, el Departamento de Transporte de la Florida pagó a un contratista $950,000 con dinero estatal destinado a un “programa de reubicación de extranjeros no autorizados”, lo que eleva a $1,565,000 el total pagado al contratista desde justo antes de los vuelos de Martha’s Vineyard.

La empresa de vuelos fletados, Ultimate JetCharters, con sede en Ohio, no respondió a una solicitud de declaraciones. Tampoco lo hizo el contratista, Vertol Systems Company.

‘Quiero llorar’

Irwign Gutiérrez y su amigo Jesús estaban sentados contra una pared frente a una tienda de cigarros situada al final de la calle del centro de recursos para inmigrantes, a primera hora de la tarde del 19 de septiembre.

Alrededor de su muñeca llevaba una pulsera desgastada azul marino, con la palabra “domingo” impresa y “17/9” añadida con un rotulador: Domingo, 17 de septiembre: el día en que el joven de 28 años llegó al refugio y el día en que comenzó su cuenta atrás de tres días para quedarse sin hogar.

El martes 20 de septiembre, el migrante venezolano Irwign Gutiérrez, de 28 años, espera a ser transportado de vuelta al Centro de Recursos para Migrantes, donde ha estado alojado desde el lunes 19 de septiembre, después de pasar el día haciendo jardinería con zapatos de vestir, vaqueros y una camiseta que alguna vez fue blanca. Gutiérrez decidió quedarse en San Antonio para forjarse una nueva vida mientras trabaja como jornalero para ganarse el sustento.

Mientras fumaba un cigarrillo, Gutiérrez vio que un SUV negro reducía la velocidad y se detenía. Una mujer de pelo claro y blusa azul se bajó y se acercó nerviosa. Aunque mantuvo su reacción bajo control, Gutiérrez se puso inmediatamente en guardia. Los inmigrantes del centro habían sido advertidos sobre los reclutadores que captan a los inmigrantes para los vuelos, con falsas promesas de empleo tras su llegada.

Usó su teléfono para grabar parte de lo que les dijo.

“Lo que hacemos es proporcionar transporte a este estado. Esta noche descubrimos a dónde vamos”, se oye decir a la mujer en un video. “Una vez allí, nos llevan a un lugar –más bien, a una comunidad– de apoyo y allí te orientan más”.

Gutiérrez planeaba quedarse en San Antonio, donde su audiencia de asilo tendría lugar el próximo mes. Pero Jesús aceptó la oferta.

Se subió al SUV y lo llevaron a La Quinta. Esa noche se enteró, junto con los demás, que se dirigía a Delaware al día siguiente. O eso le dijeron.

‘Comer agua’

Dieron las 5 a.m. y no llegó ningún autobús a La Quinta para llevar a los esperanzados inmigrantes a Kelly Field, un aeropuerto privado.

Entonces, a media mañana, un hombre se acercó a las habitaciones diciendo que el vuelo había sido cancelado. Eso fue todo.

Un autobús llegó a La Quinta justo antes de las 2 p.m. y le dijo al grupo que subiera, aunque hubo cierta confusión sobre su destino final. Algunos pensaron que se dirigían a una terminal de autobuses, en lugar de al aeropuerto. Otros pensaron que volvían al refugio.

El conductor del autobús les dijo que no sabía a dónde iban hasta que recibió una llamada de los organizadores del viaje.

El venezolano Luis Oswaldo, de 39 años, quedó varado en un hotel La Quinta de San Antonio después de que su vuelo a Delaware, organizado por personas que trabajan para el gobernador Ron DeSantis, fuera cancelado sin previo aviso. Al menos otros 20 inmigrantes se quedaron con pocos recursos y sin saber a dónde ir después.
El venezolano Luis Oswaldo, de 39 años, quedó varado en un hotel La Quinta de San Antonio después de que su vuelo a Delaware, organizado por personas que trabajan para el gobernador Ron DeSantis, fuera cancelado sin previo aviso. Al menos otros 20 inmigrantes se quedaron con pocos recursos y sin saber a dónde ir después.

“Todo esto era una estafa”, dijo Dairon Banachera en voz baja mientras dudaba afuera del autobús. Sus amigos aún no habían subido a bordo y él tenía la llave de la habitación, le dijo al conductor.

A Banachera le dieron a elegir. Quedarse o irse ya. La “señora” de la organización de reclutamiento le estaba llamando y presionando para que se fuera, explicó el conductor, en un encuentro escuchado por un reportero. Banachera dejó las llaves en el mostrador y subió al autobús. Sus amigos se quedaron atrás.

Todos se habían ido cuando otro inmigrante, Luis Oswaldo, regresó al motel después de recoger comida. Sabía que el vuelo se había cancelado, pero nadie le dijo que el autobús vendría a recogerlos a él y a los demás.

“Me dejaron aquí solo”, dijo Oswaldo, de 39 años, al Herald esa noche desde el exterior del motel, que había sido pagado hasta el día siguiente. Era uno de los al menos cinco inmigrantes que se quedaron atrás.

“Se fueron y eso fue todo”, dijo. “No dieron más comida. Tengo agua del vestíbulo.

“Ahora estoy ‘comiendo’ agua”, dijo.

Las redactoras del Miami Herald Ana Ceballos y Bianca Padró Ocasio y el redactor de McClatchy DC Ben Wieder contribuyeron a este artículo.