La ONU… ¿para qué?


Como cada año, se reunieron en Nueva York los líderes y representantes de cada uno de los países que conforman la organización multilateral más grande del mundo: la Organización de Naciones Unidas (ONU).

Del 19 al 26 de septiembre se llevó a cabo el 78° periodo de sesiones de la Asamblea General de esta organización, cuyo lema fue “Restablecer la confianza y reactivar la solidaridad: acelerar la acción sobre la Agenda 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible en pro de la paz, la prosperidad, el progreso y la sostenibilidad para todos”.

Resulta interesante observar que este lema inicia con una expresión que a todas luces deja ver el estado actual que impera en el ánimo de las naciones. Decir restablecer la confianza es clara evidencia de la profunda crisis que se vive en este y muchos otros esfuerzos de organización internacional. Los hechos de varias décadas han minado la confianza.

Desde su creación, la ONU planteó como objetivo fundamental, y así se manifiesta tanto en el preámbulo como en el artículo 1° de su carta constitutiva, el preservar la paz y la seguridad internacional y promover la cooperación entre los países.

A 78 años de su fundación el balance es poco alentador. Ciertamente, no se ha vivido una conflagración mundial como las que motivaron su creación; sin embargo, numerosas guerras se han enfrentado en todos los continentes durante su existencia. Conflictos territoriales, intervenciones de todo tipo, masacres, limpiezas étnicas y otros flagelos han sido la constante en todos estos años.

Los esfuerzos para mantener la paz se han visto opacados, y prueba de ello son los más de 30 conflictos armados y casi 100 focos de tensiones existentes el día de hoy.

EL MUNDO ES MÁS QUE LA GUERRA RUSIA-UCRANIA

Si bien los reflectores se han enfocado de manera particular en la guerra Rusia-Ucrania, esto no debe hacernos ignorar la severa crisis en Yemen, el conflicto inacabado en Siria, los continuos golpes de Estado en el Sahel, los conflictos en Etiopía, en la República Democrática del Congo, y la más reciente incursión militar de Azerbaiyán contra el Alto Karabaj que nos recuerda las profundas tensiones en el Cáucaso, región que ya cuenta con tres guerras declarada entre Azerbaiyán y Armenia en cerca de tres décadas, más otros conflictos como el de Osetia del sur en la misma zona. El objetivo de la paz está lejos de lograrse.

Este 78 periodo de sesiones también ha puesto como prioridad reactivar y acelerar los esfuerzos para alcanzar los objetivos de la agenda 2030, ya que, a tan solo seis años de cumplirse el plazo fijado, las 140 metas plasmadas en más de 200 indicadores con los que se busca alcanzar los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible hasta este momento muestran avances muy por debajo de lo programado, tal y como se muestra en la edición especial 2023 del informe de los ODS publicado por la ONU.

Ya en el año 2020, Antonio Guterres, secretario General de la ONU, reconocía que los esfuerzos mundiales llevados a cabo hasta ese momento eran insuficientes para lograr el cambio que se necesitaba en cuanto al alcance de los ODS, lo cual ponía en riesgo el compromiso de la agenda frente a las generaciones actuales y futuras. Hoy este compromiso con el futuro está aún más en jaque.

INSTITUCIONALISTAS LIBERALES DEFIENDEN A LA ONU

En la edición referida del Informe de los ODS (2023) nuevamente se señala que “el mundo se expone a fracasar estrepitosamente”, por lo que es necesario tomar medidas para acelerar la implementación de los objetivos de desarrollo sostenible y se hace un llamado a redoblar los esfuerzos mundiales, pues de no hacerse se corre el riesgo de un agravamiento de la inestabilidad política, la desestabilización económica y una mayor crisis medioambiental entre otros desafíos globales.

Este mismo informe señala que, de las 140 metas, la mitad están muy lejos de seguir la trayectoria deseada y más del 30 por ciento de estas metas no han experimentado ningún avance. Y lo que es peor, han experimentado retrocesos con respecto a la situación que guardaban en 2015.

Los datos y cifras que arroja el informe son preocupantes: no se ha reducido la pobreza, más de 2,000 millones de personas están en inseguridad alimentaria, cada vez se reduce el acceso al agua potable como resultado del estrés hídrico que sufre el planeta al tiempo que la amenaza de pandemias globales como la del covid-19 se multiplican.

Es tiempo de que gobiernos, organizaciones internaciones no gubernamentales, empresas y sociedad civil, así como otros actores globales evalúen la pertinencia de seguir financiando un ente burocrático global que no ha logrado dar los resultados plateados en su creación. Ciertamente, los institucionalistas liberales defienden la existencia de la ONU. Hagámonos la pregunta: ¿La ONU para qué? N

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Luz Araceli González Uresti es profesora investigadora de Relaciones Internacionales de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tec de Monterrey. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad de la autora.

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