Ollas populares y solidarias, el manual de resistencia del Paraguay pobre

Asunción, 10 abr (EFE).-Las ollas populares, calentadas por la solidaridad de grupos civiles y religiosos, se han convertido en parte del manual de resistencia del Paraguay pobre, el más expuesto al impacto económico generado por las medidas de aislamiento social del Gobierno ante el COVID-19.

La normativa, que restringe la circulación de personas como medio de contener los contagios, golpea al sector que oscila entre la pobreza y la pobreza extrema, y que en Asunción tiene a una de sus bolsas en los Bañados, la áreas marginales asentadas en las ribera del río Paraguay.

MENÚ DE VIERNES SANTO

El Bañado Tacumbú fue este viernes el escenario de una de esas comidas populares, a la que acudieron decenas de vecinos para hacerse con el plato del día y una bolsa de alimentos recolectados por la Pastoral Social Arquidiocesana.

El menú de hoy se atuvo al precepto católico del Viernes Santo, sin carne: ensalada de poroto y tortilla al estilo paraguayo, con queso.

Venancia Pereira, de 64 años y vendedora de yuyos (remedios herbales), o Alberta Galdeano, de 48 y que vive de la venta de mandioca, estaban entre quienes se surtieron de esos alimentos, cocinados y repartidos por voluntarios del Centro de Ayuda Mutua Salud para Todos (Camsat), el brazo social de la parroquia de San Felipe.

Ambas ejemplifican la realidad de un barrio cuyo paisaje son las casas de madera o de ladrillo de derribo y una cesta de la compra que se nutre de esos oficios informales y otros como el reciclaje de basura.

Un barrio que ahora sufre los rigores del "aislamiento total" declarado por el Gobierno hace unas dos semanas y que ha dejado sin asidero laboral a muchas de sus familias.

Es el caso de Venancia, cuya morada es una "casa de tabla" y que en cumplimiento de la cuarentena ha dejado de ganarse el pan con los yuyos.

Y de Alberta, que admite que sigue vendiendo mandioca pese a la cuarentena que sí afecta a su marido, un cuidador de coches, o a su hija, empleada doméstica, desocupados desde que se implantara la medida.

"QUEDATE EN CASA".

El Gobierno impuso el aislamiento bajo la consigna "Quedate en casa" y como medio de frenar una diseminación a gran escala del coronavirus ante la constatación de que la red de salud pública, una de las más precarias de la región, no es capaz de afrontar esa previsión.

Al nivel macro, el Gobierno decretó una línea de crédito de hasta 1.600 millones de dólares como refuerzo del sistema sanitario.

Así como una ayuda de 500.000 guaraníes (unos 75,5 dólares) para las familias más debilitadas por el aislamiento ante el COVID-19, que ha dejado seis muertes en Paraguay.

Un monto que algunas organizaciones consideran insuficiente en un país que en 2018 contaba con 1.679.000 habitantes (el 24,2%) en situación de pobreza, según datos oficiales.

De hecho muchos de los vecinos que se acercaron a la olla de Camsat manifestaron su preocupación ante las consecuencias de las medidas de aislamiento, vigentes en principio hasta el 19 de abril.

"Creo que la gente no va a aguantar más. Los que tienen plata son los que dicen quedáte en casa.Pero no te podés quedar en casa cuando tus hijos tienen hambre", dijo a Efe Sandra, una de las voluntarias de Camsat.

AUSENCIA DEL ESTADO

La pobreza es parte del hábitat del Bañado Tacumbú, una de las zonas de la capital inundadas cada año por la crecida del río Paraguay.

Ello obliga a sus vecinos a mudarse a plazas del centro de Asunción, donde levantan casetas de lona y madera, o a refugiarse en albergues militares durante meses.

Sofía Rojas, que desde niña conoció ese éxodo, recuerda que el barrio no tuvo servicio de agua potable hasta los años noventa, y llegó gracias a las gestiones de Camsat, fundada hace unos 32 años por el sacerdote español Pedro Velasco.

Mientras que el servicio municipal de recogida de basura no se hizo presente hasta 2015, añadió Rojas, docente y una de las activistas de Camsat.

Lo que hace de Camsat una suerte de "Gobierno" del Bañado Tacumbú, con una aula de primaria para evitar la deserción escolar, producto de la vulnerabilidad familiar, un par de unidades de salud y hasta una emisora de radio comunitaria.

Ello ante lo que Rojas calificó de "absoluta ausencia del Estado".

En el mismo sentido se expresó Pompeya Cazal, una licenciada en trabajo social que está en Camsat desde el nacimiento de esa organización comunitaria.

"Cada vez viene más gente al Bañado del interior del país y expulsada de sus tierras por el agronegocio. El Bañado es una estrategia de sobrevivencia para quienes no pueden emigrar a Argentina", dijo Cazal.

Una estrategia que en el Bañado Tacumbú tiene como eje a Camsat, también en este tiempo pandemia.

(c) Agencia EFE