“Una ola de 8 metros se tragó el barco y mi capitán desapareció”: Otis deja múltiples desaparecidos en el mar de Acapulco

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“¡Todo se hundieron, todos se hundieron!”.

Anabel Espinoza dice que a la mañana siguiente de que el huracán Otis alcanzara la máxima potencia nivel 5 y arrasara con todo en el puerto de Acapulco la noche del marte pasado, bajó muy temprano desde su colonia con dirección hacia la costera Miguel Alemán. Estaba angustiada. No solo por haber perdido su casa por el devastador vendaval, sino porque no tenía noticias de su hermano Pedro, el capitán de la embarcación turística ‘Tiger’.

Una semana después, a tan solo unos pasos de ese mismo mar que se llevó a su hermano, Anabel explica que Pedro salió a trabajar el martes pasado como cualquier otro día, a pesar de que en el puerto ya estaban avisado de la llegada de una importante tormenta tropical.

“Solo me dijo que le comprara agua y leche para sus hijos, porque ya no iba a alcanzar a regresar a tiempo. Y pues yo le hice una compra pequeña, normal, porque realmente la autoridad tampoco nos dijo ‘súrtanse de víveres porque ahí viene un huracán muy fuerte’. De hecho, horas antes, todo estaba en calma, nadie sabía la magnitud real del desastre que se venía”, expone la mujer de ojos zarcos.

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"Bajé de la colonia al malecón para buscar información de mi hermano desaparecido, Pedro Espinosa".
“Bajé de la colonia al malecón para buscar información de mi hermano desaparecido, Pedro Espinosa”. Foto: Manu Ureste

Pero, en efecto, la tormenta tropical pasó en cuestión de horas a convertirse en huracán categoría 1 y de ahí alcanzó la máxima categoría 5. Nadie la vio venir. Pedro, así como muchos otros marineros y trabajadores de embarcaciones, tampoco.

“A la mañana siguiente, después de ver todo el desastre y de no tener noticias de él, bajé de la montaña hasta el zócalo caminando. Luego llegué al malecón y ahí vi a las primeras personas muertas. Un marinero que venía herido fue el que me dijo que todos se hundieron. Fue terrible”, cuenta la mujer entre lágrimas.

Unas de las personas que sobrevivieron al naufragio que trajo el huracán es Joel Eduardo Rosales. Él estaba en el mismo barco que Pedro Espinoza, que era su capitán.

“Todo fue muy rápido”, se arranca Joel, observando de lejos el mar que lo escupió a la costa tras cinco horas flotando a la deriva con un salvavidas y un pedazo de cojín que dejó tirado el huracán. “Estábamos anclados en la bahía naval porque es el lugar más seguro cuando entra un temporal; los vientos siempre entran desde el sureste y el cerro nos protege. Pero este huracán nos entró de frente, de lleno. Y todo fue muy rápido. No se veía nada, todo era aire, arena y un viento muy fuerte. Fue horrible. No había sentido tanto miedo en mi vida. En un lapso de entre 5 y 10 minutos el huracán nos hundió, y mi capitán y yo caímos al mar cuando nos impactó una ola de 8 metros”.

En el agua, Joel narra que ambos comenzaron a gritarse. Pedro le respondió, pero el marinero no alcanzó a verlo. Se encontraba inmersos en una nebulosa de aire y devastación. Joel se quedó flotando a la deriva, entre torbellinos generados por las turbulencias del huracán y los golpes de las ramas y los escombros que dejaba a su paso.

“Hasta que se calmó un poco el aire me di cuenta de que seguía vivo y que estaba flotando. Entonces, empecé a nadar hacia la Base Naval, donde hay un remolcador, era la única embarcación que quedaba a flote. Aún no me tocaba. Dios decidió no llevarme, aunque yo, cuando estaba solo en el mar, me despedí de mi familia en mi mente”, murmura el hombre, que explica que, aún en estado de shock, cuando fue rescatado todavía fue caminando varios kilómetros en busca de personal de la Marina para tratar de volver por Pedro, su capitán, y a otros marineros que, a esa altura del día, ya comenzaban a ser reportados como desaparecidos.

“El gobierno no tiene ni idea de cuántos son los desaparecidos. Porque no solo son los marineros de la Marina Acapulco, también hay desaparecidos en el club de Yates, y de la Marina Marqués. Y también las personas que trabajan en las lanchas con el fondo de cristal que van a Caleta, y los que trabajan en barcos y yates de lujo, de recreo. Hay muchos desaparecidos”, insiste.

La información oficial sobre las personas desaparecidas tras el paso de Otis es, en efecto, contradictoria. Ayer lunes, durante la mañana la cifra era de 47 personas desaparecidas. Pero, en la tarde, el gobierno de Guerrero anunció que ya encontraron con vida a 180 desaparecidos.

“Las autoridades dicen que hay pocos desaparecidos, pero eso no es cierto”, apunta Anabel Espinoza, la hermana del capitán. “Las embarcaciones, la mayoría, son de mínimo de dos o tres personas entre capitán y marineros, y las más grandes tienen más de cuatro. Y donde trabaja mi hermano hay, al menos, 40 embarcaciones que no se sabe aún dónde están”.

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“Una ola de 8 metros volcó el yate. Mi capitán y yo caímos al mar. No se veía nada por el huracán", Joel Eduardo.
“Una ola de 8 metros volcó el yate. Mi capitán y yo caímos al mar. No se veía nada por el huracán”. Foto: Manu Ureste

“Las autoridades debieron de haberlos sacado de los barcos”

Entre esas embarcaciones que continúan desaparecidas está ‘El Tourbillón’, donde trabajaba como marinero Marco Antonio Franco Cipriano. Como el resto de yates, el barco se encontraba anclado en la Base Naval esperando a que pasara el huracán con su tripulación al interior.

“La verdad, lo que nos preguntamos todos es por qué no salieron del barco antes de que llegara el huracán y se refugiaran en tierra. Pero también las autoridades de la Base Naval debieron de haberlos sacado, desalojarlos, pero no hicieron tampoco nada, y mi hermano y la tripulación se confiaron; la creyeron muy fácil”, dice Alejandra Morales, hermana del marinero Marcos Antonio, que porta una cartulina con su nombre y sus datos.

De hecho, ella no es la única que lleva la cartulina: ayer lunes, una docena de familiares fueron a las inmediaciones de la glorieta de la Diana en Acapulco, donde se concentran los medios de comunicación, para lanzar un desesperado mensaje de auxilio para que las autoridades los apoyen con diésel y un helicóptero que pueda abarcar más rápidamente el vasto mar, pues temen que el vendaval pudiera arrastrarlos más de 50 kilómetros mar adentro.

“Ya hemos ido al Semefo, a los hospitales, y nos dijeron que llevaron a algunos pacientes graves a la Ciudad de México, a un hospital. Pero no nos dan información como tal, no nos dicen nada y eso nos tiene muy angustiados”, lamenta Alejandra, que critica que en la Fiscalía estatal tampoco les han dado la atención rápida que necesitan porque todas las autoridades están colapsadas, atendiendo miles de emergencias que surgieron en la ciudad tras el huracán.

“Acapulco es ahora mismo un caos”, sentencia la mujer.

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“Todos nos preguntamos por qué se quedaron anclados y no regresaron a tierra antes del huracán".
“Todos nos preguntamos por qué se quedaron anclados y no regresaron a tierra antes del huracán”. Foto: Manu Ureste

Abigail Andrade Rodríguez, de 29 años, un metro 60 de estatura, piel clara, y ojos cafés claros, es otra de las marineras que se encuentra desaparecida una semana después. Abigail trabajaba en el yate ‘Litos’ desde hace siete años. Al igual que los otros marineros, la mujer, según cuenta angustiada su hermana Jazmín Andrade, salió a trabajar la mañana de ese fatídico martes como cualquier otro día, hasta que a la media noche hizo una llamada de auxilio por radio y trató de marcar al celular de Jesús, su pareja.

“No hay rastro del barco tampoco, ni de los otros tripulantes, el capitán Ulises, otro marinero que le dicen Parra, y otro que se llama Alejandro, no sé sus apellidos. Todos están desaparecidos y a todos los estamos buscando”, expone Jazmín, que explica que están tratando de organizarse con los familiares de los otros desaparecidos para hacer más fuerza, porque hasta ahora, denuncia, las autoridades no les han brindado ni un galón de diésel para poder hacer búsquedas en un rudimentario cayuco por el mar.

“Ahora estamos dispersos, por eso necesitamos juntarnos y hacer ruido para que nos hagan caso. Estamos luchando por nuestros desaparecidos y cada hora que pasa es un valioso tiempo perdido”, dice la mujer.