“Nada que ocultar”: cómo es y a qué se dedica la antena espacial que Europa tiene en Mendoza
Investigación del espacio profundo y seguimiento de las principales misiones astronómicas que Europa tiene en el Sistema Solar (Mercurio, Júpiter y el propio Sol, sobre el cual hay una nave orbitando): a eso se dedica la antena del espacio lejano (DS3) que la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) tiene en la localidad mendocina de Malargüe. En actividad desde 2012, la antena posee 40 metros de alto y 35 de diámetro, con un peso de 610 toneladas; el predio donde se ubica está en comodato con la municipalidad local hasta 2060. Así lo contaron anteayer científicos e ingenieros europeos y argentinos de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CNEA) durante una “jornada espacial” en el Planetario de la Ciudad de Buenos Aires, con colegios que colmaron la sala y con participación de funcionarios argentinos, además del embajador de Francia, Romain Nadal.
La estación, de uso científico, fue puesta en la mira por las autoridades nacionales debido a que su actividad es similar a la que China tiene en Neuquén y ambas recibirán “inspecciones”, según anunciaron desde la Jefatura de Gabinete. “Preferimos decir que es una visita. No hay problema, las puertas están siempre abiertas y hemos hecho muchas actividades con colegios, por ejemplo”, dijo en rueda de prensa Anabelle Fonseca, del Departamento de Relaciones Internacionales de la ESA. “No es la única antena de este tipo que tenemos para el seguimiento del espacio profundo, también hay en Australia y España con el fin de garantizar el soporte de las misiones, nada que ocultar”, dijo a LA NACIÓN Javier de Vicente, ingeniero en sistemas de la Dirección de Operaciones de la agencia, que trabajó en la instalación de la antena mendocina-europea. Este profesional español, que recién se enteró del “ruido” generado con el gobierno nacional al llegar a Buenos Aires el domingo pasado, dialogó con este medio.
–¿Qué hace y por qué es tan importante la DS3?
–Presta servicio a misiones interplanetarias. Por ejemplo, la que tenemos alrededor del Sol, otras que tenemos en Marte (como la Mars Express); una hacia Júpiter, que es la más distante que tenemos, llamada Juice. Aparte, damos soporte a misiones astronómicas que se ubican en la órbita de Lagrange, donde las observaciones no están contaminadas por el Sol, por eso son únicas. El servicio que prestamos a estas misiones es telemetría, seguimiento y comando. Recibimos los datos científicos de las misiones y se los enviamos a quien corresponda, a los científicos; también participamos de la navegación, que la maneja la gente de dinámica de vuelo en Alemania sobre la base de los datos que les proporcionamos. Se envía la señal a los satélites y se recibe la respuesta, y se procesa y se calcula la velocidad y la distancia. Con estos elementos se puede estimar la órbita del satélite y gestionar comando. Malargüe envía y recibe del satélite.
–¿Cómo se decidió que Malargüe fuera la sede de la antena, cómo fue el proceso de selección?
–Se realizó una actividad intensa para la selección del sitio. Originalmente hubo 20 ubicaciones preseleccionadas en la Argentina y otras 20 en Chile. Luego, finalmente se analizaron datos técnicos de dos ubicaciones, porque tienen que ser lugares libres de contaminación electromagnética, eso es fundamental. Luego, con las autoridades, se gestionó para ubicarla allí en Mendoza. La instalación en sí, todo el proceso, duró tres o cuatro años, y se inauguró en 2012, luego de varios años de trabajo previo. Son tiempos lógicos para permisos, contratos, aceptaciones.
–¿Cuánto tiempo funcionará?
–La antena tiene un mantenimiento regular y soporte permanente de sus operaciones. Es un equipo altamente calificado argentino que va todos los días. Y la ESA realiza actualizaciones cada tanto, según las nuevas misiones y requisitos. El sitio tiene un acuerdo de 50 años de comodato, un préstamo gratuito que termina en 2060. Los científicos no necesitan estar ahí, sino que reciben los datos donde estén, distribuidos en muchas ubicaciones.
–¿Las otras antenas son iguales?
–Cada una tiene su particularidad, pero son todas de 35 metros. La de Australia fue la primera, en 2002. Y la de Madrid, en 2005.
–¿Cuál era el beneficio más grande de Malargüe?
–Sobre todo, uno de los puntos más importantes era el entorno electromagnético que recién mencionaba. Malargüe tiene condiciones muy buenas. Luego, hubo que acordar con la Argentina para que pudiéramos instalar la antena.
–¿La NASA también tiene este tipo de antenas distribuidas?
–Sí, ellos también tienen antenas de espacio profundo. Entre otras antenas, ¿verdad? Tienen también en Australia y España, y en California. En sus complejos tienen más de una antena, pero son muy similares. Y existen acuerdos entre agencias para darnos apoyo cruzado; en caso de necesidad, nosotros usamos sus antenas y ellos, las nuestras.
–Esa cooperación entre NASA y ESA, ¿se repite con China y Rusia?
–No le sé decir. Sí hay colaboración con (la agencia espacial de) Japón y NASA. Pero ya no es mi competencia directa. Yo desarrollo las antenas más que ver cómo se usan. Participé como ingeniero en sistemas y me encargué de la aceptación final de la antena antes del traspaso a la gente de Operaciones. Mi labor es puramente técnica. Ahora mismo estoy involucrado en la potencial ubicación de una segunda antena en Sudamérica en un lugar a determinar.
–¿Cuál es la misión más desafiante, la de Júpiter?
–Cada una tiene sus cosas. Volar a Júpiter tiene su historia muy compleja, definir la órbita, y una vez allá la señal que se recibe es mínima. Pero también la Solar Orbiter, por el calor, requiere un diseño térmico increíble. Así que cada una es desafiante y cada diseño es exclusivo por misión.
–¿Qué opina de la mezcla de política y geopolítica con la ciencia, como se da ahora con la estación china y la mencionada inspección del gobierno nacional?
–No diría inspección, sino visita. Estamos abiertos a la comunidad donde nos instalamos. No tenemos nada que ocultar, nos interesa que nos conozcan y que la gente esté orgullosa de tenernos. Soy un técnico, pero generalmente la ciencia está por encima de estos temas. La ESA no tiene nada que ocultar.