Obtener una receta para morir es aún complicado pese a que los proyectos de ley de ayuda para morir ganan impulso
Linda Heim sabía que su padre no pensaba esperar a que el cáncer lo matara. Durante décadas, él había vivido en Montana, del cual pensaban que era uno de los pocos lugares donde los enfermos terminales podían obtener una receta para acabar con su vida.
Después de dos años de estar enfermo, el padre de Heim recibió el diagnóstico en 2019: cáncer de riñón en fase cuatro. Su médico le ofreció tratamientos que podrían alargar su vida durante meses. En cambio, el hombre de 81 años le pidió al médico ayuda para morir. Heim dijo que sus padres salieron de la cita en su ciudad natal de Billings con dos conclusiones: La legalidad de la muerte médicamente asistida era cuestionable en Montana, y el médico de su padre no parecía dispuesto a arriesgar su carrera para poner a prueba esa duda.
"Mis padres supieron cuando salieron de allí que ese era el final de esa conversación", dijo Heim, que ahora tiene 54 años. "Mi padre estaba molesto y enfadado".
Al día siguiente de la cita, la madre de Heim fue a hacer compras. Mientras ella estaba fuera, el padre de Heim fue al patio trasero y se suicidó de un disparo. (Heim pidió que no se publicara el nombre de su padre debido al persistente estigma del suicidio.)
Una década antes, en 2009, el Tribunal Supremo de Montana había abierto, en teoría, la puerta a la muerte médicamente asistida. El tribunal dictaminó que los médicos podían utilizar el consentimiento de un paciente moribundo como defensa en caso de ser acusados de homicidio por prescribir un medicamento que pusiera fin a su vida.
Sin embargo, la sentencia eludió si los pacientes terminales tienen derecho constitucional a esa ayuda. Desde entonces se ha debatido si ese caso hizo legal la ayuda para morir en Montana. "En Montana no existe el derecho a la ayuda médica para morir, al menos ningún derecho en el que pueda confiar un paciente, como en los demás estados", dijo el ex juez del Tribunal Supremo del estado, Jim Nelson. "Cada vez que un médico lo hace, el médico lanza los dados".
En cada sesión de la legislatura bienal del estado de Montana desde entonces, un legislador ha propuesto un proyecto de ley para criminalizar formalmente la muerte asistida por un médico. Los que apoyan los proyectos de ley alegan que la asistencia es moralmente incorrecta, mientras que los opositores argumentan que criminalizar la práctica sería un paso atrás para los derechos de los pacientes. Pero hasta ahora, los legisladores no han conseguido el apoyo suficiente para aprobar ninguna ley sobre el tema, aunque han estado a punto de hacerlo. El último esfuerzo se estancó el 1° de marzo, en una votación dividida.
Incluso la terminología para describir la práctica es controvertida. Algunos dicen que es un "suicidio" cada vez que alguien pone fin a su vida de forma intencionada. Otros dicen que es "muerte digna" cuando se elige acelerar un final doloroso. Estos debates se han prolongado durante décadas. Pero Montana sigue siendo el único estado atascado en una zona gris legal, aunque la práctica pueda seguir pareciendo un tabú en muchos estados con leyes claras. Esta incertidumbre continua hace que sea especialmente difícil para los pacientes de Montana como el padre de Heim y sus médicos navegar por lo que está permitido.
"Los médicos tienen aversión al riesgo", señaló el doctor David Orentlicher, director del programa de derecho de la salud en la University of Nevada-Las Vegas, quien ayudó a escribir las directrices de asistencia clínica a la muerte publicadas en el Journal of Palliative Medicine en 2016. "El miedo a ser demandado o procesado sigue estando ahí".
Pese a eso, el acceso a la asistencia médica para morir está ganando impulso en todo Estados Unidos. Fuera de Montana, ocho estados y el Distrito de Columbia permiten la asistencia para morir, seis de ellos desde 2014. En lo que va de 2021, los legisladores de al menos 19 estados han impulsado proyectos de ley de asistencia para morir, la mayoría buscando legalizar la práctica y algunos buscando eliminar las barreras a la asistencia existente, como ampliar qué profesionales médicos pueden ofrecerla. Muchos de ellos repiten los esfuerzos de legalización y algunos, como el de Nueva York, se remontan a 1995. Solo el proyecto de ley de Montana de este año pretendía específicamente criminalizarla.
En Dakota del Norte se ha estudiado por primera vez una ley para legalizar la muerte médicamente asistida. La representante Pamela Anderson, demócrata por Fargo, que propuso la medida después de escuchar a un paciente de cáncer, dijo que no se sorprendió cuando el proyecto de ley fracasó en febrero en una votación de 9 a 85. La asociación médica del estado declaró que era "incompatible con el papel del médico como sanador". Los votantes enfadados llamaron a Anderson preguntándole por qué quería matar a la gente.
"Pero escuché de otras tantas personas que este era un buen proyecto de ley", señaló Anderson. "Hay un impulso para no dejar que este concepto desaparezca".
De vuelta a Montana, el juez Nelson, ya retirado, del Tribunal Supremo del estado, dijo que siempre se ha arrepentido de haberse unido a la mayoría en el caso que permitió la práctica, porque el estrecho fallo se centró en la defensa legal de los médicos, no en los derechos de los pacientes. Después de haber visto morir lentamente a un amigo a causa de la enfermedad, Nelson, de 77 años, quiere tener él mismo la posibilidad de elegir si alguna vez lo necesita.
Pese a la decisión judicial (o debido a ella), algunos médicos de Montana consideran hoy en día que pueden dar cabida a esas decisiones de los pacientes. Por ejemplo, la doctora Colette Kirchhoff, médico de cuidados paliativos, dijo que hasta que se retiró de la práctica privada el año pasado, consideraba las solicitudes de los pacientes de medicamentos para poner fin a su vida.
Los médicos que ayudan en estos casos siguen directrices bien establecidas por otros estados, dijo Kirchhoff. Al paciente deben quedarle seis meses o menos de vida (un hecho corroborado por un segundo médico), no puede estar clínicamente deprimido, tiene que pedir la asistencia y ser un adulto capaz de tomar decisiones sobre su salud, lo cual es determinado por el médico que lo atiende. También deben administrar ellos mismos la medicación que pone fin a la vida.
"Evidentemente, uno no va a actuar en un caso vago o nebuloso o con discordia familiar", dijo Kirchhoff. "Los médicos que prescriben se han sentido cómodos y que están haciendo lo correcto para su paciente, aliviando su sufrimiento". De sus pocos pacientes que cumplían los requisitos para ser recetados, dijo, ninguno llegó a tomar los medicamentos. Kirchhoff señaló que, en algunos casos, obtener la receta parecía reconfortar a sus pacientes: bastaba con saber que tenían la opción si su enfermedad se volvía insoportable.
Durante las últimas seis sesiones legislativas (que datan de 2011) un legislador de Montana ha propuesto un proyecto de ley para aclarar que la ley estatal no permita la muerte asistida por un médico. El senador republicano Carl Glimm retomó ese esfuerzo en las dos últimas sesiones. Glimm dijo que el estado actual, basado en la decisión de la corte de más de una década de antigüedad, envía un mensaje confuso en un estado al que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades clasifica como uno con los más altos índices de suicidio de la nación. Glimm dijo que permitir que alguien ponga fin a su vida por el dolor de una enfermedad terminal podría normalizar el suicidio para las personas que viven con depresión, que también es una forma de dolor.
"Es muy difícil porque me solidarizo con ellos", dijo Glimm. "A lo que se reduce es a que si te vas a quitar la vida, eso es un suicidio".
Kim Callinan, presidenta y directora general de la organización nacional sin ánimo de lucro Compassion & Choices, dijo que la comparación con el suicidio es frustrante. "Las personas que solicitan asistencia médica para morir quieren vivir, pero están afectadas por una enfermedad que pone fin a su vida", comentó.
Glimm y los partidarios de su proyecto de ley afirman que algunos pacientes podrían ser presionados por familiares con algo que ganar, y los médicos podrían prescribirla con más frecuencia de la que deberían.
Pero Callinan, cuyo grupo aboga por la ayuda a la muerte, dijo que desde que Oregón la legalizó por primera vez en 1997, no hay datos que demuestren que las advertencias sobre el abuso y la coerción tengan fundamento. Un estudio no demostró que hubiera un mayor riesgo de abuso en esta práctica para poblaciones vulnerables, como los ancianos. Pero los críticos han dicho que los estados no están haciendo lo suficiente para controlar el tema.
A estas alturas, Leslie Mutchler, de 60 años, conoce a la mayoría de las personas de todos los bandos del debate tras años de testificar a favor de la protección de la ayuda a la muerte. Su padre, Bob Baxter, fue uno de los demandantes en el caso que finalmente condujo a la decisión del Tribunal Supremo de Montana de 2009 sobre la muerte médicamente asistida. Después de que la leucemia mermara su cuerpo durante años, murió en 2008 sin la opción, el mismo día que un tribunal inferior falló a su favor.
Mutchler dijo que no entendía lo complicado que era el fallo final del Tribunal Supremo hasta que a su hijo TJ le diagnosticaron un cáncer de páncreas metastásico terminal en 2016.
Tenía 36 años y vivía en Billings, Montana. Para entonces, el hombre de 6.5 pies de altura había perdido 125 libras de lo que había sido un cuerpo de 240 libras. No podía retener la comida y necesitaba una sonda de alimentación para obtener medicamentos y agua. TJ Mutchler quería tener la opción que su abuelo nunca tuvo. Pero cuando fue a su médico y le pidió ayuda para morir, la respuesta fue que no era legal. Finalmente, Mutchler encontró un médico que evaluó a su hijo y le recetó fenobarbital y amitriptilina. TJ tomó los medicamentos más de dos meses después y murió.
"La gente se pone en contacto conmigo preguntando cómo encontrar a alguien y es difícil", señaló Mutchler. "Por eso la gente acaba tomando cartas en el asunto". La investigación sobre las poblaciones con enfermedades terminales es limitada, pero un estudio nacional publicado en 2019 encontró que el riesgo de que alguien con cáncer se quite la vida es cuatro veces mayor que el de la población general.
Para Roberta King, otra de las hijas de Baxter, la continua lucha por la asistencia a la muerte en Montana significa que cada dos inviernos hará el viaje de ida y vuelta de más de 200 millas desde su casa de Missoula a la capital del estado. King, de 58 años, ha testificado en contra de los seis proyectos de ley que pretendían prohibir la asistencia para morir tras el caso de su padre. Memorizó un discurso sobre cómo su padre adelgazó tanto después de que su medicina dejara de funcionar que le dolía sentarse.
"Sigue siendo terrible, sigues teniendo que ponerte delante de todo el mundo y ya saben lo que vas a decir porque es la misma gente haciendo lo mismo", comentó King. Pero saltarse la audiencia no parece una opción. "Si le pasara algo a esto y no lo intentara, no me lo perdonaría nunca", aseveró.