‘Se puede oír hasta el vuelo de una mosca’: el ascenso de las escuelas súper estrictas en Inglaterra
LONDRES — Cuando el profesor empezó su cuenta regresiva, los alumnos descruzaron los brazos, agacharon la cabeza y completaron el ejercicio en un instante.
“Tres. Dos. Uno”, enunció el maestro. Las plumas de todo el salón se posaron y todas las miradas se dirigieron de vuelta al profesor. De acuerdo con una política llamada “Slant” (la sigla en inglés para sentarse, inclinarse hacia adelante, plantear y responder preguntas, asentir con la cabeza y poner atención al orador), los estudiantes, de 11 y 12 años de edad, no tenían permitido apartar su mirada.
Cuando sonó una campana digital (los relojes tradicionales “no son suficientemente precisos”, según la directora) los alumnos caminaron rápido y en silencio hacia la cafetería en una sola fila. Ahí, gritaron un poema —“Ozymandias”, de Percy Bysshe Shelley— al unísono, luego comieron durante 13 minutos mientras debatían el tema obligatorio para el almuerzo del día: cómo sobrevivir a un caracol asesino súper inteligente.
En los diez años desde que la Michaela Community School abrió sus puertas en Londres, la escuela secundaria de financiamiento público pero independiente se ha posicionado como líder de un movimiento que está convencido de que los niños de contextos desfavorecidos necesitan una disciplina estricta, aprendizaje memorístico y ambientes controlados para tener éxito.
“¿Cómo pueden alcanzar el éxito los niños que vienen de condiciones pobres? Pues, tienen que trabajar más duro”, señaló la directora, Katharine Birbalsingh, quien tiene una figura de cartón de Russell Crowe en la película “Gladiador” en su oficina con la frase: “Mantener la línea”. En sus perfiles de redes sociales, se autodenomina: “La directora más estricta del Reino Unido”.
“Lo que se necesita es mantenerlos a raya”, agregó. “Los niños anhelan la disciplina”.
Aunque algunos críticos se refieren al modelo de Birbalsingh como opresivo, su escuela tiene la tasa más alta de progreso académico en Inglaterra, según un parámetro del gobierno que mide el avance de los pupilos entre los 11 y 16 años de edad, y su método se está volviendo cada vez más popular.
En un número cada vez mayor de escuelas, los días están marcados por rutinas estrictas y castigos por infracciones leves, como olvidar un estuche de lápices o tener el uniforme desarreglado. Los pasillos son silenciosos, ya que los alumnos tienen prohibido hablar con sus compañeros.
Quienes abogan por las políticas sin excepciones en las escuelas, como Michael Gove, un secretario de Estado influyente que antes fungió de ministro de Educación, argumentan que los métodos progresistas enfocados en los niños que se popularizaron en la década de 1970 causaron una crisis conductual, mermaron el aprendizaje y obstaculizaron la movilidad social.
Su perspectiva está vinculada a una ideología política conservadora que enfatiza la determinación individual, y no los elementos estructurales, como lo que encauza la vida de las personas. En el Reino Unido, los políticos del Partido Conservador gobernante, que lleva 14 años en el poder, apoyan esta corriente educativa, que se basa en las técnicas de las escuelas subvencionadas de Estados Unidos y de educadores que se volvieron prominentes a finales de los años 2000.
Tom Bennett, consejero del gobierno en materia de conducta escolar, declaró que los ministros de Educación partidarios habían contribuido a este “impulso”.
“Muchas escuelas están haciendo esto ahora”, afirmó Bennett. “Y consiguen resultados fantásticos”.
Desde que Rowland Speller se convirtió en director de The Abbey School en el sur de Inglaterra, ha reprimido la mala conducta e implementado rutinas formularias, inspiradas en los métodos de la secundaria Michaela. Speller sostiene que un ambiente regulado es reconfortante para los alumnos que tienen una vida volátil en casa.
Si a un estudiante le va bien, los demás aplauden dos veces luego de que un maestro o maestra dice: “Dos aplausos a la cuenta de dos: uno, dos”.
“Podemos celebrar a muchos niños muy rápido”, indicó Speller.
En noviembre, Mouhssin Ismail, otro líder escolar que fundó una escuela de alto rendimiento en una zona desfavorecida de Londres, publicó una foto en redes sociales que mostraba pasillos escolares con estudiantes que caminaban en filas. “Se puede oír hasta el vuelo de una mosca cuando los alumnos se forman en silencio en la escuela”, escribió.
Los comentarios detonaron una reacción negativa, pues algunos críticos compararon las fotografías con una película de ciencia ficción distópica.
Birbalsingh argumenta que los niños ricos pueden darse el lujo de perder el tiempo en la escuela porque “sus padres los llevan a museos y a galerías de arte”, comentó, mientras que, para los niños de contextos más pobres, “la única manera de aprender sobre la historia de Roma es en la escuela”. Aceptar la más mínima conducta indebida o adaptar las expectativas a las circunstancias de los estudiantes, dijo, “se traduce en una movilidad social nula para estos niños”.
En su escuela, muchos estudiantes expresaron gratitud cuando se les preguntó sobre sus experiencias, incluso elogiaron los castigos que recibieron, y repitieron con gusto los mantras de la escuela sobre la mejora personal. El lema de la escuela es: “Trabaja duro y sé amable”.
Leon, de 13 años, relató que, al principio, no quería ir a la escuela, “pero ahora agradezco haber ido porque, si no, no sería tan listo como soy ahora”.
Sin embargo, algunos docentes han expresado preocupación acerca del método más amplio de cero tolerancia, señalando que controlar la conducta de los estudiantes tan minuciosamente quizá genera excelentes resultados académicos pero no fomenta la autonomía ni el pensamiento crítico. También afirman que los castigos draconianos por infracciones menores pueden causar estragos psicológicos.
“Es como si hubieran leído ‘1984’ y lo hubieran interpretado como un manual a seguir en lugar de una sátira”, dijo Phil Beadle, galardonado profesor de secundaria y autor británico.
Según Beadle, el tiempo libre y el debate son igual de importantes para el desarrollo infantil que los resultados académicos favorables. Le preocupa que un “ambiente parecido a un culto que exija una sumisión total” pueda privar a los niños de su infancia.
Los promotores del modelo estricto y algunos padres de familia dicen que a los niños con necesidades educativas especiales les va muy bien en los ambientes estrictos y predecibles, pero otros vieron que sus hijos con dificultades de aprendizaje tuvieron problemas en estas escuelas.
Sarah Dalton mandó a su hijo de 12 años con dislexia a una escuela estricta y obtuvo excelentes resultados académicos. Pero su miedo a ser castigado por pequeños errores le creó un estrés insoportable, por lo que empezó a mostrar señales de depresión.
“Tenía miedo de ser castigado”, narró la madre. “Su salud mental empezó a deteriorarse”.
Cuando lo cambió a una escuela más relajada, su hijo comenzó a sanar, afirmó Dalton.
En Inglaterra, los datos del gobierno del año pasado mostraron que decenas de escuelas súper estrictas suspendían a alumnos en una proporción mucho más alta que el promedio nacional. (La secundaria Michaela no era una de ellas).
Lucie Lakin, la directora de la Carr Manor Community School en Leeds —que no sigue el modelo de cero tolerancia— contó que se dio cuenta de que este método se estaba difundiendo más cuando un mayor número de estudiantes se inscribió en su escuela tras ser expulsados. Su escuela obtiene altos puntajes académicos, pero ella señaló que ese no es el único objetivo de una educación.
“¿Estamos hablando de que los resultados de la escuela sean exitosos o de tratar de formar adultos exitosos?”, preguntó Lakin. “Debemos elegir ese camino”.
c.2024 The New York Times Company