Un bar madridista, el primer gran damnificado por la mudanza del Atlético
Muchos aficionados del Atlético de Madrid lo esperaban con ilusión, bastantes otros se lo temían, pero al fin el momento ha llegado: una vez desahuciado del Vicente Calderón, el equipo rojiblanco ha inaugurado su nuevo estadio, el Wanda Metropolitano. El flamante campo, más moderno y ligeramente mayor en aforo que el feudo histórico de los colchoneros, intentará convertirse en un fortín que dé tardes de gloria a la hinchada rojiblanca. En lo deportivo ha arrancado con buen pie, gracias a la victoria por 1-0 sobre el Málaga en el encuentro inaugural. En lo económico quizás no tanto: Miguel Ángel Gil Marín, consejero delegado de la empresa (y condenado por estafa contra el propio club), ya dijo que los 310 millones que ha costado la obra tardarán al menos siete años en “amortizarse”.
A corto plazo, no es la eternamente maltrecha tesorería del Atleti la única víctima de esta operación inmobiliaria. El Manzanares estaba —todavía está— en el barrio madrileño de Imperial, zona céntrica con bastante tradición de apoyo al equipo. La antigua Peineta se encuentra en Rosas, en el distrito de San Blas, en el extremo oriental del término municipal de la capital, lindando con Coslada. La afición tendrá que ir colonizando poco a poco un terreno en el que hasta ahora no había ningún gran referente indio. Más bien al contrario.
San Blas es el hogar del bar Akelarre desde 1986, cuando ni siquiera se soñaba con la construcción de un estadio en la zona. La pasión de sus propietarios, Joaquín (65 años) y Mari (63), ha convertido el establecimiento en un referente futbolístico… del Real Madrid, equipo del que son devotos y cuyo escudo, banderas y cartelería adornan todas las paredes e incluso la fachada exterior. Sin embargo, el hecho de encontrarse a apenas 500 metros del Wanda les ha obligado a echar el cierre “al menos los días de partido”.
La decisión la han tomado tras el aviso de algunos parroquianos habituales que aseguran haber descubierto amenazas en las redes sociales. “Por nosotros no nos preocupa, pero lo que no queremos es que les pase nada a nuestros clientes. Que alguien diga ‘vamos a por estos, que son del Madrid y se arme”, dice Joaquín, siempre con su camiseta blanca, al diario ABC. “Mi idea era hacer un lugar de amistad entre ambas aficiones, pero ahora prefiero esperar”, añade. Cuenta también que varios vecinos del barrio le han ofrecido su solidaridad y su disposición a llamar a la policía si contemplaban algún acto vandálico.
La mudanza es inviable porque no pueden traspasar el local, ya que están allí alquilados. ¿Y el cierre definitivo? Estaba previsto para dentro de dos años, cuando Mari alcance la edad de jubilación. “Somos autónomos y queríamos esperar para poder marcharnos con lo poquito que nos quede”, explica el matrimonio, que asegura que pretende retirarse a Málaga, lugar donde tienen familia y adonde ya se marcharon el pasado fin de semana. “Me duele cerrar cuando nunca ha pasado nada. Aquí ha venido gente de todos los equipos y siempre se les ha recibido de maravilla”, insiste Joaquín. En todo caso, tampoco descarta volver a abrir los días de partido “sobre todo cuando juegue el mismo día el Real Madrid”.
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