La “nueva” noche de Punta del Este: drogas al alcance de la mano, récord de fiestas privadas en chacras y rutas saturadas
PUNTA DEL ESTE.— Hace seis años, para caminar a medianoche por La Barra había que abrirse paso entre la gente, esquivando adolescentes que salían en grupos y caminaban desde las paradas de colectivos en todas las direcciones por la avenida principal. Los más chicos invadían la calle Duende Azul o bajaban a la playa con paquetes de leña y botellas de alcohol para armar un fogón. Los mayores de edad y los veinteañeros, en tanto, se dividían entre los principales boliches y bares de esta zona y Manantiales.
Hoy, ni las movidas callejeras, ni los bares ni tampoco los boliches de la zona existen. Algunos se han reconvertido en tiendas de ropa y cafeterías, mientras que uno de los locales bailables que fue de los más icónicos permanece cerrado, con las ventanas tapiadas. Quedan unos pocos lugares frente al puerto de Punta del Este, pero tampoco se encuentran en su mejor momento.
Y es que, pese a que Punta del Este vive una temporada con boom de turistas, la dinámica nocturna de los jóvenes se reconvirtió. Lo único que se mantiene a lo largo de los años son las matinés para los menores de 15 años, sobre la playa Brava.
En cambio, para los argentinos de entre 15 y 35 años, la tendencia son las fiestas privadas en chacras o predios alejados de los principales centros urbanos, cuyo acceso se vuelve complicado por la noche debido a la saturación de los servicios de transporte, como los Uber o los taxis. Los lugares de encuentro tienen otra característica además de la distancia: la droga circula como agua.
Fiestas privadas, alejadas y…¿riesgosas?
“Hasta hace unos años había solo dos fiestas en toda la temporada: una en Año Nuevo y un after de música electrónica en la playa. El resto de las noches improvisabas. En los últimos años, se fueron agregando cada vez más fiestas privadas masivas, y ahora hasta hay varias una misma noche, pero todas quedan en lugares remotos”, cuenta Jimena Martin, de 26 años, mientras camina por una vereda despejada en la noche de La Barra.
Punta del Este se volvió más masiva y variada en las últimas temporadas. Puntualmente en 2025, la cantidad de fiestas rompe récords: solo durante el verano se presentaron a la intendencia 72 pedidos y la inmensa mayoría fueron aprobados, según afirmaron fuentes municipales, aunque no precisaron el número exacto.
Hay principalmente dos tipos de fiestas, que son organizadas por productoras: las multimúsica, orientadas a una audiencia general, y las tecno. Según pudo saber LA NACION, el crecimiento de estas últimas acentuó la proliferación de drogas, sobre todo sintéticas, en la noche de Punta del Este.
“Se ve todo el tiempo a los pibes con las bolsitas de plástico de MD, que se la van pasando -describe Ramón, un arquitecto argentino, de 31 años, quien prefirió resguardar su identidad completa-. Circula éxtasis, MD, LSD. Lo más turbio es que estas cosas no saltan en los controles de alcoholemia”.
Miles de chicos bailan mirando a la cabina de la DJ, envueltos en humo y luces rojas. Más de 10 entrevistados sacan de los bolsillos de sus pantalones o de sus carteras distintos tipos de drogas, en la mayoría de los casos, dentro de latas circulares: cocaína, MDMA (éxtasis), marihuana y Tusi. La escena, presenciada por LA NACION, se repite. Casi está naturalizada.
“Lo que más se usa hoy es el Tusi, cocaína con ketamina y mescalina”, dice un entrevistado, de 40 años, nacido en Punta del Este, desde la pista. Esta droga, conocida también como “cocaína rosa”, fue la que predominó en los allanamientos realizados esta semana por la Brigada Departamental Antidrogas (BDA) de Maldonado en autos y hospedajes. Un grupo de 12 argentinos de entre 22 y 31 años fueron detenidos; 8 tienen prisión preventiva, imputados por “presunta comisión del delito de negociación de sustancias estupefacientes”.
“Acá, el 90% está drogado. Al que le gusta la electrónica va solo a fiestas de electrónica. No te podés drogar siempre porque terminás matado. El problema es que no deberían manejar drogados, pero hay quienes lo hacen igual”, sostiene Alejandro, mientras baila dentro de una carpa, en un predio sobre la ruta 10.
Si bien en las principales vías de acceso hay controles de alcoholemia y pruebas de narcóticos, la invasión de jóvenes no permite que sean exhaustivos. Desde la policía indicaron a LA NACION que la Brigada Departamental de Narcóticos trabaja durante el verano en conjunto con la Dirección General de Represión y Tráfico Ilícito de Drogas, pero, afirmaron, su trabajo no se divulga por la reserva de la investigación.
Saturación de rutas
Las fiestas son masivas: superan las 6700 personas y llegan hasta tener más de 10.000. Y esta masividad se da en medio de un aluvión de turistas en Punta del Este. Según datos migratorios oficiales, desde el 20 de diciembre hasta el 4 de enero, ingresaron a Uruguay 193.390 argentinos, una cifra significativamente mayor a la del año anterior, cuando en este mismo lapso habían entrado poco más de 130.000.
Las convocatorias más grandes tienen lugar en predios como el de Open Park, ubicado en El Placer, donde hay capacidad para 15.000 personas. Pero la gran mayoría de las fiestas se organizan en chacras sobre la ruta 10, entre José Ignacio y Manantiales, zona que queda saturada de autos.
“La noche viró completamente a las fiestas en lugares a los que es complicado llegar, y en algunos casos la infraestructura no está preparada para recibir tanta gente. Hace una semana fuimos a una fiesta sobre la ruta 10 y estuvimos una hora y media parados entre filas eternas de autos hasta que logramos entrar. Hubo una ambulancia que quedó parada durante un tiempo largo hasta que los autos lograron abrirle camino”, afirma el porteño Manuel Bordona, economista, de 31, quien viene a Punta del Este con su familia desde que es chico.
La enorme cantidad de vehículos deriva en una postal que es cada vez más típica: previas en autos, en muchos casos en los estacionamientos de los predios donde se hacen las fiestas.
Desde la cabina de taxis donde trabaja, un chofer que pide resguardar su identidad, cuenta que tiene una noche movida, con llamadas y mensajes de WhatsApp que entran minuto a minuto. “La ciudad está saturada. Hay mucha gente, mucha demanda de taxi, pero hay tanto tráfico que no llegás a hacer muchos viajes. El 2 de enero le puse desde El Chorro hasta el Polo, que son menos de 10 minutos de ruta, una hora y cuarenta. Nunca llegué: dejé el pasajero en la calle porque prefirió ir caminando. Incluso hoy, si salís ahora al casco viejo, no podes entrar”, señala.
Conseguir Uber tampoco es sencillo: en Maldonado estos autos deben cumplir con la misma regulación que los taxis: está prohibido que se acerquen vehículos desde otras partes del país para hacer la temporada de verano en Punta del Este.
El uruguayo Nicolás Wasiluk aprovecha la situación para realizar un trabajo de verano. El chofer viajó desde Paysandú, su ciudad natal, con su colectivo escolar, acondicionado como Party Bus, para hacer idas y vueltas en ómnibus desde las fiestas, bajo el slogan “si tomaste, no manejes”. Según cuenta a LA NACION, llegó a recaudar hasta US$1000 en una noche.
Las entradas generales a las fiestas a las que va el público argentino de entre 18 y 22 años cuestan entre US$70 y US$100 dólares. En las que están orientadas a mayores de 22 años, el piso es de US$100. La mayoría tienen los mismos precios de barra: una botella de agua, US$7; un el vaso de fernet, US$20, una botella de fernet, US$200.
En comparación con otros precios, la noche aparece entre lo más costoso. “Es carísimo salir. Pero el resto de las cosas te salen lo mismo que en Buenos Aires”, indica Javier Montreal, economista, de 28 años, que disfruta de estas playas con un grupo de 10 amigos.
“Con el aguinaldo te pagás la mitad del viaje, algo que antes no pasaba. Somos el tipo de personas que no tienen casa en Punta, que laburan todo el año y les gusta la joda”, afirma mientras carga con las dos manos un balde con hielo y una botella de fernet hasta la mesa en la que lo esperan sus amigos. La noche recién empieza.