Nieta usa dinero de estímulo para traer a sus abuelos de México a vacunarse en Chicago contra COVID-19: ‘Sólo esperaba verlos de nuevo’

Hacía casi dos años que Elizabeth Oyarzun había visto por última vez a sus abuelos. Y todos los días durante el año pasado, oró para volver a verlos.

Después de lo que le pareció una eternidad, los abuelos llegaron al Aeropuerto Internacional O’Hare desde Monterrey, México, el domingo por la noche, contó.

Oyarzun, la nieta mayor de la pareja, a quien criaron como hija, usó el dinero de su cheque de estímulo más reciente para transportarlos a Chicago para recibir la vacuna contra COVID-19. Temía que no la consiguieran a tiempo en Monterrey.

Su abuela, Irma Rodríguez, de 70 años, contrajo COVID-19 en octubre y, aunque sobrevivió, el temor de que su abuelo, José Pérez, de 74, eventualmente contrajera el coronavirus, la perseguía, dijo Oyarzun.

Pero fue la distancia lo que más dolió, agregó Oyarzun.

Oyarzun, de 30 años, vive en University Village, en el oeste de Chicago. Sus abuelos han pasado largos períodos viviendo con ella en Chicago. Pero los dos están jubilados y, desde antes de que comenzara la pandemia han vivido en su Monterrey natal, donde nació Oyarzun, aunque son residentes legales de Estados Unidos, dijo.

“Sólo esperaba volver a verlos”, dijo Oyarzun.

Su esperanza le dio la fuerza para superar la ansiedad y el dolor de estar separada de dos de las personas que más quiere en el mundo.

“Desearía que mis abuelos fueran eternos”, dijo, y pausó un buen rato.

“Pero la realidad es que no lo son, así que haré todo lo posible para mantenerlos seguros y saludables durante el mayor tiempo posible”, mencionó.

Los dos tienen diabetes y presión arterial alta, y hace unos siete años, Pérez se sometió a una cirugía a corazón abierto que puso su vida en peligro.

“Al menos entonces, sabíamos que podíamos ir a verlo y despedirnos, pero con el COVID-19 hubiera sido imposible”, contó Oyarzun.

Incluso la idea de eso duele, indicó.

En su ciudad natal de México, la distribución de vacunas parecía distante y casi imposible, dijo su abuela. Mientras que en Chicago la distribución de vacunas a los mayores de 65 años comenzó a finales de enero, en México la distribución de vacunas a los mayores de 60 años comenzó a mediados de marzo, según informes de prensa.

“Estábamos preocupados porque simplemente no lo veíamos venir pronto”, dijo Rodríguez.

E incluso cuando hubo noticia de que la vacuna finalmente llegaba a Monterrey, la ciudad donde vivían Rodríguez y Pérez, los dos no confiaron en el proceso.

Durante casi un año, dijo Pérez, habían estado aislados, solos y cuidándose uno al otro.

Vieron de primera mano el sufrimiento de sus vecinos y otras familias. Diez de los amigos de Pérez murieron de COVID-19 en el último año, y Rodríguez recordó cómo algunas personas tuvieron que vender sus propiedades para pagar sus estadías en el hospital y sus medicamentos.

“Extrañamos mucho a nuestra familia”, dijo Pérez. “Ha sido un momento muy difícil”, agregó.

Pero más allá de la dificultad, “ha sido desgarrador vivir lejos de nuestros seres queridos, especialmente durante estos tiempos”, dijo Rodríguez.

Entonces, cuando Oyarzun recibió su cheque de estímulo y se dio cuenta de que sus abuelos eran elegibles para vacunarse en Chicago, hizo la cita y compró los boletos.

La familia decidió que llevarlos en avión a Chicago era un riesgo que valía la pena correr.

El lunes, el día después de su llegada a Chicago, Oyarzun llevó a sus abuelos al United Center para recibir su primera dosis de la vacuna Pfizer.

“Se sintió surrealista, me sentí extremadamente feliz. Estaba más emocionada que ellos”, dijo Oyarzun luego de que los abuelos fueron vacunados.

Rodríguez sollozó, incapaz de contener sus emociones.

“Estoy profundamente agradecida con nuestra nieta, por preocuparse por nosotros y cuidarnos”, dijo Rodríguez. “Y agradezco a Dios que ella tenga la oportunidad de hacer esto por nosotros”.

Oyarzun dijo que gracias a sus abuelos ha podido tener lo que tiene ahora.

Cuando finalmente los vio de nuevo, caminaban más lentamente y tenían más arrugas que la última vez que los vio, dijo.

“La distancia entre los seres queridos es algo terrible”, dijo su abuela.

larodriguez@chicagotribune.com

Este texto fue traducido por Leticia Espinosa/TCA