Niños usan teléfonos en clase, incluso contra las reglas. ¿Deberían prohibirlos en las escuelas?

SAN FRANCISCO (AP) — En California, un maestro de secundaria se queja de que los estudiantes ven Netflix en sus teléfonos durante la clase. En Maryland, un profesor de química dice que los alumnos usan aplicaciones para hacer apuestas durante la jornada escolar.

En todo el país, los educadores refieren que los estudiantes envían mensajes de Snapchat de manera rutinaria en clase, escuchan música y compran en internet, entre muchos otros ejemplos de cómo los teléfonos distraen de la enseñanza y el aprendizaje.

El dominio que los teléfonos tienen sobre los adolescentes en Estados Unidos actualmente está bien documentado, pero los maestros dicen que los padres a menudo no son conscientes de hasta qué punto los estudiantes los usan dentro del aula. Y cada vez más educadores y expertos dicen lo mismo sobre el asunto de cómo abordar esto: Prohibir los teléfonos durante las clases.

“Los estudiantes solían entender que no debían usar su teléfono en clase. Esos días quedaron atrás”, dijo James Granger, quien exige que los estudiantes de su clase de ciencia en una escuela secundaria del área metropolitana de Los Ángeles coloquen sus teléfonos en “un organizador para teléfonos celulares” con compartimientos numerados. “La única solución que funciona es quitarle físicamente el teléfono al alumno”.

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La mayoría de las escuelas ya tienen reglas que regulan el uso del teléfono por parte de los estudiantes, pero se aplican esporádicamente. Un número creciente de dirigentes a nivel estatal y federal ha comenzado a respaldar la prohibición de los celulares en las escuelas y a sugerir nuevas formas de frenar el acceso a los dispositivos.

La última intervención estatal se produjo en Utah, donde el gobernador Spencer Cox instó el mes pasado a todos los distritos escolares y a la Junta de Educación estatal a retirar los celulares de las aulas. Mencionó estudios que muestran que el aprendizaje mejora, las distracciones disminuyen y es más probable que los estudiantes hablen entre ellos si no tienen sus teléfonos.

“Sólo necesitamos un espacio donde durante seis o siete horas al día los chicos no estén atados a estos dispositivos”, dijo Cox a los periodistas este mes. Agregó que su iniciativa, que no es vinculante, es parte de un impulso legislativo para proteger a los niños de Utah de los daños de las redes sociales.

El año pasado, Florida se convirtió en el primer estado en tomar medidas enérgicas contra los teléfonos en las escuelas. Una ley que entró en vigor en julio exige que todas las escuelas públicas de Florida prohíban el uso de teléfonos por parte de los estudiantes durante el horario de clase y bloqueen el acceso a las redes sociales a través del Wi-Fi del distrito. Algunos distritos, incluidas las Escuelas Públicas del condado de Orange, fueron más allá y prohibieron los teléfonos durante toda la jornada escolar.

Oklahoma, Vermont y Kansas también han introducido recientemente lo que se conoce como medidas sobre “escuelas sin teléfonos”.

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Y dos senadores estadounidenses —Tom Cotton, republicano de Arkansas, y Tim Kaine, demócrata de Virginia— presentaron un proyecto de ley en diciembre que requeriría un estudio federal sobre los efectos del uso de celulares en las escuelas en la salud mental y el desempeño académico de los estudiantes. La suya es una de varias alianzas bipartidistas que piden reglas más estrictas para las empresas de redes sociales y mayor seguridad en internet para los chicos.

A nivel nacional, 77% de las escuelas estadounidenses dicen que prohíben los teléfonos en sus instalaciones para uso no académico, según el Centro Nacional de Estadísticas Educativas.

Pero esa cifra es engañosa. No significa que los estudiantes sigan esas prohibiciones o que todas esas escuelas las hagan cumplir. Sólo pregunte a los profesores.

“El uso del celular está fuera de control. Con eso quiero decir que no puedo controlarlo, ni siquiera en mi propia clase”, dijo Patrick Truman, profesor en una escuela secundaria de Maryland que prohíbe a los estudiantes el uso del teléfono durante las clases. Depende de cada maestro hacer cumplir la política, por lo que Truman compró un organizador con 36 compartimientos para guardar los celulares de los estudiantes. No obstante, todos los días algunos de ellos esconden sus teléfonos en sus regazos o debajo de los libros y juegan videojuegos y revisan sus redes sociales.

Cansado de ser la policía telefónica, ha llegado a una conclusión reticente: “Los estudiantes que están en sus teléfonos al menos están tranquilos: no son un problema de comportamiento”.

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Un estudio del año pasado de Common Sense Media encontró que el 97% de los chicos usan sus teléfonos durante el horario escolar, y los chicos dicen que las políticas escolares sobre telefonía celular varían —con frecuencia incluso de un salón de clases a otro— y no siempre se implementan.

Para que la prohibición de los teléfonos en las escuelas funcione, los educadores y expertos dicen que la administración escolar debe ser quien la haga cumplir —y no dejar esa tarea a los profesores—. El Phone-Free Schools Movement (Movimiento de Escuelas Libres de Teléfonos), un grupo de defensa formado el año pasado por madres preocupadas, señaló que las políticas que permiten a los estudiantes mantener su teléfono en su mochila, como lo hacen muchas escuelas, son ineficaces.

“Si la mochila está en el suelo junto a ellos, zumba y los distrae, tienen la tentación de querer revisar (su celular)”, dijo Kim Whitman, cofundadora del grupo, que aconseja a las escuelas que exijan que los teléfonos estén apagados y guardados todo el día.

Algunos estudiantes dijeron que tales políticas les quitan autonomía y cortan su principal modo de comunicación con familiares y amigos. El rechazo también proviene de padres que temen quedar incomunicados de sus hijos si ocurre una emergencia escolar. Whitman aconseja a las escuelas hacer excepciones para los estudiantes con necesidades médicas y educativas especiales, y que informen a los padres sobre orientación experta respecto a que los celulares pueden ser una distracción peligrosa para los estudiantes durante una emergencia.

Jaden Willoughey, de 14 años, comparte la preocupación de perder el contacto con sus padres si surge una crisis. Pero también ve las ventajas de entregar su teléfono en la escuela.

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En la Escuela Secundaria Delta, en una zona rural de Utah donde Jaden es estudiante de primer año, los alumnos deben guardar sus teléfonos en la puerta al ingresar a cada clase. Cada una de las aproximadamente 30 aulas de la escuela tiene una unidad de almacenamiento para teléfonos que parece una bolsa de zapatos colocada en la puerta con tres docenas de compartimientos del tamaño de un celular.

“Te ayuda a concentrarte en tu trabajo y es más fácil prestar atención en clase”, dijo Jaden.

Una compañera de clase, Mackenzie Stanworth, de 14 años, comentó que sería difícil ignorar su teléfono si estuviera a su alcance. Es un alivio, agregó, “tener un descanso de la pantalla y de la vida social en tu teléfono, y de hecho hablar con la gente en persona”.

Fueron necesarios algunos años para modificar la política sobre celulares y encontrar un sistema que funcionara, explicó Jared Christensen, subdirector de la escuela.

“Al principio fue una batalla. Pero ha valido la pena”, añadió. “Los estudiantes están más atentos y comprometidos durante el tiempo de clase. Los profesores pueden enseñar sin competir con los teléfonos. Y el aprendizaje de los estudiantes ha aumentado”, reportó, y mencionó puntajes de exámenes que están en o por encima de los promedios estatales por primera vez en años. “No puedo decir definitivamente que se deba a esta política. Pero sé que está ayudando”.

La próxima batalla será contra los auriculares y los relojes inteligentes, dijo. Incluso con los teléfonos guardados en bolsas, los estudiantes escuchan música en auriculares inalámbricos escondidos debajo de su cabello o sudaderas con capucha. “Aún no incluimos los auriculares en nuestra política. Pero ya casi lo hacemos”.

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La periodista de The Associated Press Hannah Schoenbaum, en Salt Lake City, Utah, contribuyó a este despacho.

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