Narrativas indígenas ganan reflectores

CIUDAD DE MÉXICO, junio 24 (EL UNIVERSAL).- Oaxaca y Chiapas se han convertido en potencias productoras de cine indígena y afrodescendiente, al contabilizar en conjunto durante 2022, cuatro de cada 10 filmes realizados en estos parámetros.

El año pasado, según el Anuario Estadístico de Cine Mexicano, se produjeron 21 largometrajes entre ficción y documental, como Chicharras, Boca Vieja y Monumentos vivientes, la mayoría ya en posproducción, cifra que representa la mitad de las producidas desde 2017 y de las que la CDMX, representó una quinta parte de lo generado.

Mónica Luna, directora de Vinculación Regional y Comunitaria del IMCINE, destaca que Chiapas y Oaxaca son receptoras de iniciativas como Ambulante Más Allá y el CCC con Patas.

"Desde muchos años atrás ha habido otros esfuerzos que con furor han abierto espacios para el cine, aprenden el lenguaje cinematográfico y ahora están contando historias desde su perspectiva", dice.

Nuevas voces

El IMCINE creó este sexenio el Estímulo a la Creación Audiovisual en México y Centroamérica para Comunidades Indígenas y Afrodescendientes (ECAMC). En ese sentido el mixteco, zapoteco y tsotsil fueron las lenguas originarias predominantes en 2022.

Durante el pasado Festival Internacional de Cine en Guadalajara, por ejemplo, se presentó Ch'ul be, senda sagrada, documental filmado en San Andrés Larráinzar, en lengua de la región, bajo la dirección de Humberto Gómez Pérez, originario del lugar.

"33 lenguas originarias se han plasmado en estos últimos cinco años y hay 70 historias, entre cortos y largometrajes, en fases de producción o postproducción... en la mayoría de estas películas el trabajo es horizontal, se involucra la comunidad y va aprendiendo toda".