Nacimiento monumental preserva tradición familiar en Edomex
METEPEC, Méx., diciembre 21 (EL UNIVERSAL).- Erika Jazmín Ruiz Vargas, habitante del poblado de San Lorenzo Coacalco, continúa con el legado que le dejaron sus padres: la colocación anual de un nacimiento en el jardín de su casa. Esta tradición, que lleva realizándose desde hace 44 años, incluye más de 600 piezas que representan el camino de José y María hacia el nacimiento de Jesús.
"El nacimiento comenzó a colocarse en 1980 gracias a mis padres. Yo les ayudaba y nos tardábamos aproximadamente un mes en prepararlo. Después del Día de Muertos, empezamos a seleccionar las figuras y a limpiarlas para colocarlas en el jardín", relató Erika Jazmín.
Con el apoyo de tan solo dos personas, cubren los ventanales y montan cuidadosamente el musgo, cartoncillo, estrellas, figuras, ríos, caminos empedrados, montes y aserrín. Todo queda listo para que el 1 de diciembre se enciendan las luces y el nacimiento reciba la visita de alrededor de 200 personas provenientes de Toluca, Metepec, San Mateo Atenco, Tenancingo y Coatepec Harinas.
"Cada año tratamos de hacer algo diferente. Esta vez representamos algunos pasajes bíblicos como el caminar de José y María para el alumbramiento, el Día de los Inocentes para honrar a los niños que murieron durante el mandato del Rey Herodes el 28 de diciembre, y la aprehensión de Jesús en el Huerto de Getsemaní", explicó la feligrés.
Desde niña, Erika fue educada en valores católicos, inculcados por sus padres, quienes le enseñaron la importancia de estas fechas y de los relatos bíblicos, como el bautismo de Jesús por Juan Bautista y la aparición de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego.
Durante todo el mes de diciembre y las primeras semanas de enero, cientos de personas acuden a visitar el nacimiento, el cual tiene piezas que datan de hace 44 años, algunas de ellas reparadas y otras adquiridas a lo largo del tiempo.
"Para el encendido del nacimiento, mis hijos invitan a todo el pueblo, a familiares y amigos. Algunas personas, de manera voluntaria, traen atole o pan, mientras que yo preparo pozole o tamales para convivir y pasar un momento agradable", comentó Erika.
Aunque sus padres ya no están físicamente presentes, Erika asegura que siguen vivos en cada una de las tradiciones y valores religiosos que le inculcaron tanto a ella como a su hermano. Erika también comentó que, a pesar de los esfuerzos y dedicación que demanda la instalación del nacimiento, el esfuerzo vale la pena cuando ve a las familias disfrutar del trabajo realizado. Muchas de las personas que visitan el nacimiento han sido parte de la tradición durante años, y algunos incluso traen a sus hijos o nietos para que también vivan esta experiencia. "Es gratificante ver cómo esta tradición se mantiene viva a través de las generaciones", expresó Erika.Con el paso de los años, el nacimiento se ha convertido en un evento esperado por la comunidad, y es reconocido en otras partes del municipio.
Erika reveló que, aunque no lo haga por reconocimiento, las vis itas de cientos de personas le dan una sensación de satisfacción al saber que el legado de sus padres sigue vivo. "Es un orgullo mantener viva esta tradición. Mi mayor deseo es que mis hijos también la sigan y que algún día ellos continúen este trabajo con la misma pasión", dijo.