La parte de Nápoles que no se ve en redes sociales
Mientras los turistas seguían el olor de la pizza frita, posaban junto a murales blancos y azules de Diego Armando Maradona en calles bordeadas de colgantes y se maravillaban con la belleza decadente de Nápoles, un joven de 18 años y dos hermanas gemelas de 26 murieron cuando estalló la fábrica improvisada de fuegos artificiales donde trabajaban.
Sus cuerpos quemados y mutilados se encontraron entre los explosivos y las latas de detergente que también embotellaban para ganarse la vida en una casa ubicada entre olivos y naranjos cerca de la antigua ciudadela romana de Herculano, a las afueras de Nápoles.
La muerte en noviembre de los tres jóvenes napolitanos, que aceptaron esos arriesgados trabajos por unos 25 euros (o 26 dólares) al día porque no encontraban otros mejores, mostró cómo a pesar del reciente auge publicitario y turístico, Nápoles sigue siendo una ciudad despiadada para muchos de sus propios jóvenes.
“Nápoles es como una tumba”, dijo Adamo Dumbia, de 38 años, después de echar tierra sobre el ataúd de Samuel Tafciu, el prometido de su hijastra, quien murió en la explosión. “Es bonito por fuera, pero no quieres ver lo que hay adentro”.
Desde la pandemia, Nápoles se ha convertido en una sensación en Instagram. El turismo se ha disparado, sobre todo entre los extranjeros. Muchos conocieron la ciudad a través de las novelas de Elena Ferrante. Actores de Hollywood la han visitado. La modelo Emily Ratajkowski posó para unas fotos con una camiseta de fútbol del Nápoles. Innumerables publicaciones de Instagram muestran a napolitanos mayores con bronceados curtidos, pechos tatuados, maquillaje cargado y crucifijos bajo el sol abrasador del verano. Charli XCX cantó sobre estas imágenes en la canción “Everything is Romantic”. Todo eso ha contribuido a construir una imagen seductora de Nápoles que ha atraído a cientos de milénials.
Pero si la llamativa decadencia de Nápoles está de moda en las redes sociales, la ciudad también está experimentando una degradación mucho menos romántica, duradera y cruda que está afectando a los jóvenes de sus barrios más pobres.
A pesar del dinero que aporta el turismo, la ciudad tiene una de las tasas de desempleo juvenil más altas de Italia, el 43 por ciento. La violencia armada ha vuelto a recrudecerse, este otoño tres adolescentes murieron tiroteados en 20 días. Aproximadamente una sexta parte de los puestos de trabajo de la región son informales, y los jóvenes napolitanos abandonan los estudios y se marchan de la ciudad en cifras récord.
Una vez más, Nápoles es una especie de arquetipo de Italia. Durante mucho tiempo, su pizza, su sol, su dialecto y sus modales han sido lo que muchos imaginan cuando piensan en Italia. Ahora, Nápoles también ha llegado a encarnar una de las paradojas más dolorosas del país: tan atractiva para los extranjeros, tan desalentadora para sus propios jóvenes.
“Nápoles es la ciudad con más contradicciones”, dijo Luca Bianchi, director general de Svimez, un centro de investigación centrado en el sur de Italia. “Y estas contradicciones están explotando”.
Aurora y Sara Esposito, las gemelas inseparables que murieron en la explosión de los fuegos artificiales, crecieron en las afueras de Nápoles con su madre soltera. Los videos grabados en el espejo de su cuarto de baño y publicados en el perfil de TikTok de Aurora la muestran con el pelo decolorado y una amplia sonrisa con ortodoncia en los dientes, cantando y bailando canciones napolitanas.
Como muchas otras adolescentes de la zona, las dos chicas habían dejado los estudios muy jóvenes: tenían 14 años. Tenían trabajos ocasionales, como limpiadoras y en una panadería, pero el dinero escaseaba. A veces las gemelas se iban a la cama sin cenar, dijo Giusy Esposito, su hermana mayor, y las amenazaban con desalojarlas del apartamento que compartían con su madre y la hija de 5 años de Aurora.
Cuando las gemelas encontraron trabajos clandestinos fabricando fuegos artificiales, aceptaron porque no tenían otra opción, dijo Giusy Esposito.
El empleador de las gemelas —quien fue detenido y encarcelado tras la explosión— las había instalado en una casa sin electricidad en Ponticelli, un suburbio del este de Nápoles, y las llevaba en coche al trabajo todas las mañanas.
Las gemelas no tenían experiencia en el manejo de sustancias incendiarias, y la fábrica improvisada carecía de sistemas de seguridad, dijo la policía. Ni siquiera tenía retrete, Giusy Esposito dijo que Aurora tenía que orinar en un recipiente.
Con ellas trabajaba Samuel Tafciu, de 18 años, hijo de inmigrantes albaneses. Un año y medio antes había conocido a Rosita Giorgetti, de 17 años, una chica napolitana que también vivía en Ponticelli, una zona asolada por la pobreza y la violencia de la mafia de la Camorra. Tanto Samuel como Rosita habían dejado la escuela cuando tenían unos 14 años.
En junio nació su hija, Anna Chiara. Los tres dormían juntos en una cama individual en un apartamento que compartían con la madre de Rosita, su pareja y dos de los cuatro hermanos de Rosita. Samuel tenía un apetito tan insaciable que desayunaba pasta. Los fines de semana llevaba a Rosita a un parque de atracciones o a un McDonald’s.
En julio, Samuel cumplió 18 años y le propuso matrimonio a Rosita, regalándole un anillo con un cristal tallado en forma de corazón. Cada semana, dijo la madre de Rosita, él ahorraba 50 euros para su boda.
Pero, a finales de noviembre, Rosita abrazaba el ataúd blanco de Samuel en un cementerio al norte de Nápoles mientras susurraba: “No es Samu, no es Samu”.
“Hubiera preferido que fuera a robar”, dijo Rosita aquella tarde.
“Podría haber ido a la cárcel. Pero la cárcel es fácil. Ahora no puedo verlo, no puedo tocarlo, no puedo hablar con él”, dijo. “Todos nuestros sueños se esfumaron con él”.
Tres días después del funeral de Samuel, en un cementerio al pie del volcán Vesubio, Giusy Esposito se desplomó en el suelo mientras los asistentes bajaban los ataúdes blancos de sus hermanas a dos tumbas gemelas. Años atrás, ella también había perdido a su marido y a su cuñado mientras trabajaban a destajo, dijo.
“¿Por qué tenemos que amar a las personas para que nos las arranquen?”, preguntó. “¿Por qué tenemos que vivir así?”.
Su tío, Rosario Esposito, la miraba. “Así es como se vive en Nápoles”, dijo.
Su hijo, de 21 años, está pensando en irse a vivir a Suecia, añadió. “No puede acabar así”, dijo, señalando las tumbas.
La principal razón de la prevalencia del trabajo ilegal, según los expertos que estudian la región, es la persistencia de un elevado desempleo y un bajo nivel educativo, sobre todo entre los jóvenes, lo que da a los empresarios una enorme ventaja.
Un experimento fallido de industrialización, una administración política deficiente y la omnipresencia de la mafia de la Camorra han obstaculizado la economía, y muchos de los puestos disponibles son empleos de servicios de bajo nivel, dijeron los expertos.
Ahora el turismo está transformando el centro de la ciudad, y los oscuros y húmedos bassi o pisos de la planta baja se están convirtiendo en alquileres a corto plazo. Aunque algunas personas están encontrando trabajo como camareros o guías turísticos, los expertos afirman que el turismo no está logrando que los empleos con salarios más altos aumenten de manera sustancial.
Según la policía, los delitos con pistolas y otras armas están aumentando entre los jóvenes marginados de Nápoles, y el ministro del Interior italiano anunció recientemente una operación especial para desarmar a la ciudad.
Pero todo esto rara vez llega a las redes sociales de los visitantes.
Instagram y TikTok, dijo Ciro Pellegrino, responsable de la sección de Nápoles del sitio de noticias Fanpage, son la clave del encanto de Nápoles, porque permiten obviar sus defectos.
“Si reduces el campo de visión y solo muestras trozos de la ciudad”, dijo, “hay partes de Nápoles que son extremadamente idóneas para Instagram”.
En el paseo marítimo napolitano, notoriamente lleno de hoteles de lujo, Antonio Maimone cuidaba los jardines públicos con palmeras y cactus gigantes a la vista del paseo marítimo de Mergellina, un importante escenario de la vida nocturna.
Allí, el año pasado, su hijo de 18 años, Francesco Pio Maimone, murió por una bala perdida que le impactó el corazón. Un hombre de 20 años fue acusado de asesinato. Ambos procedían de zonas marginadas de Nápoles.
Cuando le alcanzó la bala, Francesco Pio, quien había abandonado los estudios a los 16 años y trabajaba a tiempo parcial lavando contenedores de basura, acababa de terminar su formación como pizzero.
“Con mucha frecuencia, los jóvenes de Nápoles solo tienen unas pocas opciones: usar drogas, traficarlas o disparar”, dijo Maimone.
“Por muy bonita que sea Nápoles”, dijo, “también es muy fea”.
Junto a la estación de tren de Nápoles hay un enorme mural de Maradona, la leyenda argentina del fútbol que llevó al Nápoles a ganar campeonatos y que se ha convertido en uno de los mayores héroes populares de la ciudad, y en un símbolo de esperanza y orgullo napolitano. Pequeño, dentro del iris de Maradona, un artista pintó un retrato de Francesco Pio.
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