Murió César Luis Menotti: un faro en medio de la oscuridad cuando le tocó dirigir a tres clubes grandes del fútbol argentino

Menotti en la Bombonera, junto a Jorge Rinaldi y Carlos Tapia, en 1987. El del Flaco es el segundo mejor arranque de un DT de Boca de 1946 a la actualidad
Menotti en la Bombonera, junto a Jorge Rinaldi y Carlos Tapia, en 1987. El del Flaco es el segundo mejor arranque de un DT de Boca de 1946 a la actualidad - Créditos: @@Edu_sport

Un faro en medio de la oscuridad. Eso representó la llegada de César Luis Menotti a la dirección técnica de tres grandes como Boca, River e Independiente. Sin embargo, más allá de los matices que identificaron a cada uno de esos ciclos, en general los capítulos fueron cerrados con letras de insatisfacción.

En la frontera entre 1986 y 1987 el entonces presidente de Boca, Antonio Alegre, depositó en Menotti todas las ilusiones para despertar al gigante dormido. Y dio resultado de entrada, claro. Las expectativas se pusieron en fila detrás de esa figura carismática que llegó con el “achique” bajo el brazo y con la promoción de juveniles como bandera. Y le bastó el primer semestre del 87 (la segunda parte de la temporada) para renovar los entusiasmos. Boca se levantó y anduvo. En poco tiempo adquirió un perfil definido. Eso sí, el equipo siempre corto para provocar constantemente el offside en el rival, de pronto fue un sistema, no un recurso. Y los riesgos, en consecuencia, resultaron grandes. Hugo Musladini y Fabián Carrizo representaron la síntesis de los jugadores promocionados por el Flaco, quien señaló al primero de ellos como “pichón de Passarella”. En este caso puntual, el tiempo no le daría la razón.

Menotti y Bianchi, en un encuentro de 2004
Menotti y Bianchi, en un encuentro de 2004 - Créditos: @Marcos Delgado

El campeonato 1986/87 se lo llevó Rosario Central (aquel Central recién ascendido), mientras que el Boca de Menotti quedó en cuarto lugar y sin boleto a la Libertadores: en la final de la Liguilla con Independiente igualó 2-2 en Avellaneda y cayó 2-1 en la Bombonera. A Menotti lo esperaba el Atlético de Madrid.

Después del exitoso ciclo del River del Bambino Veira, que incluyó la obtención de la primera Copa Intercontinental en 1986, llegaron los nubarrones en las decisiones del presidente del club de Núñez, Hugo Santilli. Y así pasó de la contratación de Carlos Timoteo Griguol a César Luis Menotti. Aquella búsqueda de la identidad perdida fue la llave que le abrió la puerta a Menotti para desembarcar como entrenador en el otro gigante del fútbol argentino. Era julio de 1988.

En la AFA se estipuló un cambio radical en el reglamento de cara al torneo de la temporada 88/89: tres puntos al ganador y ninguno al perdedor. En caso de empate en los 90 minutos, se definía por penales; el vencedor en esa instancia sumaba dos unidades, mientras que el equipo que perdía por esa vía atrapaba un punto.

Daniel Passarella se había retirado pero no pudo resistir el llamado de Menotti para regresar a la actividad y encima con la camiseta de River. Fue el nombre más rutilante de los 15 que llegaron para construir ese River de Menotti. Sí, 15 refuerzos… También arribaron Julio Zamora, Daniel Oldrá, Gerardo Reinoso, Carlos Enrique, Jorge Higuaín, Milton Melgar, Claudio Borghi, Mario Bevilacqua, Fabián Basualdo, Oscar Passet, Angel David Comizzo, Abel Balbo, Sergio Batista y Jorge Rinaldi.

La derrota por 2-1 con Platense (en cancha de Vélez) en el debut y la caída por 2-0 frente a Boca (en el Monumental) en la segunda fecha ante más de 56 mil personas, frenaron de entrada todas las ilusiones que se habían generado. Si bien River terminó ubicado en la cuarta posición, nunca llegó a discutirle el liderazgo a Independiente, que finalmente se coronó campeón, con 17 puntos por encima del conjunto de Núñez. Menotti dejó el cargo antes de la finalización del certamen, una vez que la lucha por el título se diluyó. Así terminó su etapa como director técnico de River, en donde asomó en su lugar la dupla Merlo-Alonso.

Menotti junto a Burruchaga, en Independiente
Menotti junto a Burruchaga, en Independiente

Siempre me llaman cuando los equipos están en terapia intensiva. A los otros les dan tiempo para recuperarlos, a mí me exigen que los haga caminar en una semana”, dijo alguna vez. Así sucedió siempre con Menotti.

Regresó a Boca en 1993, pero su segunda etapa como entrenador en el club de la Ribera fue para el olvido. El achique conspiró contra un equipo inestable, ciclotímico, que no sólo pasó sin pena ni gloria por el ámbito local sino que salió eyectado en primera ronda de la Libertadores en 1994. Boca quedó cuarto en el Grupo 2, que integraban además Vélez (al cabo sería el campeón), Cruzeiro y Palmeiras, que lo humilló con un lapidario 6-1 en San Pablo. De ese modo el Xeneize se marchó de la Copa a pesar de que se clasificaban tres de los cuatro integrantes de cada zona. Aquella mancha histórica sobre suelo paulista la recibió una formación integrada por Navarro Montoya; Soñora, Noriega, Giuntini, Mac Allister; Peralta, Mancuso, Márcico, Carranza; “Manteca” Martínez y Da Silva.

Pese a todo, en noviembre de ese año llegó a una final internacional, cuando su Boca definió la Supercopa con Independiente. Fue 1-1 en la Bombonera y derrota por 1-0 de visitante, con gol de Sebastián Rambert. Otra vez lo amargaba Independiente, que sin embargo lo iba a esperar a la vuelta de la vida…

Menotti, siempre paternal con sus dirigidos
Menotti, siempre paternal con sus dirigidos - Créditos: @EZEQUIEL PONTORIERO

Parecía irremediable, sólo cuestión de tiempo, que se cruzaran los caminos de Independiente y Menotti. La vieja escuela roja, la estirpe del paladar negro, en algún momento lo iba a cobijar. Y no fue un ciclo sino varios. Todo comenzó en la temporada 1996/97, se reencontraron en la 98/99 y en 2005. Más tarde, bajo la presidencia de Julio Comparada, asumió en julio de 2009 como manager y en 2010 se terminó el cuento. De todas estas etapas, la más dulce resultó la primera, cuando le imprimió su sello a un Independiente que terminó encumbrado, dueño de un reconocimiento general, y ubicado en el segundo puesto en el Apertura 96, detrás del River de Ramón Díaz, uno de sus discípulos.

Mondragón; Martínez, Rotchen, Arzeno, Cristian Díaz; Acuña, Cascini, Molina; Burruchaga, Angel Morales; y Guerrero. Con esa formación salió a jugarle al Boca de Bilardo por la 10° fecha en la Bombonera. Y con gol de Francisco Gabriel Guerrero, “Panchito” Guerrero, sobre los 21 minutos del segundo tiempo, se llevó un triunfo que valió mucho más que tres puntos. Encima, de pelota parada a un equipo de Bilardo: tiro libre de Burruchaga, la bajó Arzeno de cabeza y convirtió Guerrero casi debajo del travesaño. Había arrasado en el inicio del torneo, con 7 goles en las dos primeras fechas y con un invicto que duró precisamente hasta el clásico con Boca. A la fecha siguiente, una dura caída de local por 4 a 1 ante Platense frenó su envión. Y otra derrota (3-1) con Central en Rosario lo sacó del camino en la lucha por el título ante un River imparable.

En 1999 dejó el cargo después de haber cosechado sólo dos de los últimos 15 puntos disputados, entre el Apertura y la Copa Mercosur. En 2005 también fue empujado por los malos resultados y se fue después de apenas 9 encuentros (2 ganados, 3 empatados y 4 perdidos). Y entre 2009 y 2010, ya como manager, tampoco Independiente llegó a concretar todo lo que insinuaba. Entonces primero se fue sólo el entrenador, Américo Rubén Gallego. Menotti propuso a Daniel Garnero para reemplazar al Tolo, pero el equipo continuó a la deriva y, en poco tiempo más, con Garnero también se marchó él. Para Menotti, de todos modos, los resultados nunca fueron sólo los números finales de un partido sino el reflejo de los proyectos encarados, incluyendo la consolidación de jugadores, y la identidad de juego conseguida. Acaso como una síntesis de su modo de vivir el fútbol, bien vale la pena recordar lo que le dijo a Enrique Hrabina en el 87, cuando lo dirigió en Boca, contado por el propio ex lateral izquierdo. “Hrabina, usted es una persona con buena presencia, tiene buen auto, se viste bien. ¿Por qué no juega igual? Yo no sabía qué decirle, si tenía razón…