Muere a los 93 años Hebe de Bonafini, quien reunió a las madres de 'los desaparecidos'

BUENOS AIRES, Argentina — Hebe de Bonafini, una antigua costurera que, motivada por la desaparición de sus hijos durante la brutal dictadura militar argentina de la década de 1970, ayudó a organizar a las mujeres para crear el movimiento de protesta por los derechos humanos, Madres de Plaza de Mayo, falleció el domingo en La Plata, una ciudad a una hora de distancia de Buenos Aires. Tenía 93 años.

Su hija y única sobreviviente, Alejandra Bonafini, confirmó que murió en un hospital. El gobierno decretó tres días de luto nacional.

En 1977, De Bonafini era un ama de casa de 49 años, cuando su vida dio un giro dramático. La dictadura militar de la derecha argentina, apoyada por Estados Unidos, había tomado el poder un año antes. Sus dos hijos eran miembros de partidos marxistas-leninistas, precisamente el tipo de personas que la dictadura tenía como objetivo. En la mañana del 8 de febrero de 1977, uno de ellos, Jorge, de 26 años, fue secuestrado y no lo volvieron a ver.

De Bonafini buscó incansablemente a su hijo en las morgues y en los hospitales, y fue rechazada por la policía y los tribunales en repetidas ocasiones. Pronto descubrió que no estaba sola. Otras mujeres empezaron a contar las historias de sus hijos desaparecidos, al principio con discreción y luego a raudales.

En aquella época, el régimen argentino, el más sangriento de la historia moderna de Sudamérica, capturaba a miles de izquierdistas, reales y presuntos, y los llevaba a campos de tortura o simplemente los asesinaba en lo que se llamó la “guerra sucia”. La dictadura duró siete años, durante los cuales desaparecieron al menos 8960 personas, según cálculos oficiales. Algunos grupos de derechos humanos elevan la cifra a 30.000.

De Bonafini empezó a organizar reuniones con otras madres de hijos que desaparecieron de cafeterías, iglesias y de sus casas. Meses más tarde, organizaron la primera de las vigilias semanales en la Plaza de Mayo, una plaza en el centro de Buenos Aires frente al palacio presidencial, para exigir respuestas. Con la finalidad de identificarse entre sí, las recién bautizadas Madres de Plaza de Mayo se cubrían la cabeza con pañuelos blancos sencillos, símbolo de los pañales que sus hijos habían usado cuando eran bebés.

Aunque la dictadura desapareció a tres fundadoras del movimiento, las mujeres siguieron asistiendo a la plaza todos los jueves y se convirtieron en una piedrita constante en el zapato de la dictadura y en un símbolo de las oscuras verdades que trataba de ocultar. De Bonafini se convirtió en una de las figuras más célebres y polarizantes del movimiento.

Las Madres de Plaza de Mayo llegaron a ganar el Premio Sájarov, el máximo reconocimiento de derechos humanos del Parlamento Europeo, y fueron nominadas al Premio Nobel de la Paz en múltiples ocasiones, la última en 2018.

Hebe María Pastor nació el 4 de diciembre de 1928 en un hogar pobre de Ensenada, una ciudad porteña de la provincia de Buenos Aires. Su padre, Francisco Pastor, quien era español, trabajaba en una mercería; su madre, Josefa Bogetti, argentina, era ama de casa.

Hebe no fue a la secundaria porque sus padres no podían pagar el pasaje de autobús. En lugar de eso, empezó a trabajar como costurera y tiempo después se unió a otras personas para formar una cooperativa de venta de ponchos. A los 14 años conoció a Humberto Bonafini, quien se convirtió en su esposo y en el padre de sus dos hijos y de una niña. Su esposo murió en 1982.

Mientras tanto, Argentina vivía un cambio profundo. El general Juan Perón había llegado al poder en 1946 y había establecido alianzas con los sindicatos de obreros, mientras su glamorosa esposa, Eva Perón, conocida como Evita, promovía programas sociales para ayudar a los pobres.

Una serie de golpes de Estado durante las tres décadas siguientes llevaron al derrocamiento de Juan Perón, a quien restituyeron después y permaneció en el cargo hasta su fallecimiento en 1974. Cuando los militares tomaron el poder en 1976, el peronismo, el movimiento ideológicamente voluble que había fundado Juan Perón, se había dividido en grupos paramilitares, de izquierda y de derecha, que se mataban entre sí en las calles de las ciudades más grandes de Argentina.

En medio de este periodo convulso, la vida de De Bonafini dio un vuelco. Solo unos meses después de la desaparición de su hijo Jorge, el régimen secuestró a su otro hijo, Raúl, mientras asistía a una reunión sindical en la ciudad de Berazategui, en la provincia de Buenos Aires. Meses después, su nuera, la esposa de Jorge, también desapareció. Nunca encontraron sus cuerpos.

“Olvidé quién era yo”, solía decir De Bonafini acerca de esa época, y añadía: “Jamás volví a pensar en mí”.

La democracia se restableció en 1983, cuando la dictadura se vio obligada a dimitir en plena crisis económica y tras la humillante derrota ante el Reino Unido en la Guerra de las Malvinas. El nuevo gobierno democrático de Argentina estableció rápidamente una de las primeras comisiones de la verdad del mundo y facultó a los tribunales civiles para juzgar a la cúpula militar; algunos de ellos recibieron largas condenas en prisión.

No obstante, fue durante el periodo democrático cuando la reputación de De Bonafini empezó a resentirse. De ser una luchadora incansable por los derechos humanos durante la dictadura, se volvió cada vez más partidista.

Criticó a todos los gobiernos democráticos hasta la elección en 2003 de Néstor Kirchner, un presidente populista de izquierda que reinició los juicios a los generales que se habían pausado durante el gobierno de sus predecesores. De Bonafini se volvió cercana a Kirchner y a su esposa, Cristina Fernández, quien sucedió a su esposo en la presidencia en 2007. Ambos se aliaron con líderes autoritarios de izquierda en la región.

El 11 de septiembre de 2001, cuando los terroristas secuestradores estrellaron los aviones de pasajeros contra el World Trade Center, De Bonafini celebró el ataque. “El país más terrorista es Estados Unidos”, aseveró. Cuando se enteró de la noticia, recordó, “sintió una gran alegría, no por los fallecidos, sino porque por fin habían tocado al monstruo”.

De Bonafini arremetió contra la Corte Suprema de Justicia de Argentina, al calificar a sus jueces de “basuras que reciben dinero por sus sentencias”, e instó a sus seguidores a tomar el Palacio de Justicia. También criticó al parlamento elegido democráticamente del país y dijo que no era “nada más que un nido de ratas”.

De Bonafini terminó sus días envuelta en un escándalo de corrupción. La justicia está investigando si su organización malversó parte de los cientos de millones de pesos argentinos donados por Kirchner y Fernández para construir viviendas para los pobres.

A pesar de la investigación, De Bonafini sigue siendo reconocida por los argentinos gracias a su lucha por la justicia en su país, donde se han creado más grupos de derechos humanos para encontrar a los desaparecidos de la dictadura. En una entrevista concedida el año pasado al diario El País, comentó: “Nuestra lucha seguirá, el pueblo argentino la va a continuar”.

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