Ni en muelles o estaciones de tren

Yo te empecé a querer cuando era una niña, nuestra historia como todas las historias va de la indiferencia al encanto, del amor al odio porque así es como se ama cuando uno es adolescente, con todo o nada.

Nunca fuimos todo lo que hubiéramos querido, pero supimos aprovechar lo que la vida nos daba; breves espacios de tiempo, pequeños pedazos de día, inolvidables recuerdos de noche, canciones, lágrimas, reproches.

Nos hizo falta mucho pero vivimos todo eso que hace deliciosa a una historia de amor; lastimamos a otros para querernos, escribimos largas cartas, nos dedicamos canciones, bailamos en medio de todos con los ojos cerrados. Fuimos el amor prohibido, el beso a escondidas, los muchos kilómetros, largas esperas, años de silencio, listas de reproches, fotografías llenas de polvo, deudas sin resolver.

Yo siempre he creído nos quedé debiendo, sanaron las heridas, llegaron nuevas historias, coleccioné tus homónimos; así te fui llamando a través de otros ojos, mientras encontramos la forma de seguir en contacto a través de los años.

En uno de esos días en los que los kilómetros y silencios entre tú y yo eran breves, me animé a buscarte. Corrí hacia ti sin importarme cuánto había pasado o quién estaba entre nosotros, decidí romper la espera con el riesgo de que tú de mí ya no esperaras nada.

Un par de días volvimos a ser lo que fuimos, caminamos las mismas calles, nos miramos a los ojos, te canté nuevas canciones, volvimos a escondernos de la gente, a besarnos en las esquinas, abrazarnos fuerte y largo.

Desde ese entonces, se han vuelto a apilar los años, y aunque ahora más que antes dudo que nuestra historia sepa resistir el tiempo y las caídas, te espero todavía.

No lo hago enraizada en un muelle ni sentada en una estación de tren. Avanzo, segura de que tu boca y la mía volverán a cruzarse al menos un par de días, ojalá para ese entonces tengamos el valor que tuvimos hace años para querernos sin miedo, que no nos basten los pequeños ratos, que queramos más, pero esta vez, los dos, al mismo tiempo, sin escondernos.

Ojalá intercambiemos la emoción de vernos a la salida del colegio, por la de volver a conocernos, recuperando lo que hemos atesorado en el tiempo, pero con la vista al frente; de la distancia al amor, de la nostalgia a los nuevos comienzos, que si han de volver a acumularse los kilómetros; los caminemos juntos.