Si crees que Movistar no ha corrido el Tour, mira la clasificación por equipos

SAINT-MARTIN-DE-RE, FRANCE - SEPTEMBER 08: Start / Marc Soler Gimenez of Spain and Movistar Team / Alejandro Valverde Belmonte of Spain and Movistar Team / Mask / Covid safety measures / Team Presentation / during the 107th Tour de France 2020, Stage 10 a 168,5km stage from ile d'Oleron - Le Chateau d'Oleron to ile de Re - Saint Martin de Re / #TDF2020 / @LeTour / on September 08, 2020 in Saint Martin de Re, France. (Photo by Benoit Tessier - Pool/Getty Images)
Photo by Benoit Tessier - Pool/Getty Images

Catarsis. Esa es la palabra que mejor define la situación por la que pasó el equipo Movistar a principios de este año y finales del pasado. Una catarsis que le dejó sin Nairo Quintana, sin Mikel Landa y sin Richard Carapaz... pero que a cambio les trajo a Enric Mas como candidato a las grandes vueltas. Una catarsis, también, en formato audiovisual: aquel excelente documental de varios capítulos en el que se narraban los éxitos y las miserias del equipo desde dentro, las luchas de egos, la sensación, a menudo, de que nadie puede mandar donde quieren mandar todos.

La temporada -o lo que ha quedado de ella- pintaba como la gran oportunidad de dar un giro de 180 grados a la política habitual del equipo. A Movistar siempre se le critica -salvo en el Giro 2019, que fue impecable- por su conservadurismo. Yo llevo oyendo que Eusebio Unzúe es conservador desde la etapa de antes de Val Louron en 1991, los inicios del gran lustro de Induráin. Sin casi nada que perder y con una platilla llena de corredores jóvenes, aún por mucho que demostrar, Movistar podía pasar sin problemas a ser un equipo divertido. Nadie les iba a pedir grandes victorias, pero podían congraciarse con el espectador dando espectáculo allá donde se pudiera.

No ha podido ser. La actuación de los corredores de Movistar desde que se reinició la temporada ha sido discreta. Vamos a dejarlo ahí. Es verdad que no hay grandes piezas, que Valverde se ha tomado estos meses como una preparación para un Mundial que podría ganar si todo se diera bien, que Marc Soler no está para nadie y que aparte de ellos solo queda Enric Mas, de momento un coleccionista de top tens pero al que le falta dar el salto definitivo. Cuando se quiere criticar al Movistar, siempre se dice que su objetivo es la clasificación por equipos. Son chistes ya hechos, como los del codo de Nairo Quintana, que persiguen sin piedad al objeto de burla. Cuesta entender por qué Movistar no hace nada por quitarse el cliché de encima.

Hay que aclarar cuanto antes que ganar la clasificación por equipos del Tour de Francia -sería la cuarta grande consecutiva lográndolo- tiene un mérito descomunal. Hay que controlarlo todo: las fugas, las etapas de montaña, el rol de cada corredor, qué otros equipos pueden ser amenaza... El mérito está ahí, pero a Movistar le pedimos algo más. O algo distinto. A Movistar le pedimos que sus corredores se filtren en fugas no para acumular minutos y luego dejarse caer, sino para luchar por las etapas. Le pedimos que sus estrellas no se conformen con quedar entre los diez primeros (a fecha de hoy, Enric Mas es octavo y Alejando Valverde, a sus 40 años, es décimo) sino que se les vea agitar el árbol y quizá sucumbir en el intento.

Coquetear con la heroica

Dentro de lo que está siendo un Tour más bien escaso de ataques, lo cierto es que a Movistar no le hemos visto casi en ningún momento: cuando la carretera se empina, Mas y Valverde se limitan a ser de los últimos en descolgarse y queda en las piernas de Soler o Verona conseguir un tercer representante que no pierda demasiado tiempo en meta. Cuando hay una fuga, rara vez la inicia un corredor suyo. Cuando hay que perseguir, tampoco persiguen ellos. Esa pasividad no solo no es criticada sino que casi se alienta desde los micrófonos de los comentaristas. Se enumera la gran cantidad de equipos que “tienen que hacer algo” porque no han ganado etapa y siempre se omite que el Movistar, corriendo así, no la va a ganar en la vida. Dame a un Alaphilippe que quede fuera de los veinte primeros de la general pero se meta cada día en una fuga y no me vendas un décimo puesto.

El trabajo de Movistar es, pues, un trabajo soterrado, para expertos. Un trabajo numérico, no visual. Un trabajo enorme, eso ya quedó dicho, pero que no luce. Ya sabemos que a Unzúe no le gusta lucir, que incluso le molesta, pero algo habría que haber hecho en algún momento. Ya sabemos que Enric Mas puede quedar octavo de una grande. Quedó tercero en la Vuelta de hace dos años. Lo mismo nos pasa con Valverde, por supuesto. Queremos verles atacar de lejos, queremos verles luchar agónicamente, a lo Marc Hirschi, contra un pelotón hambriento. Queremos épica. No la épica de suelos mojados y descensos imposibles sino la de la propia carrera: la de un Carapaz en los Alpes aguantando y aguantando como Sísifo, consciente de que llegando a lo alto del puerto le acabarán cogiendo y dejando.

Carapaz. Movistar echa de menos un corredor de ese perfil. Un corredor que ganó el Giro porque no tuvo miedo, porque se lo propuso. En aquella edición, Movistar ganó la clasificación individual sin dejar de dominar por equipos. En otras palabras, se pueden hacer ambas cosas. Irse a casa presumiendo de una clasificación secundaria no está a la altura de la inmensa historia de este equipo en sus diferentes nombres. Si tenemos en cuenta que es el único equipo español en el circuito World Tour la responsabilidad es casi mayor: como a Gianni Bugno, no les pedimos triunfos, les pedimos que nos hagan soñar. Les pedimos incertidumbre. Eso es el ciclismo o eso debería ser: una enorme incertidumbre, un no saber qué pasará mañana. Con Movistar lo sabemos: el séptimo, el decimocuarto y el vigésimo. Todo pulcro y aseado. Con un mérito enorme, pero, a la vez, un halo de tristeza.

Vídeo | La hazaña de “Supermán López” en la etapa reina del Tour de Francia

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