‘Las moscas verdes’, de Abreu Felippe, crónicas distópicas

En 1863, cuando Julio Verne publicó Cinco semanas en globo, el término ciencia ficción todavía no había sido acuñado. Fue el editor Hugo Gernsback quien, en 1926, al incluirlo en la portada de su revista Amazing Stories, lo dio a conocer y su uso no solo se generalizó, sino que también, de alguna manera, quedó asociado por algún tiempo a las narraciones de aventuras para jóvenes.

Sin embargo, hoy día, la ciencia ficción va mucho más allá de la anticipada invención del sumergible Nautilus en 20,000 leguas de viaje submarino, de las peripecias de Jack Griffin en El hombre invisible, de H.G. Wells, o el comienzo de los viajes interplanetarios en Crónicas marcianas, de Ray Bradbury.

En realidad, los límites del género ya no son los mismos; se han expandido. En las narraciones actuales, aquellas típicas especulaciones sobre las consecuencias que los descubrimientos científicos y tecnológicos provocaban en la humanidad han dado paso a otras: las que imaginan el futuro de la humanidad después de cataclismos de toda índole, incluidos los provocados por dictaduras ideológicas, como el que se describe en el libro, Las moscas verdes (Ediciones La gota de agua, 2023), de José Abreu Felippe.

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Lo primero que debe decirse es que el libro, aunque estructurado a través de catorce crónicas independientes, puede leerse como si se tratase -por su continuidad argumental- de una novela. Las siete primeras sitúan la trama en un país del futuro conocido como la Unión Suprema Aliada Libre, en el cual una despiadada dictadura militar controla todos los aspectos de la vida diaria de sus ciudadanos mediante la vigilancia de sus hogares a través de cámaras instaladas en los mismos.

Ningún espacio habitable quedaba sin ser espiado: cocinas, comedores, baños y habitaciones. El propósito era siniestro: que los agentes de seguridad (eufemísticamente llamados “operadores de consola”) pudiesen ver a los inquilinos hasta en sus más íntimas actividades, sin excluir las relaciones sexuales, las cuales solo podían sostenerse usando unas pulseras digitales que medían -entre orgasmos y eyaculaciones- sus niveles de satisfacción.

La vigilancia era total. Y se ejercía en todas partes: centros de trabajo, entidades docentes y lugares de esparcimiento. Hasta cuando viajaban -no importaba el destino- las personas debían verificar sus pasaportes a través de parámetros biométricos, iris oculares escaneados y muestras de sangre. La comunicación oral también había sido prohibida y nadie se atrevía a salir de sus viviendas porque los Guardianes de la Paz patrullaban las calles.

La crónica final de esta primera parte describe el momento en que los nueve generales que conformaban el Estado Mayor y su Comandante en Jefe, probaban con éxito la poderosa Bomba V: “Un arma eficaz que todo, menos el agua, lo vaporizaba. Sin ruidos, sin radiaciones tóxicas que hicieran inhabitable el sitio. Todo lo transmutaba en arena”.

En la segunda parte, las siete crónicas restantes retratan la vida -después de la Guerra de las 1,000 bombas- en una ciudad subterránea conocida por el bíblico nombre de El Arca. En ella vivían los descendientes de quienes habían construido -bajo tierra, pero libre- aquella ciudad y que ahora no solo la gobernaban, sino que la protegían de los que, en la superficie, pretendían volverla a esclavizar.

En la última de ellas, la más visualmente detallada de todas, aparecen los “cazadores” emergiendo de las entrañas de la tierra y recorriendo, en abierto desafío a la Unión Suprema Aliada Libre, los extensos arenales que la rodeaban.

Es la primera vez que Abreu Felippe incursiona en la ciencia ficción. Y lo hace exitosamente. No solo al utilizar con eficacia las herramientas y técnicas del género, sino también al incorporarle a la narración ciertas pistas -históricas, geográficas y personales- que la singularizan. Quienes conocen su obra las reconocerán.

Las moscas verdes -a caballo entre la novela distópica y la postapocalíptica- examina con una gran imaginación y acierto los temas del control gubernamental y el escrutinio de la vida privada de las personas en sociedades controladas por regímenes policíacos. Su trama, a pesar de ser altamente especulativa, está sólidamente estructurada. Ni siquiera el lenguaje técnico empleado y los frecuentes cambios de escenarios impiden seguir su hilo narrativo. El final, uno de redención, sacrificio y amor, es un claro mensaje de esperanza. No hay que rendirse. Aún desde las tinieblas es posible recuperar la libertad.